Por Pascual Albanese.-
El éxito de Javier Milei en la lucha con la inflación, un logro que concita el reconocimiento mayoritario de la opinión pública y representa su mejor carta de presentación ante la comunidad financiera internacional, en el marco de un contexto mundial favorable para la Argentina, abre una oportunidad histórica cuyo aprovechamiento integral requiere la configuración de un sistema de poder político que garantice un grado de confianza interna y externa capaz de irradiar una imagen de previsibilidad en el mediano y largo plazo, más allá de los gobiernos de turno.
El Fondo Monetario Internacional, que acaba de aprobar las cuentas del segundo trimestre, y todos los organismos financieros internacionales y las consultoras empresarias privadas coinciden en reconocer los logros alcanzados, especialmente en relación con la eliminación del déficit fiscal y la desregulación de la economía, pero alertan sobre la necesidad de asegurar la sustentabilidad política de esas conquistas y de avanzar en la acumulación del nivel de reservas monetarias en el Banco Central, todavía negativas en más de 7.000 millones de dólares, en la plena liberación del mercado cambiario y en las reformas estructurales pendientes, entre las que destacan la modernización laboral, la reforma impositiva y la modificación del régimen previsional.
Esas advertencias constituyen el trasfondo de las actuales dificultades, reflejadas en una tasa riesgo país superior a los 700 puntos, que torna virtualmente imposible el acceso de las empresas argentinas al mercado voluntario de deuda, en la demora en la liquidación de divisas de las exportaciones y en la resistencia del público a desprenderse de los activos en dólares del famoso “colchón”, a pesar de las altas tasas de interés ofrecidas por el sistema financiero.
En ese escenario cabe identificar la causa del retiro del país de numerosas empresas extranjeras, entre otras Mercedes Benz, Edenor, el HSBC, Exxon, Walmart Telefónica, Falabella y en un futuro cercano Carrefour, que es importante recalcar que por decisiones que habían sido tomadas con anterioridad al gobierno de Milei pero no revertidas con posterioridad, venden sus filiales locales a empresarios argentinos. También se explica el mantenimiento de una bajísima tasa de inversión, que resulta virtualmente incompatible con una perspectiva de desarrollo económico sostenido.
Estas dificultades, que se reflejaron en los últimos días con la tensión en el mercado de cambios, reconocen un trasfondo político. Con su estilo particular, Milei acusó a la vicepresidenta, Victoria Villarruel: “la traidora dio lugar a una sesión ilegal para que nos rompan el equilibrio fiscal. Esto generó ruido y habilitó una corrida, un ataque especulativo”, señaló con relación a las leyes aprobadas por el Senado sobre la prórroga de la moratoria previsional, el aumento a los jubilados y el mantenimiento del estado de emergencia para la discapacidad aprobadas por el Senado, cuyo veto fue anunciado por el Poder Ejecutivo.
El gobierno apuesta a que un previsible triunfo del oficialismo en las urnas en octubre ayude a disipar el temor de los mercados financieros, acicateados por la incertidumbre electoral y por el clima creado algunos episodios políticos como la confrontación entre Milei y Villarruel. Pero ese recorrido desde aquí hasta el 26 de octubre tiene como principal estación intermedia la elección del 7 de septiembre en la provincia de Buenos Aires, cuyo cierre de listas patentizó cinco hechos altamente significativos, que trascienden la competencia electoral propiamente dicha.
El primero de estos cinco hechos es el acuerdo alcanzado entre Axel Kiciloff y Cristina Kirchner, con la participación de Sergio Massa, que ratificó la impotencia del gobernador bonaerense para diferenciarse de su antigua jefa, y -al mismo tiempo- la necesidad ineludible de la ex presidenta de pactar con su otrora fiel subordinado.
Este resultado, insatisfactorio para ambas partes en disputa, revela algo cualitativamente más relevante: la imposibilidad de formular un proyecto alternativo al gobierno de Javier Milei. El énfasis en la “resistencia” como línea política y en la consigna de “Cristina libre” como una bandera de campaña señalan la ausencia de toda visión de futuro y constituyen una garantía de una derrota del “kirchnerismo” que habrá de graficarse en las urnas.
El segundo hecho es el acuerdo, si así cabe llamarlo, alcanzado entre la Libertad Avanza, cuya representación estuvo a cargo de Sebastián Pareja, y el PRO, representado por Cristian Ritondo y Diego Santilli, cuyas características confirman la virtual absorción del segundo por el primero, una traslación adelantada por las encuestas que indica la transmutación de las huestes “amarillas“ al color “violeta”.
Ese entendimiento superestructural no puede opacar un fenómeno inédito: la vertiginosa irrupción, impulsada desde el poder, de una nueva fuerza política nacional con serias posibilidades de triunfo, no de carácter bonaerense sino abarcativa de todo el territorio nacional. Con las abismales diferencias del caso cabe consignar que la última vez que ocurrió algo semejante fue en 1946, con la fundación del Partido Peronista a partir de la constelación de fuerzas que en las elecciones de ese 24 de febrero habían respaldado la candidatura de Perón.
