Por Carlos Tórtora.-

El lunes que viene no sólo puede implosionar el gobierno, al compás de múltiples presiones externas e internas. Hay señales también de que el peronismo puede reiniciar una interna salvaje que, inteligentemente, disimuló en los últimos meses. Y es de suponer que las tensiones en el PJ serán mayores en la medida en que mayor sea la diferencia a favor que obtenga en la elección en Buenos Aires.

El campo de batalla inmediato es la lucha por controlar el PJ bonaerense, cuya conducción, encabezada por Máximo Kirchner, vence el 18 de diciembre. En realidad, el plazo que establece la carta orgánica partidaria para convocar a elecciones ya está vencido.

Pero ocurre que, si bien Máximo asumió en diciembre del 2021, el congreso partidario recién lo hizo en marzo del 22, por lo cual tiene varios meses más de mandato. El presidente del congreso es Fernando Espinoza.

Para Axel Kicillof, desplazar al cristinismo del control del aparato político provincial es un objetivo esencial para consolidar su candidatura presidencial. Por carecer de peso en el partido, el gobernador le terminó cediendo dos meses atrás la mayor parte de las candidaturas a La Cámpora. Una de las primeras espadas de Kicillof, el Ministro de Desarrollo de la Comunidad, Andrés Larroque, acaba de admitir que no le disgustaría sucederlo a Máximo.

La guerra por el PJ no es inevitable, porque ya aparecen varios candidatos para un acuerdo de unidad como los intendentes Federico Otermin (Lomas de Zamora), Leonardo Nardini (Malvinas Argentinas) y Mariano Cascallares (Almirante Brown), además de la vicegobernadora Verónica Magario.

Sin tregua

Pero el problema de fondo es otro. Cristina Kirchner estaría decidida a impedir que su ex pupilo Kicillof levante vuelo. Su objetivo podría ser levantar otra candidatura presidencial y tenerlo al gobernador contra las cuerdas hasta que se subordine o bien se lo sustituya.

No es un secreto que un protegido de Cristina, Juan Grabois, estaría pensando en largarse para presidente, captando a la mayor parte del kirchnerismo, que recela del vuelco a la derecha que podría dar Kicillof. Éste, por su parte, tiene debilidades que no son poco. Por ejemplo, carece de arrastre entre los gobernadores peronistas, que remarcan su falta de ADN justicialista. Pero el proyecto Kicillof 2027 también sufre otra amenaza importante: Provincias Unidas crece y puede captar cada vez más votos peronistas.

Una interna salvaje entre CFK y Kicillof podría crear buenas condiciones para que muchos dirigentes emigren hacia Provincias Unidas.

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