Por Carlos Tórtora.-

La recomposición del mapa político poselectoral empieza a mostrar su perfil. Da la impresión de que el mayor acierto político de Javier Milei es ahora la ausencia de agresividad en su discurso público y la adopción de un tono casi neutro, parecido al de un mandatario europeo y no al del vociferante Donald Trump.

Un Milei moderado en las formas pero resuelto a profundizar el fondo, o sea el ajuste, puede ser entonces mucho más efectivo y peligroso. El gobierno no dudó entonces en pisar el acelerador de las reformas laboral, tributaria y previsional.

En la vereda de enfrente el presidente tiene un peronismo al cual la derrota lo despertó sólo para lanzarlo a una interna que promete durar no menos de un año. Por ahora sólo hay dos bandos. Axel Kicillof creería que, con paciencia y sin romper el PJ, conseguirá finalmente ser candidato a presidente y desplazar a la familia Kirchner. Cristina, por su parte, no admitirá nunca que su sombra produjo la derrota del 26-O. Su plan parece ser esmerilar todo lo que pueda a su ex discípulo el gobernador, sin importarle ser funcional a la reelección de Milei.

El internismo peronista y el nuevo tono moderado del presidente son entonces una combinación letal para el funcionamiento de la oposición. El primer resultado de este cambio es obviamente la paralización opositora en el Congreso. Tal vez el mayor ejemplo es el la sanción pendiente en el Senado de la nueva regulación de los DNU. La cámara alta ya había aprobado el proyecto, que volvió porque fue modificado por Diputados. Ahora, con sólo ratificarlo, los senadores obligarían a Milei a negociar cada DNU, porque si las dos cámaras no lo aprueban, el mismo perdería vigencia en 90 días. Se trata entonces de una operación política que dejaría casi inerme al gobierno. Pero ahora surgen dudas: ¿se animará el peronismo a golpear cuando los mercados y la banca internacional alaban la gestión libertaria? En pocos días más se sabrá la verdad, porque si el Senado no trata el tema sería un claro indicador de que la oposición bajó los brazos.

Sin aliento

Con este panorama, no arriesgamos mucho si decimos que la crisis peronista en lo inmediato dejará al país sin oposición real. En la práctica no surge tampoco un liderazgo opositor que convoque a un frente anti Milei. A Kicillof, por lo que parece, le quedaría grande este rol. Además, el proyecto de tercera fuerza representado por Provincias Unidas empezó con serios tropiezos electorales y ahora Milei pone a los gobernadores en un dilema: si colaboran con el gobierno perderían los votos y si confrontan se les haría difícil gobernar.

Lo curioso -y dramático- es que la oposición tiende a desarticularse cuando la crisis se sigue profundizando y el gobierno reconoce que su única respuesta es más ajuste. Si la tolerancia social al ajuste se sigue estirando parecería que el modelo libertario puede llegar al año que viene en condiciones de montar el escenario de la reelección. Todo presidente se enamora de las fórmulas que le dieron resultado y Milei no es la excepción. Así que seguramente va a intentar polarizar nuevamente con un peronismo anclado en el pasado por el protagonismo de Cristina.

En lo inmediato, el gobierno debe ganar tiempo hasta que, el 10 de diciembre, el nuevo Congreso le permita mostrar más fuerza.

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