Por Jorge Raventos.-
Superadas las angustias que precedieron a la elección de octubre, el año 2025 se está cerrando muy al gusto de Javier Milei. El gobierno se dispuso a sacar provecho rápido de su sorprendente victoria. Ya ha ejecutado importantes cambios en su gabinete y su nueva estructura refleja, hacia adentro y hacia afuera, nuevas relaciones de fuerzas.
Hacia el interior del poder libertario se confirma el aumento de la influencia de Karina Milei, que desequilibra el antiguo “triángulo de hierro”. Ella aparece como alter ego del Presidente en un creciente número de decisiones operativos; es cabeza indiscutida del partido oficialista, define designaciones y ocupa con allegados puestos del dispositivo de la administración que tenían otros aspirantes (u otros ocupantes).
Desde que concluyó la elección de medio término, un Milei empoderado por el voto al oficialismo y mucho más sereno y medido que en meses anteriores, se dedicó a reestructurar su equipo y a ofrecer al menos algunas de las señales que esperaban tanto los mercados como las grandes fuerzas que lo ayudaron a superar con éxito la prueba electoral . El domingo 26 de octubre fue un punto de inflexión para el gobierno que vio abrirse ante él una nueva oportunidad.
Aquel rotundo resultado tuvo dos claves convergentes. En el plano doméstico, el oficialismo se benefició de confrontar con una oposición que, colonizada por la influencia kirchnerista, se atrincheró en el mero rechazo al gobierno y fue incapaz de elaborar una propuesta abierta al crecimiento y al futuro. La figura de Cristina Kirchner erosionada por los procesos judiciales, por su inhabilitación política y principalmente porque está conectada a sucesivas derrotas, congeló al electorado peronista del conurbano en propuestas que ya no funcionan. Y el gobernador Axel Kicilof, que aparece como su desafiante en la provincia de Buenos Aires, se encuentra enredado en un debate que lo vincula a ella como la otra cara de la misma moneda.
Pero el dato probablemente decisivo en la victoria del oficialismo fue el oportuno apoyo que Milei recibió del gobierno de Donald Trump, que lo ayudó a revertir una situación crítica y a ampliar sus bases de sustentación. Ese respaldo se ha convertido en garantía y tutela de la viabilidad del proyecto libertario. La nueva etapa se inaugura con una clara articulación entre la Casa Rosada y la Casa Blanca.
Junto con la ayuda que proporcionaron, tanto Trump como su secretario del Tesoro, Scott Besent, insistieron, en que Milei ampliara su base de sustentación y convocara a otros actores políticos. El Presidente invitó entonces a Mauricio Macri y convocó a una reunión de gobernadores. El encuentro con Macri no terminó como el jefe del Pro esperaba: la reestructuración del gabinete que el Presidente inició, aunque está en la línea del ensanchamiento de la base de apoyo que aconseja Washington, no sigue la idea de loteo del gobierno que imaginaban tanto Macri como muchos analistas. Para Milei “ampliar” no equivale a nada parecido a una coalición.
La incorporación al gabinete como ministro de Interior de Diego Santilli , una esquirla del macrismo, parece más bien un nuevo paso de Milei para desguazar el PRO. Milei le encomendó taxativamente a Santilli que se ocupe de seguir el diálogo con los mandatarios provinciales y con el Congreso, que el presupuesto nacional del año 2026 pueda compatibilizar los principios de equilibrio fiscal que el gobierno enarbola y la reivindicación de recursos, servicios y obras que las provincias demandan. Los gobernadores, por su parte, tienen motivos particulares de cada provincia para mantener abierto el diálogo y las posibilidades de cooperación recíproca.
Santilli ha servido a distintos gobiernos y encarna la idea de ampliación que el Presidente prefiere: la adhesión, la cooptación. Milei está construyendo un partido propio desde arriba -un rasgo que comparte con el primer peronismo-, y al ratificar su crecimiento electoral suma cuadros provenientes de fuerzas en declinación, como el Pro y la UCR. Esa dinámica seguramente continuará el año próximo. El viejo sistema de partidos se ha “balcanizado”.
Cumplida en la última semana de noviembre la incorporación a las cámaras de los recién electos diputados y senadores y consumados los cambios de casaca de legisladores de otras fuerzas que, después del escrutinio de octubre, decidieron sumarse al partido del gobierno, la Libertad Avanza cuenta con el segundo bloque del Senado y amenaza convertirse en primera minoría en Diputados: sólo le falta sumar a algún tránsfuga remolón o conseguir que se escinda formalmente el bloque de Unión por la Patria, un proceso con el cual coopera la notoria declinación del kirchnerismo.
La condición de primera minoría otorga ventajas en la distribución y la presidencia de las comisiones legislativas, que normalmente se distribuyen en proporción al peso de cada bancada.
