La dependencia creciente de la inteligencia artificial (IA) plantea nuevos desafíos para la salud mental y el funcionamiento cognitivo. Especialistas de la Facultad de Psicología y de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires analizan cómo el uso cotidiano de estas tecnologías transforma la manera en que pensamos, aprendemos y nos relacionamos.
“Depender de forma excesiva de la Inteligencia Artificial tiene consecuencias cognitivas”, explica Diego Fernández Slezak, director del Laboratorio de Inteligencia Artificial Aplicada de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. El investigador advierte que delegar en la IA decisiones o tareas cotidianas puede conducir a lo que denomina sedentarismo cognitivo: una tendencia a dejar de ejercitar las propias capacidades mentales.
“El concepto de sedentarismo cognitivo, popularizado por Mariano Sigman y Santiago Bilinkis, muestra que cuando uno cede constantemente una cierta capacidad a un dispositivo tecnológico, esa capacidad se va oxidando y se pierde. Eso no necesariamente es malo, porque puede dar lugar a nuevas habilidades. La clave es ser crítico y consciente de ese proceso”, señala Fernández Slezak.
Un ejemplo cotidiano es el uso permanente del GPS. “Su utilización constante nos lleva a dejar de formar mapas mentales, de planificar y establecer rutas. Es una capacidad que se puede perder o dejar de aprender en las nuevas generaciones. Pero uno puede elegir cuándo usarla y cuándo no, para evitar el sedentarismo cognitivo”, agrega el experto.
Impactos cognitivos y emocionales
Estudios recientes, como uno realizado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts, revelan que la Inteligencia Artificial Generativa (por ejemplo, ChatGPT) impacta de forma directa en la salud mental. Los resultados mostraron una disminución del 47% en la actividad cerebral de los estudiantes que resolvían sus tareas con asistencia de IA, frente a quienes no la utilizaban.
Desde la perspectiva psicológica, el Dr. Cristian Javier Garay, subsecretario de Investigaciones de la Facultad de Psicología de la UBA, advierte que “los efectos de la IA a nivel cognitivo son difíciles de establecer porque se trata de un fenómeno reciente. Sin embargo, ya se observa una sustitución indebida del apoyo humano, especialmente compleja en casos de crisis graves”.
El Dr. Garay recuerda que las tecnologías digitales también pueden tener un rol positivo en la promoción de la salud, a través de las llamadas iniciativas e-Health, que buscan ampliar el acceso a estrategias preventivas y terapéuticas. Al mismo tiempo, advierte que el impacto no siempre es favorable: “La idea de estar siempre conectado, el aumento de horas laborales en detrimento del descanso, la disminución de las horas de sueño, la comparación con vidas y cuerpos idealizados, muchas veces distorsionados, se encuentran entre los problemas más comunes asociados a las tecnologías. Esto incrementa el riesgo de diferentes trastornos mentales, entre los cuales se encuentran los trastornos de ansiedad, los trastornos depresivos y los trastornos de la conducta alimentaria”.
Garay menciona además otros riesgos: el aislamiento social derivado del uso de la IA como compañía, la circulación de desinformación y errores, y la vulneración de la intimidad a través del manejo de datos emocionales sensibles. “Todo esto ocurre en un contexto de sobrecarga informativa y saturación cognitiva, que incrementa el estrés”, advierte.
Cambios en la sociedad
Fernández Slezak sostiene que “la incorporación de la Inteligencia Artificial al día a día va a cambiar la forma en que aprendemos y en que nos enseñan. De eso no hay ninguna duda”. Y agrega: “Soy programador, y en los últimos tres años la programación cambió por completo”.
El investigador compara este fenómeno con la enseñanza de las tablas de multiplicar: “A pesar de que todos tenemos una calculadora en el bolsillo, saber las tablas sigue siendo importante. Te da herramientas básicas que sirven para analizar matemáticamente. No podés resolver ecuaciones si no sabés hacer un 4×4”. Según Slezak, lo mismo ocurre con muchas tareas que hoy realiza la IA, como traducir o redactar textos: “Podemos apoyarnos en la tecnología, pero no debemos renunciar a las capacidades que nos permiten pensar por nosotros mismos”.
Fernández Slezak concluye: “La clave está en ser consciente de las capacidades que uno va cediendo. Las conexiones neuronales se entrenan y el cerebro no deja de ser un músculo. Si no lo ejercitamos, se atrofia. Es un tema en evolución, lo que decíamos hace dos años sobre la IA ya no sirve. Estamos viendo mes a mes cómo nos transforma”.
14/11/2025 a las 10:35 AM
Buenas observaciones las de «.UBA»: Sedentarismo cognitivo.
Aquello de «Lo poco agrada, lo mucho enfada», para el caso reduce capacidades naturales humanas mediante la útil «inteligencia artificial», pero con riesgo de llegar a «estupidizar».