Por Giuliano Iezzi.-

Paraguay tiene una de las tasas más bajas del Impuesto al Valor Agregado del Continente. Esto no es mérito del gobierno sino de su pueblo.

Hace años, el gobierno de turno intento aumentarlo. La gente distribuyó las fotografías de aquellos políticos, del cargo que fueran, que estuvieran a favor del aumento, y a partir de ese momento no pudieron ir ni a un quiosco sin que la gente, espontáneamente, les expresara su descontento. No podían permanecer en ningún lugar público sin recibir las diatribas más escarnecidas. Fueron escalando y se puso de moda lanzarles huevos a los automóviles en los que viajaban y a algunos en la cabeza y tirarles papel higiénico significando esto lo que debían limpiar.

El bonus fue que aprovechando la ocasión condenaron a los corruptos, visto que los jueces no actuaban, y varios tuvieron que renunciar a sus cargos.

La condena social no es soportable por nadie, por lo tanto así las cosas, el aumento no se dio, y punto.

Paradójicamente, la Argentina fue líder en esto de protestar contra los políticos, pero no tuvo éxito.

En el verano de 2001 los políticos y funcionarios debían soportar el ataque verbal de ciudadanos que espontáneamente le decían lo que pensaban visto que de otra manera estos se pavoneaban de su corrupción sin que nada les sucediera. Tanto se difundió el movimiento al grito de “Que se vayan todos”, que los políticos comenzaron a aparecer en los medios hablando del cambio necesario del costo político, la eliminación de lista sábana y la reducción del estado.

Indudablemente se había logrado el primer paso, estaban asustados y dispuestos al cambio.

El “incendio” corrió como en campo seco, y hasta los jueces tomaron cuenta y empezaron a hablar de reducir y mejorar.

La gente se sintió libre de poder manifestarse sin tapujos y decir su verdad.

El escrache sincero y apolítico parecía ser lo que es, una obligación más que un derecho.

Parecía que el tan esperado y necesario cambio se podía dar.

La explicación era muy simple, luego de que el político no cumpliera con lo prometido en las elecciones, no era justo esperar años para cambiarlo y hacerle saber el descontento. Había que hacerlo urgente, ahora y así se hizo.

Aterrados y sintiéndose arrinconados los políticos sacaron los “tanques a sueldo a la calle” y el contraataque se inició. Sus adalides, ocultando a muchos hechos y bajo la bandera de lo políticamente correcto fueron los Castro, los Longobardi, los Leuco los Lanata y una extensa segunda línea. Utilizo el plural porque todos ellos emplearon a adláteres que capilarmente hicieron lo mismo en todos los medios de segunda y tercer línea, nacionales y locales. En pocas palabras quien se defendía como podía de los políticos era calificado como un inadaptado, un energúmeno, un violento y una bestia. Públicamente se fue castrando el coraje. Para ayudar a los formadores de opinión, sus mandantes, realizaban escraches de color político con el doble efecto de intimidar a su oponente y de hacer aparecer a los verdaderos y sinceros como preparados. Lo importante y necesario para su éxito es que no se identificara por los medios la diferencia y así justos por pecadores todos a la licuadora. Finalmente el buenismo estúpido se adueñó de las voluntades, la vergüenza dejo lugar al no te metas y sin pena ni gloria, mientras las ultimas brazas era apagadas por los bomberos armados de políticamente muy correctas expresiones, se fue terminando el verano y junto con los últimos humos los políticos desvergonzadamente se tomaron unas “bien ganadas” vacaciones.

Así murió el “Que se vayan todos”, y a su regreso de las vacaciones, lo primero que hicieron fue aumentarse las dietas y como el coraje de la gente había sido castrado, trajeron a parientes amigos y hasta mascotas. Algunas de las mascotas son paseadas por funcionarios de alto rango y con custodia, como corresponde.

Lo más estúpido es que los volvimos a votar. Y así los juicios por corrupción siguen durando veinte años. Y quienes nos roban caminan por la calle a frente alta. Algunos son tan desfachatados, y visto que pueden, hacen gala de su corrupción.

Algunos chispazos se dan pero entre que no son noticia y son muy criticados en los medios, pasaron a ser cosas cómicas en las redes, en lugar de la seriedad que merecen.

Se confirma de esta manera que no hay punición para quien delinque y esto se ha desparramado como la mancha voraz a todos los estamentos de la sociedad, frente al estupor aparente de quienes deben saber y saben cuáles son los motivos reales de la descomposición social. Sin conciencia social no hay sociedad sin sociedad no hay nada, es el sálvese quien pueda y como pueda.

De este modo continuamos, sin prisa pero sin pausa, con las loables tareas de hacer pobre al país, quizás más rico del mundo, del puesto Primero en el 1898 ya lo tenemos en el 69, y conjuntamente con ello, producir la tan mentada justicia social. Esta última todavía no concluyó con la igualdad de todos, todavía no somos todos iguales, no somos todos pobres, pero por ahí vamos, y no cejaremos en el esfuerzo. Es muy cómodo ser felpudo.

¡Rohayhu Argentina!

¿Rohayhu Argentina?

Giuliano Dixit.

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