Para sostener sus propuestas principales en el Congreso el oficialismo, más allá de sus propios bloques, prevé contar con el respaldo de un número variable pero suficiente de aliados. En primera instancia con la ayuda de los gobernadores más dispuestos, pero también con legisladores influyentes que se manejan con mayor autonomía.
La Casa Rosada espera poner a prueba esas alianzas antes del fin de las sesiones ordinarias del año pero después del 10 de diciembre, con el nuevo Congreso ya en funciones: el primer examen será la ley de Presupuesto. El oficialismo dejaría para las sesiones extraordinarias, después de las fiestas, el tratamiento de las reformas en estudio, empezando por la laboral, que ha tomado el nombre más contenido de “modernización”.
Por lo que trasciende, el gobierno está dispuesto a conseguir la ley aun al precio de moderar los proyectos más rigurosos que auspician ideólogos empresariales y, entre otros, el desregulador Federico Sturzenegger. Milei querría evitar choques con la CGT –y esta acaba de constituir un nuevo triunvirato de dirección que tampoco quiere una pelea, aunque necesite mostrar cierta aspereza en las palabras.
En las conversaciones discretas que ambos sectores despliegan se admiten acuerdos sobre nuevas formas de indemnización por cancelación del contrato laboral, se admite que los gremios sigan beneficiándose con los descuentos por planilla. Las organizaciones sindicales defienden como derecho adquirido la vigencia de los convenios para los trabajadores que ya están formalizados pero son concientes de que se necesitan nuevas reglas de juego para adaptarse a nuevas modalidades laborales y para alentar el blanqueo del trabajo hoy en negro; reclaman – eso sí- que las nuevas normativas se apliquen con supervisión y encuadramiento sindical.
El Presidente parece tener claro que la voz de los gremios es importante para facilitar la cooperación de un número suficiente de gobernadores y sus bloques. También sabe que no es conveniente que la buena noticia de la aprobación de una ley modernizadora se destiña con bataholas y desorden callejero. Para afrontar la nueva etapa el gobierno se ha provisto de una robusta dosis de pragmatismo.
Para lo que Milei prefirió no esperar hasta el 10 de diciembre fue para designar a los reemplazantes de Luis Petri y Patricia Bullrich, que aquel día estrenarán sus funciones como diputado y senadora. La decisión de Milei de convocar para el Ministerio de Defensa al jefe del Ejército, general Carlos Presti constituye una medida de gran densidad política.
Más allá de la personalidad de Presti y aún de las ideas (liberales) que se le atribuyen, su nombramiento como miembro del gabinete pone prácticamente un punto final a la extendida penitencia que el sistema político impuso a las Fuerzas Armadas después de la derrota en Malvinas y de la retirada del régimen tiránico inaugurado en 1976 con el derrocamiento de Isabel Martínez de Perón.
Algunos críticos de la designación han sostenido que en ese ministerio debería mantenerse un civil, para “garantizar la subordinación militar al poder político y evitar retrocesos en materia institucional”. Se trata, en el mejor de los casos, de un argumento candoroso. Las desobediencias o insubordinaciones no dependen de criterios de sastrería: el gobierno de Isabel Martínez tenía un ministro de Defensa civil cuando ella fue desplazada de la Presidencia y Raúl Alfonsín tenía un ministro civil cuando tuvo que sobrellevar la desobediencia carapintada.
La decisión presidencial fue en cambio muy bien acogida en el seno de las fuerzas. Tres antecesores de Presti en la jefatura del Ejército, de distintas envergaduras e ideas, han coincidido en cuestionar aquellas críticas. Si bien las opiniones negativas surgieron principalmente de filas kirchneristas, el general (RE) César Milani, a quien se le han adjudicado esas simpatías políticas, se diferenció de ellas. «Nombrar a un militar en la conducción de Defensa no solo no es un retroceso, : es una decisión que el peronismo debió tomar hace décadas- sostuvo Milani-.Lo lamentable no es la presencia de un militar conduciendo Defensa, sino que ese militar responda al ala liberal que históricamente perjudicó a la institución».
El general Martín Balza, que fue jefe del Ejército en la década del 90, cuestionó “esas declaraciones que dijeron que era un retroceso para la democracia que un militar sea ministro de Defensa porque fueron un desprecio hacia los militares”.
Por su parte, el general Martín Paleo, que fue jefe del Estado Mayor Conjunto hasta 2024 y fue candidato a senador en octubre en las filas republicanas de Ricardo López Murphy, se explayó sobre el tema. Consideró que aquellos argumentos son ” absolutamente discriminatorios. Tuvimos tres ministros que fueron parte de las organizaciones guerrilleras, montoneros, que atentaron contra gobiernos constitucionales. Taiana, Garré y Patricia Bullrich formaron parte de organizaciones que atentaron contra el orden constitucional. ¿Ellos pueden ser ministros y pueden ocupar cualquier cargo, pero el militar, como Presti, que estaba en la primaria cuando fue el golpe del 76, no debería serlo por su sola condición de militar?”
