Por Roberto Fernández Blanco.-

Como analizamos en el artículo Moneda y Soberanía, la mente emocional es un depósito de creencias, prejuicios, dogmas, doctrinas, axiomas, lemas, principios incuestionables, preconceptos, todos estos custodiados por un rígido enano despótico instalado en la mente emocional que no permite que sean cuestionados y condiciona nuestras interpretaciones y conductas.

Ejemplo de esto son las verdades religiosas, dogmáticas o doctrinarias, que consideramos inconcusas e intocables.

“Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio” (Einstein).

Solo una mente vetusta y atascada puede oponerse a aceptar la validez de una evidencia irrefutable. La siempre presente grieta profunda entre Ciencia o Emoción, Ciencia o Dogma, Ciencia o Creencia se convierte en una represa que bloquea el fluir del progreso.

Un freno a la evolución, al cambio productivo, al crecimiento, al desarrollo, al progreso.

Y esto está sucediendo con el tema “moneda”, donde prevalece el absurdo emocional frente a la simple evidencia que científicamente debemos incorporar.

Ante el argumento dogmático de que es inconstitucional suprimir la moneda nacional, o mejor dicho, la potestad de emitir la propia moneda, cabe primero preguntarse: ¿cuál de nuestras monedas es la constitucionalmente intocable: el peso moneda nacional, el peso argentino, el austral…?

La moneda no es un ente sagrado, un fetiche al que se debe irracional veneración.

La moneda es una simple herramienta como elemento de referencia para el intercambio de riqueza [bienes y servicios], para el comercio y el turismo.

De no existir riqueza el dinero es la nada misma.

Considerarla “constitucionalmente” intocable es un absurdo en sí mismo ante la sobrada evidencia de su vulnerabilidad en manos de los ocasionales administradores políticos.

¿O acaso olvidan cuando Néstor Kirchner desplazó a Martín Redrado del Banco Central?

Con moneda propia la Argentina quedará expuesta al próximo cabecilla con vocación despótica y mafiosa.

Y la más contundente evidencia a la que conduce la pertinaz tentativa de su preservación es lo que mencionamos entonces: “Emitir la propia moneda no da ni garantiza soberanía, más bien lo contrario, nos aísla del mundo, tal como lo comprobamos cada vez que viajamos fuera del país y vemos que nuestra moneda carece de valor y nos es rechazada”.

¿O acaso quien sostiene este argumento viaja al exterior con papel moneda argentina?

Quien comercia o viaja por otros países usa generalmente el Dólar USA o el Euro para sus transacciones, pues son unidades monetarias aceptadas en todo el mundo.

Quien viaja a Rusia, a China, a Noruega o adonde quiera viajar, no lo hace con moneda argentina pues no la aceptan en ningún lado.

La moneda argentina está depreciada, despreciada y prácticamente extinguida.

Usar el término “constitucional” para impedir evolucionar en el tema moneda es como pretender parar un vampiro con una cruz, un argumento sin consistencia que choca brutalmente contra la evidente realidad, la demanda social.

Más aún, el nivel de evidencia alcanzado es innegable salvo que se pretenda convertir una potestad en un fetiche.

Nuestra moneda es un zombi, un muerto que pretenden reavivarlo con brujería.

La irrefutable realidad es que ya no se acepta [ni se aceptará] para las más importantes operaciones comerciales, la venta de muebles e inmuebles, las transacciones de todo tipo.

Solo una mente especuladora e interesada en preservar la corrupción, o tontamente doblegada, pretende reinstalar este maldito juguete de las oligarquías [casta] con el que alimentan el malgasto público con déficit fiscal expoliando al pueblo productor de su riqueza.

Insertémonos en el mundo de una vez por todas.

Usemos las monedas que prevalecen en el comercio y el turismo internacional, la que sea valiosa en el momento que sea, hoy el Dólar o el Euro, mañana cualquiera otra que adquiera la condición de preferida, el Yuan o el Rublo o el Real brasilero, y despojémonos de la máxima herramienta de corrupción y latrocinio que implica la emisión de moneda argentina.

Continuar por este destructivo camino de pretender preservar lo definitivamente caduco es insensato.

Y si no, consulten los sabiondos promotores del fetichismo monetario una tabla de currencies (monedas) a ver si encuentra mención alguna de la moneda argentina.

El más rápido camino para terminar definitivamente con la inflación monetaria que nos corroe y que alimenta la corrupción y el parasitismo de los funcionarios políticos y sus asociadas oligarquías (la casta en conjunto), es dar por definitivamente extinguida la moneda emitida en nuestro país.

Simplemente “no sirve, se extinguió, murió”.

No perdamos más tiempo en tonterías cuasi-dogmáticas que nos detienen, nos paralizan mientras el mundo sigue avanzando en su desarrollo.

La moneda es un elemento de referencia para el intercambio de bienes y servicios, una simple pero esencial herramienta que para su plena y precisa vigencia debe [debería] cumplir la condición de ser inmutable, invariable esto es, intocable para evitar la adulteración de su condición de patrón de referencia, de similar manera como quedó establecido el “metro” como unidad universal de medida patrón de las longitudes.

