Por Luis Alejandro Rizzi.-
Esta vez me resulta más difícil escribir sobre la Navidad, porque se trata de una celebración religiosa en momentos en que el agnosticismo se va imponiendo sobre mi fe.
Lo mucho que pienso sobre el cristianismo, que era mi religión, se va convirtiendo en una filosofía de vida que practico como tal desde mi racionalidad…
La religión no escapa al género del mito, y suenan a mito la leyenda de la creación, de Dios ubicado en un lugar, la semejanza entre Pandora y Eva, la idea de un origen pecaminoso en la concepción de la vida y ese sesgo que pretende hacer virtud de la pobreza en una errónea concepción de la caridad.
La simbología del ritualismo quedó atrapada en la antigüedad cuando casi no había respuestas.
Hoy también nos faltan respuestas y, mientras la vida sea así, seguirán faltando.
Admito, tenemos el derecho a la duda, pero no podemos dudar sobre las certeza que nos dice con Hamlet que ningún viajero ha regresado ni regresará de ese viaje final que sólo tiene la certeza de la ida.
La pobreza en sí es una desgracia, es una enfermedad incurable propia de la desigualdad de bienes naturales que reparte la vida.
La pobreza no es virtuosa, como no lo es la salud; es una condición material propia de la existencia.
La calidad humana depende de “saber ser”, no de “deber ser”. Somos y vivimos como podemos, según nuestras limitadas potencialidades, pero, como lo dijo Séneca, sólo el ejercicio de la virtud nos proporciona alegría, “sola virtus praestat gaudium perpetuum”, así como caer en el vicio nos genera tristeza.
Esa frase es una de las pocas cosas que recuerdo de las clases de latín y una de las muchas que recuerdo de las clases de filosofía de sexto año de Conrado Egger Lan.
La Navidad ha sido convertida en “fiesta comercial y pagana”, en la que el “regalito” mediría el afecto y la mesa luciría como estimulante de la gula.
Más de una vez lo cité a Vinicius de Moraes, que recitaba que la “vida es el arte del encuentro”, y ése debiera ser el contenido de la celebración navideña, para los cristianos de fe y para los que se suman de la mano de “Papá Noel”, símbolo mucho más de “tener”, que de “ser”.
Por último, esta celebración ha perdido ese sentido del saludo personal. He recibido el consabido “felices fiestas” integrando una lista de cientos de destinatarios. “Somos uno más”.
Es el uso que no debemos hacer de la tecnología, somos algo más que un destinatario…
Prefiero olvidarme de muchos, a los que les pido disculpas y comprensión, que sumarlos a la nómina impersonal del “email” o “whatsapp”.
A la vez comprendo también a los que se olvidaron de uno.
Es por respeto.
24/12/2025 a las 10:12 AM
Buenas palabras y sencillas.
Qué raro que el leguleyo resentido esloveno no haya querido poner alguna bazofia de su mal parida concepción!!!
Debe estar viendo donde pasar la noche para borronear su miseria pasada con la Dormida de su retrasada de Dormida de su cavada