Paleo puso, sí, una objeción: “Es bueno que se designe un militar en el rol de ministro de Defensa, o al menos no es malo ni está prohibido tampoco -dijo-. Pero hubiera sido conveniente que este rol lo ejerciera desde la situación de retiro (…), ser ministro de Defensa no es un cargo escalafonario más, porque no es estrictamente militar, es un cargo político”.
La designación del general Presti en el gabinete es otra modalidad de la “ampliación” de las bases políticas que ensaya Milei.
El amplio acuerdo comercial con Estados Unidos que se firmará la tercera semana de este mes tendrá consecuencias de largo alcance. El acuerdo atornilla más firmemente el soporte que la Casa Rosada ha encontrado en Washington.
Sumado al claro respaldo ideológico y material que la administración Trump le ha ofrecido, ese convenio, cuyas cláusulas precisas aún no son públicas, insinúa una trascendencia mayor que su dimensión estrictamente comercial: allana el paisaje de obstáculos y alienta una corriente de inversión, que en primera instancia se notaría en campos donde el país cuenta con recursos naturales abundantes y con notables ventajas comparativas y, a un plazo más extendido, parece inscribirse en un gran programa de integración económica que Trump ya ensaya en América del Norte redefiniendo lo que fue el NAFTA (ahora,“Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá”) y hasta con la atrevida sugerencia de que Canadá se convierta en un estado más de los Estados Unidos.
La caída del índice de riesgo país como consecuencia de esta alianza en desarrollo promete un pronto reingreso de Argentina al mercado de capitales. De hecho, ya ha incentivado ese paso en el sector privado, donde se han registrado colocaciones de deuda por más de 3.000 millones de dólares y también en el sector público: la ciudad de Buenos Aires emitió deuda por 600 millones de dólares a una tasa muy conveniente.
Financiamiento más barato equivale a más posibilidades de inversión y, como consecuencia, un mejoramiento del empleo, que es una de las mayores preocupaciones actuales de la opinión pública.
De los detalles del entendimiento con Estados Unidos que han trascendido, algunos análisis han puesto el acento casi exclusivamente en los rubros de intercambio para destacar su asimetría: “Argentina cede mercado en 12 de los 16 puntos que se mencionan, Estados Unidos solo se compromete en cuatro”, se objeta.
Esa constatación sólo parece atenerse a una perspectiva mercantilista. Algunos análisis, aunque admiten el desbalance en lo comercial destacan que “el beneficio para nuestro país aparece en el capítulo de inversiones, un punto poco habitual en este tipo de acuerdos”.
En rigor, el convenio en ciernes, al despejar pesados velos de desconfianza merced a las prácticas y garantías que exige la articulación con la mayor potencia de Occidente, abre para la Argentina la posibilidad de facilitar tanto el intercambio como la inversión privada
Junto con la ampliación de las perspectivas, el despliegue de este cambio de orientación requerirá mayor apertura a la competencia a una economía que en muchos sectores tiene sus articulaciones enmohecidas por la ausencia de ese ejercicio.
El año 2026 presenciará seguramente un proceso paralelo de crecimiento de la inversión y de incremento de las tensiones surgidas del retraso de respuestas a grandes núcleos demográficos: un fuerte interrogante abierto reside precisamente en la capacidad del modelo productivo implícito del gobierno para encontrar soluciones al parate de la industria y al consiguiente incremento del desempleo. Las economías que en primera instancia parecen destinadas a absorber inversión –cobre, litio, tierras raras, energía, los datacenters para Inteligencia Artificial que promete Sam Altman- están localizadas lejos de los grandes conurbanos, que es donde se extienden la precariedad, el desempleo (y sus consecuencias más temibles: la droga y el delito). La sustentabilidad política requerirá ir encontrando respuestas económicas que combinen los incrementos de productividad con la atención a los grandes núcleos de mayor atraso relativo.
Desde un costado de la política se percibe la apertura como una amenaza y se opta por la resistencia. Es el caso del kirchnerismo, inclusive de su rama disidente: el ministro de Producción bonaerense, Augusto Costa, sostuvo que el acuerdo proyectado es “parte de una estrategia ruinosa, de subordinación y entrega de soberanía que pega de lleno en la provincia de Buenos Aires”. El gobernador Kicilof definió el entendimiento como “un nuevo estatuto del coloniaje”. Aunque lo hizo en un acto de la Juventud Peronista, empleó una retórica anterior a Perón, forjada por la prédica nacionalista de la década del 30 del siglo pasado.