Según el juez Rosatti la eliminación del peso es inconstitucional, recomendando a los economistas que lean la Constitución, cuando en realidad es el juez Rosatti quien debe leer y aprender de economía y de la naturaleza del comportamiento natural humano, bien explicitado por la economía moderna de Jevons, Menger y Walras y en particular por dos famosos filósofos de la economía [que equivocadamente se suponen contrapuestos] los que han resaltado -con claridad meridiana- la intrínseca naturaleza de la economía, “La Acción Humana” de Ludwig von Mises [1963] y –muy anterior [1847] la mención del empresario Friedrich Engels –socialista liberal evolutivo [opinión respaldada por el inefable Antonio Escohotado], principal coautor del componente moderado del Manifiesto Comunista, quien en el primer capítulo [Burgueses y Proletarios], reconoce y pondera la fuerza y energía de la “Acción Humana” a la que debe prestarse la principal atención, diciendo textualmente: “la burguesía [refiriéndose a los emprendedores de la progresista Revolución Industrial] ha sido ella la primera en demostrar lo que puede realizar la Acción Humana; ha creado maravillas muy distintas a las pirámides de Egipto, a los acueductos romanos y a las catedrales góticas, y ha realizado campañas muy distintas a las migraciones de los pueblos y a las Cruzadas. La burguesía [los emprendedores] no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de producción, y con ello todas las relaciones sociales.”

Y cabe enfatizar que en ambos casos, Engels y von Mises se refieren a “La Libre Acción Humana”.

Rosatti “no tiene razón”, está equivocado y se suma a los que exponen a la Argentina a un trágico riesgo.

Así como se aceptó en Argentina el “metro” como unidad de medida, pese a haber sido instituido en Francia en el Siglo XIX, sin oponerse con la torpe idea de que por razones de soberanía debería Argentina tener su propia unidad de medida para las longitudes, así también debe analizarse y considerarse científicamente y fuera de toda pretensión dogmática, la adopción de una unidad de moneda de elección natural por parte de “La Libre Acción Humana”, por las simples y poderosas razones del “natural comportamiento de los humanos”, tal como muy sintéticamente hemos analizado más arriba.

El Juez Rosatti, con el argumento de la soberanía y de la implícita rígida constitucionalidad de emisión de la propia unidad de referencia monetaria, pretende imponer un sistema bimonetario con nueva moneda propia que solo va a servir para consolidar definitivamente el desastre económico argentino por una simple y más que obvia razón, esto es, que nadie volverá a sacar de los colchones y exponer a la luz sus dólares o euros (u otras representaciones de riqueza) conscientes y advertidos de que tarde o temprano volverá un nuevo cabecilla con mente marxista saqueadora a aumentar el gasto público corrupto [el latrocinio] sustentándolo despóticamente con emisión monetaria -tal como sucedió con la administración de Néstor Kirchner- terminando de hundir a la Argentina a semejanza de la CUBA castrista, la Venezuela chavista o la Nicaragua de Ortega.

Un simple juego esclarecedor para los que pretenden una nueva unidad monetaria argentina: tomen nota de las exiguas declaraciones patrimoniales de los enriquecidos de las oligarquías enquistadas [políticos, sindicalistas, seudo-empresarios prebendados y cabecillas piqueteros] y observen que sucede cuando un intendente o un sindicalista u otros de la casta de estas oligarquías se divorcia y vean como se desprecian los “pesos” y afloran los dineros ocultos que se disputan en las oscuridades, que sin ser publicados y declarados, resultan en enormes sumas en moneda “extranjera”, hechos que terminan siendo de conocimiento público y que confirman adonde ha ido a parar -mediante la subrepticia emisión monetaria- la riqueza expoliada al más del 90% de la población argentina, el 60% sumergida en la pobreza y la indigencia y el resto en estado de decadencia dispuestos a huir del país.

Al imponer el bimonetarismo los dólares del colchón no se moverán, los argentinos no correrán riesgos, no repetirán el mismo error, allí quedarán y no saldrán a la luz para ser invertidos en generación de riqueza [que es lo que debemos ponderar y potenciar], pues está ya instalado en la mente emocional de los argentinos que –de existir moneda argentina- lo que hoy blanqueen tarde o temprano volverá a ser saqueado.

El bimonetarismo solo servirá para que las oligarquías predadoras [castas de la política, el sindicalismo, los jeques piqueteros y los empresarios prebendados] enriquecidos con dineros del erario tan solo blanqueen y legalicen una parte de sus latrocinios para disimular sus ilícitos niveles de riqueza.

Con el bimonetarismo de Rosatti y sus sostenedores, nadie más volverá a blanquear y ese potencial de riqueza jamás se convertirá en inversiones productivas en el país.

La futura Argentina será una enorme villa miseria.

Y atentos a las pretensiones de los bimonetaristas, lo más lógico sería que simple y directamente traten de imponer la nueva moneda argentina que piensan inventar [¿el Peso Patria?] y traten de mantenerla con cero emisión monetaria.

Si lo logran, quizás dentro de 25 o más años algunos se animen a sacar los dólares del colchón.

Ciencia o dogma, muchachos.

La moneda no es un fetiche, ni reliquia ni objeto de culto.

Y menos aún soberanía, ya que con este dogma constitucional los que han manoseado la potestad de emitir moneda han usado esa potestad para hurtar enorme cantidad de riqueza de los argentinos sumergiéndonos en esta “soberana miseria” que enluta a nuestra patria.

Ver también:

Moneda y soberanía

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