Por Carlos Tórtora.-

El pueblo bonaerense accionó ayer una bisagra de la historia al ponerle punto final al proyecto de sustitución de la república por una autocracia y la ingeniería social para destruir la clase media. Javier Milei podrá continuar o no gobernando pero lo que no podrá hacer es seguir haciéndolo como hasta ahora. Con los resultados de ayer, es muy probable que la Cámara de Diputados convierta en ley el proyecto sancionado la semana pasada por el Senado que establece un plazo de 90 días para que los DNU sean aprobados por ambas cámaras, perdiendo si no su vigencia. Derrotado electoralmente, sin poder imponer vetos y sin poder gobernar sólo mediante DNU, la gestión de Milei estaría técnicamente agotada.

Pero ayer hubo otra gran derrotada por las urnas, claro que indirectamente. Fue Cristina Kirchner, que apostaba a la derrota del peronismo para poder arremeter contra Axel Kicillof por ser el autor del desdoblamiento

Pero el desdoblamiento demostró ser un éxito y el gobernador consolidó su liderazgo, lo que significa que Cristina se eclipsa. Ayer esto se lo vio claro en el acto de festejo del triunfo: ella no fue mencionada, la multitud no coreó su nombre y Máximo Kirchner no se dejó ver.

Con este panorama, a La Cámpora sólo le queda apoyar a Kicillof para presidente o quedar fuera de juego, porque ya no tiene modo de enfrentarlo.

Dos caminos

De cara al 26 de octubre, Milei tiene dos caminos bastantes definidos. Uno es morir con las botas puestas, como anunció anoche. Esto es, profundizar el rumbo del gobierno para recuperar oxígeno electoral. Por este camino iría con rumbo de colisión, porque se acercaría peligrosamente a un escenario de estallido social, aún ante de las elecciones.

El otro camino es el de negociar, para lo cual serían aptos Santiago Caputo y Guillermo Francos. Si opta por esto, deberá flexibilizar el plan económico y relativizar el superávit fiscal. Esto le significaría renunciar a su principal bandera, o sea perder su identidad.

En otro plano, más táctico, lo de ayer puso en evidencia lo que venimos diciendo desde hace mucho tiempo: LLA no es una estructura política normal sino una suerte de Armada Brancaleone donde conviven punteros peronistas con barras bravas, ex macristas y personajes marginales de distinto tipo. La calidad organizativa de semejante estructura casi no existe y ayer se corrió fuerte que hasta desaparecieron los fondos destinados a pagarles a los fiscales de mesa.

La única esperanza libertaria para el 26 de octubre es que ocurra lo que presagia Cristina. Los dueños de los aparatos peronistas son los intendentes y éstos no tendrían motivo alguno para movilizarse en octubre, porque sus intereses -la elección de concejales- ya están cubiertos. De ser así, el esfuerzo peronista en las urnas se debilitaría, lo que ayudaría a Milei.

De un modo u otro, el nuevo piso electoral del peronismo es muy alto, casi un 50%, con el dato de que los libertarios sólo ganaron una sola sección importante y fue la Quinta, con Capital en Mar del Plata, quedando así Guillermo Montenegro, un ex macrista reciclado, como el héroe del oficialismo en la jornada.

Hacia la desintegración

Lo cierto es que un régimen construido en torno a la autoridad de dos personas, los hermanos Milei, tiene escasas posibilidades de administrar su retirada cuando ya no puede gobernar sin límites. Ya en los últimos días se insinuó un creciente entendimiento entre parte del Círculo Rojo, la oposición en el Congreso y los 5 gobernadores más rebeldes al gobierno. Sería inminente entonces una ofensiva combinada para defenestrar a Luis Caputo e imponer un programa económico de transición hasta el 2027. ¿Aceptará Milei convertirse en un títere de la casta que él vino a destruir?

Los 50 días que restan para el 26 de octubre parecen un siglo y son pocos lo que creen que el gobierno pueda evitar una paliza todavía mayor a la de ayer.

Y obviamente el dólar será el otro factor que incline la balanza de la crisis política.

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