Perón podría, en cambio, ser citado como un antecedente del acuerdo que está en desarrollo. Conviene recordar el hecho porque la recurrente evocación de la consigna “Braden o Perón” surgida en las elecciones de febrero de 1946 induce a un equívoco; esa dicotomía fue un instrumento propagandístico que dejó servido en bandeja la intervención agresiva del breve embajador estadounidense Spruille Braden, que se movió como agresivo agente coordinador de la coalición opositora a Perón, la Unión Democrática. Braden mantendría esa hostilidad desde sus funciones siguientes, como Secretario de Estado adjunto durante el gobierno demócrata de Harry Truman.
Pero Perón mantuvo, aún soportando esa tendencia adversa, una postura acuerdista con Washington que canalizaría a través del embajador estadounidense en Buenos Aires, George Messersmith, quien tuvo enfrentamientos con Braden, su superior, en defensa de un entendimiento con el gobierno peronista.
La oportunidad llegaría con el cambio de signo del gobierno en Estados Unidos. El 20 de enero de 1953 asumía la presidencia el republicano Dwight Eisenhower, general de cinco estrellas y héroe durante la Segunda Guerra. En julio de ese mismo año, llegaba a la Argentina en visita oficial, Milton Eisenhower, hermano del Presidente y enviado por este. Perón no desaprovechó la oportunidad de establecer una relación amistosa y constructiva con el nuevo gobierno norteamericano. “Decir que la recepción que me brindó Perón me dejó atónito es un pobre eufemismo: alfombras rojas, bandas pintorescas, guardias militares de honor por todas partes”, describiría años más tarde el enviado en sus memorias- En lo inmediato, el embajador estadounidense en Buenos Aires, Albert Nufer, informaba detalladamente al Departamentp de Estado: “Perón está literalmente burbujeante de buena voluntad y entusiasmo. Dijo que ahora tenía, por primera vez, la clara impresión de que el gobierno de EE.UU. no estaba mal dispuesto hacia el suyo y que existía por ende una verdadera oportunidad para mejorar las relaciones (…). y que él estaba convencido de que el gobierno de EE.UU. compartía su creencia en que el mejoramiento de las relaciones entre Argentina y EE.UU. era altamente deseable».
Nufer comentó en su informe que, en la conversación con Perón, éste se extendió en su idea de que podía sobrevenir una tercera guerra mundial y a la hora de la despedida agregó esta frase: “Eisenhower es un general con más antigüedad que yo, de modo que me pondré a sus órdenes”. El cable de Nufer reportaba que Perón exponía una indubitable vocación anti-comunista y que había reiterado su voluntad de recibir inversiones extranjeras. Poco tiempo después, el Congreso aprobaría el proyecto de garantía a las inversiones extranjeras y Perón enviaría a las Cámaras la propuesta de contratos de explotación petrolera a cargo de empresas controladas por Standard Oil.
En ese contexto expuso una idea que desplegaría en los meses siguientes: la de la unidad americana de polo a polo, “del Ártico a la Antártida”. Dedicó al asunto párrafos muy claros: “El único recurso para lograr que la independencia económica no sea un simple eslogan de circunstancias y de finalidades políticas, es el que nos impone, como un signo de nuestro tiempo, organizar nuestra complementación económica y echar sus bases definitivas en América. Esta no es cuestión de palabras, sino de realidades. Es indudable que el destino de América terminará en la unión continental de todos sus pueblos, desde el Ártico a la Antártida. Esta unión continental será realizada plena y absolutamente aunque no les resulte grato a quienes proponrn un nacionalismo estéril que, aun cuando resulte extraño, carece de sentido nacional (…) un nacionalismo realista e inteligente es el de aquellos países que cumplen solidariamente con las exigencias de sus funciones internacionales mediante una adecuada y progresiva complementación”.
Perón entendía que la lógica de la integración que apuntaba al continentalismo y el universalismo, constituía la tendencia histórica de fondo, la determinante, a la que no era realista ni inteligente enfrentarse. Se trataba de custodiar y desplegar los intereses propios en el seno de esa ola, no luchando contra ella.
Milei afronta el año próximo con algunos problemas económicos por resolver (acumular reservas, reactivar la producción y el consumo) pero con un paisaje político ordenado: apoyado en el voto, en la asociación con Washington y en mensajes reformistas que mantienen vivo hasta ahora el crédito del gobierno.
Afronta el riesgo de no contar con una oposición vigorosa y políticamente viable. Esa carencia puede conducir a que los conflictos tiendan a internalizarse y puede también ocasionar que haya conflictos se agudicen por no contar con canales aptos de expresión ni con conducciones capaces de negociar. Fuera de esos riesgos hoy lejanos, la renovación del liderazgo de Milei constatada a partir del 26 de octubre puede ser leída como el comienzo de un nuevo tiempo político. Esa es la primera perspectiva sobre el 2026.
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