Por Carlos Tórtora.-

Javier Milei se aproximó ayer un paso a Nicolás Maduro al decidir la baja de la jubilación de privilegio de Cristina Kirchner y la pensión de Néstor Kirchner, en una decisión inconstitucional y sin respaldo jurídico alguno, aunque obviamente simpática para un amplio sector de la población. La medida es en esencia demagógica y en lo patrimonial significará seguramente juicios millonarios contra el Estado argentino que seguramente terminará pagando un presidente que probablemente no será Milei. Lo que está en juego entonces no es si Cristina es o no corrupta sino que, en un estado de derecho, no puede revocarse un beneficio previsional sin una sentencia judicial.

Lo que acaba de hacer el presidente sólo puede hacerse mediante una ley del Congreso, que debería derogar el régimen de jubilaciones de privilegio, pero no lo hace. Así es que Milei, a través de un Decreto, anularía un derecho adquirido por ley, pasando a quedar todas las jubilaciones y pensiones de los argentinos, sometidas al arbitrio del presidente de turno.

Estamos así frente a un acto de corrupción igualmente grave que los delitos que se atribuyen a la expresidente.

Las falsas opciones

La ofensiva de Milei obviamente apunta a poner sobre el tapete la continuidad de las jubilaciones y pensiones de privilegio que cobran expresidentes y ex legisladores nacionales, ganándose la simpatía de la población que sin duda reclamaría la derogación de estos regímenes especiales, algo que el Congreso jamás votaría. La maniobra del líder libertario sería inteligente. Pero en este caso de máxima, el de Cristina, lo que él hace es crear una antinomia entre una decisión inconstitucional y un régimen previsional inmoral pero legal.

Por mucho que parezca reprobable, la subsistencia del estado de derecho exige que sólo puedan aplicarse los mecanismos constitucionales. Por el camino de Milei, con el pretexto de hacer justicia por mano propia, caminamos derecho hacia un sistema dictatorial, con un Congreso inoperante incapaz de corregir los excesos del Ejecutivo.

Cristina, como jefa de la oposición, es, sin duda, una desgracia para el peronismo y la política argentina. Pero Milei como jefe de un proyecto político es un peligro real para la democracia.

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