Por Luis Américo Illuminati.-
Hay una conocida parábola de Cristo sobre un hombre que se elogiaba a sí mismo frente a Dios en el templo y otro que por ser cobrador de impuestos (publicano) no se atrevía a levantar la vista. El fariseo, puesto de pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: «Dios, sé propicio a mí, pecador». Os digo -concluyó Jesús- que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido. Esta parábola de Cristo parece describir viejos y arraigados hábitos de la amañada política argentina. Han transcurrido 2.000 años y la autoalabanza hoy en la Argentina tiene otra fisonomía y otro cariz más audaz y descarado, toda vez que el prototipo del político de ahora -homo argentus- habla y pacta más con el Diablo que con Dios, los votos se los pide al primero. Al segundo no le rinde cuenta de nada, para él es un mito superado, Dios es una especie de fantasma, un cuento, una inocente fábula de nuestras abuelas beatas. La actitud del fariseo de la parábola hoy en la Argentina tiene un cariz totalmente diferente. El candidato ya no se dirige a Dios para alabarse a sí mismo en voz alta para que los oigan los que están en el templo, sino que como socio de los mercaderes que están afuera, desde el púlpito cual ilusionista les hace creer a las masas que él es como una suerte de mago, que viene a cambiar las cosas. Y las masas lo mismo que en el circo romano los aplauden, los endiosan como a los gladiadores del Coliseo y los votan. Y después ninguno de estos tribunos de opereta, ya conseguido el cargo, la banca y los honores, hará ayuno y sacrificios por los anónimos individuos que los votaron. Todos saben de quién y quiénes estamos hablando; estuvieron muchos años en el poder, su jefa principal está con tobillera, la mayoría de sus corifeos y acólitos están procesados, condenados e inhabilitados. Desde el balcón de San José 1.111 había festejado anticipadamente la derrota del presidente Milei, y, el domingo 26 de octubre último, ella y sus seguidores y adláteres se llevaron la sorpresa de su vida. La moraleja que dejan estas últimas elecciones -verdadero plebiscito- más allá de las encuestas y sondeos truchos y reales, es que no hay que cantar victoria antes de tiempo, pues la confianza y fe del ciudadano está en relación inversa con la saturación y hartazgo de la gente. Es una ley inexorable de la historia. Lo cual vale tanto para los perdidosos como para los victoriosos. El pueblo ha dado su inapelable veredicto y le ha dado a Milei no un cheque en blanco sino una segunda oportunidad para que siente cabeza, controle no sólo la economía, sino que gobierne y no delegue tanto sus funciones y subsane todos los errores anteriores. Si alcanza el objetivo, tal vez sea en 2027 reelegido. Caso contrario, su triunfo será tan efímero como el de Mauricio Macri, y volverán, no las oscuras golondrinas de Bécquer, sus nidos a colgar sino los buitres con sus alas de acero los cristales a romper.
 
									
						
31/10/2025 a las 2:28 AM
YO CUANDO PIBE, LE PEDI A DIOS DOCE MILLONES.
Y ME MANDO DOS BOTELLAS DE SEMILLON, UNO
SECO Y EL OTRO DULCE.
SE VE QUE, NO ME HICE ENTENDER BIEN !!
31/10/2025 a las 7:39 AM
Esperemos que de una vez por todas, Milei se dedique a gobernar en serio y de paso, exija que la chorra, condenada y presa devuelva lo que se robo.