Esa nueva construcción política “desde arriba”, férreamente coordinada por Karina Milei, puso de manifiesto la naturaleza imprescindible de las bases territoriales para la conformación una fuerza política organizada. De allí el notorio predominio en las listas de candidatos bonaerenses de La Libertad Avanza de personalidades y dirigentes provenientes de distintas extracciones partidarias por sobre las figuras emergentes de la utilización de las redes sociales como instrumento de acción política, un recurso de comunicación cada vez más indispensable pero que no puede sustituir el valor del contacto directo.
En esta novedosa experiencia se confirma la plena vigencia del axioma de Perón de que “solo la organización vence al tiempo” y de su idea de que la diferencia entre “masa” y “pueblo” reside en la organización. En ese sentido, y más allá del chismerío propio de cualquier gobierno, Karina Milei y Santiago Caputo son dos partes de un mismo dispositivo conducido por Milei, donde la función de la comunicación está en manos de Caputo pero la construcción política es responsabilidad exclusiva y excluyente de Karina.
El tercero de estos hechos significativos, derivados del cierre de listas bonaerenses, es la aparición de Somos Buenos Aires, una coalición heterogénea que expresa la convergencia de estructuras y dirigentes que antes pertenecieron a Juntos por el Cambio y al “kirchnerismo”, o sea de las dos fuerzas que se alternaron en el gobierno de la Argentina durante los veinte años previos al advenimiento de Milei, entre el 2003 y el 2023. El antecedente directo de esta alianza fue el acuerdo establecido entre Facundo Manes, con su flamante nucleamiento “Para Adelante”, y el ex gobernador de Córdoba Juan Schiaretti, con su sello partidario de Hacemos, que en la provincia de Buenos Aires preside Florencio Randazzo.
En este incipiente ensayo de armado de una nueva versión de la “tercera vía” tienen un papel predominante más de una veintena de intendentes municipales, la mayoría de ellos provenientes del radicalismo, algunos desprendidos del PRO y el intendente peronista de Tigre, Julio Zamora, que asoma en los hechos como el principal dirigente en la provincia de Buenos Aires de lo que, a falta de una definición por la positiva, es llamado el peronismo “no kirchnerista”.
La particularidad de esta iniciativa de Somos Buenos Aires no reside en sus protagonistas, ya que todos son actores de fuerzas políticas preexistentes, sino en su pretensión de encarnar un proyecto que intenta ser “nuevo” por sus actores sino en todo caso original por lo “distinto” de su contenido, basado en la búsqueda de consensos y no en la confrontación permanente.
El cuarto hecho relevante surgido del resultado de las negociaciones que precedieron a la oficialización de las listas bonaerenses es el papel relevante desempeñado por los intendentes municipales. Un ejemplo es la Tercera Sección Electoral, donde compiten los intendentes de San Martín, Gabriel Katopodis, de 3 de Febrero, Diego Valenzuela, y de Tigre, Zamora.
En este escenario inédito de una elección provincial desdoblada, donde no se elige gobernador sino solamente legisladores provinciales y concejales municipales, adquieren mayor importancia las peculiaridades de cada una de las ocho secciones electorales en que está dividida la provincia y la valoración de la gestión comunal en cada unió de los 135 municipios. Esa revalorización de la política territorial fue determinante en la discusión sobre la integración de todas las listas participantes en esta elección y está llamada también a tener consecuencias en el futuro.
Por último, el quinto hecho significativo de este conflictivo y accidentado cierre de listas fue un producto de la creatividad política y consistió en la aparición del comisario Maximiliano Bondarenko como primer candidato a senador provincial de la Libertad Avanza en la Tercera Sección Electoral, último baluarte del ”kirchnerismo” y única sección electoral en la que Fuerza Patria alberga fundadas expectativas de triunfo. El protagonismo de Bondarenko introduce de lleno la problemática de la seguridad ciudadana en la campaña bonaerense y coloca a la defensiva al gobierno de Kiciloff.
Pero la reacción de Kiciloff ante este desafío abrió una verdadera caja de Pandora. Porque el pase a retiro forzoso de veinticuatro comisarios de la policía bonaerense, acusados de conspirar con Bondarenko contra el gobierno provincial, traduce la existencia de una crisis institucional en la fuerza armada que por su número de efectivos es hoy la más importante de la Argentina cuya proyección trasciende largamente la presente coyuntura electoral y se proyecta sobre la gobernabilidad del primer estado argentino.
Este creciente fortalecimiento de la dimensión territorial como un factor determinante del poder político, reflejada en el protagonismo de los intendentes municipales en las elecciones bonaerenses, tuvo estos días una fuerte expresión institucional con la declaración conjunta, titulada “Grito Federal”, firmada por cinco gobernadores que suscribieron también un acuerdo para actuar coordinadamente en las próximas elecciones legislativas y plantear una nueva alternativa de gobierno para el 2027.
El contenido del documento, firmado por el gobernadores de Córdoba, Martín Llaryora (peronista), de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, y de Jujuy, Carlos Sadir (radicales), de Chubut, Ignacio Torres (del PRO), y de Santa Cruz, Claudio Vidal, un dirigente sindical de extracción peronista que derrotó al “kirchnerismo” en su territorio de origen, y difundido tras un cónclave en el que participó también el ex gobernador de Córdoba Juan Schiaretti, revela el compromiso de sostener el equilibrio fiscal como una condición necesaria de la política económica y la decisión de construir una alternativa política con un modelo de desarrollo productivo que no implique una restauración del pasado en ninguna de sus manifestaciones.
Un antecedente directo de esta iniciativa de los cinco gobernadores fue la reunión mantenida días antes por los tres mandatarios de la Región Centro, asiento principal de la cadena agroindustrial, que constituye el sector tecnológicamente más avanzado e internacionalmente más competitivo de la economía argentina.
Este encuentro coincidió con la noticia de que Córdoba había conseguido un crédito internacional de fuente privada de 725 millones dólares, lo que transformó a la provincia mediterránea en la primera institución pública argentina en acceder al mercado voluntario de deuda desde diciembre de 2017, un logro que está fundada en el hecho de haber logrado mantener el equilibrio fiscal durante veinte años consecutivos, a partir del segundo mandato de José Manuel De la Sota. El hecho constituye un precedente de singular importancia si se tiene en cuenta la tendencia creciente hacia la provincialización de las obras públicas, lo que exigirá a las provincias recurrir al crédito externo y, por consiguiente, a consolidar el ajuste de sus cuentas fiscales.
En esa reunión tripartita Llaryora, Pullaro y el gobernador de Entre Ríos, Rogelio Frigerio (un peronista, un radical y un dirigente del PRO), además de acordar una serie de puntos referidos a la problemática regional, difundieron un spot publicitario, de inequívoco simbolismo político, que realiza una calurosa reivindicación histórica del rol de los caudillos federal de sus respectivas provincias, desde Juan Bautista Bustos hasta Estanislao López y Justo José de Urquiza, en sus luchas contra el poder central.
Esta convergencia de gobernadores de distinto origen partidario está explícitamente abierta a posteriores incorporaciones, a producirse muy probablemente recién después de las elecciones de octubre, en las que Frigerio, por ejemplo, concurre en su provincia en alianza con La Libertad Avanza. En ese sentido está avanzado el diálogo con el gobernador de Corrientes, el radical Gustavo Valdés, quien el 31 de agosto compite con La Libertad Avanza y el “kirchnerismo” en una elección de gobernador en una alianza interpartidaria que incluye, entre otras fuerzas, a Hacemos, el sello partidario de Schiaretti.
La intención declarada de los gobernadores reunido en la Casa de Chubut es conformar un bloque legislativo federal en ambas cámaras del Congreso, con una cantidad de bancas suficiente como para erigirse en el fiel de la balanza en las votaciones más cruciales. En este punto resulta casi obvia la convergencia política con el bloque que preside actualmente Miguel Angel Pichetto y con diputados de un sector del radicalismo, del PRO y de otros movimientos provinciales.
Paralelamente, otro grupo de gobernadores, entre ellos Gustavo Sáenz, de Salta, Osvaldo Jaldo, de Tucumán, Raúl Jalil, de Catamarca y Gerardo Zamora, de Santiago del Estero, que apoyaron Sergio Massa en la elección presidencial de 2023, aguardan las elecciones de octubre para romper con Cristina Kirchner, con quien prefieren no confrontar con anterioridad para afrontar con posibilidades de éxito a las listas de La Libertad Avanza en sus respectivas provincias.
En todos los casos, los gobernadores están obligados a focalizar su mirada en la política exterior, ante la imperiosa la necesidad de recurrir al crédito externo de fuentes privadas para financiar las obras de infraestructura indispensables para mejorar el nivel de competitividad internacional de las economías locales, lo que exige como condición ineludible consolidar el equilibrio de las cuentas públicas provinciales.
En las elecciones que se avecinan, el oficialismo triunfará a nivel nacional pero casi todos los gobernadores, salvo en la provincia de Buenos Aires, obtendrán mayoría en sus respectivos distritos. El “kirchnerismo” sellará su agotamiento como alternativa de futuro. El gobierno de Milei aumentará su presencia parlamentaria y logrará el tercio necesario para evitar el rechazo a los ventos presidenciales, pero no alcanzará la mayoría suficiente como para gobernar sin acuerdos con sectores de la oposición. La elección será entonces un hito fundamental en el proceso de reconfiguración del sistema político argentino, luego de un largo proceso de descomposición que alcanzó su punto culminante en noviembre de 2023 con el triunfo de Milei en la segunda vuelta.
En esa reconfiguración, todavía incipiente pero ya en marcha, reside la posibilidad de una recreación de un horizonte de previsibilidad que permita la recuperación de esa confianza nacional e internacional en el futuro de la Argentina que posibilite aprovechar la nueva oportunidad histórica que el país tiene por delante en este nuevo escenario mundial.
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