Por Carlos Tórtora.-
El país político está empezando a funcionar en dos realidades divergentes. El gobierno, jaqueado y con todos los indicadores en contra, se aferra a la fantasía de que el 26 de octubre se impondrá en las urnas y esta ilusión le permite simular que aún puede sobrevivir. Mientras tanto, la dirigencia política, empresaria y sindical, da por descontada la derrota de Milei y se dedica a sacar cuentas de cómo y cuándo se produciría su caída.
Hay coincidencia en que hasta el 26 de octubre el gobierno podría sostenerse, siempre y cuando no se produzca un estallido social, un descontrol cambiario o ambos a la vez.
La semana que pasó, dos senadores kirchneristas, José Mayans y Sandra Mendoza, dieron por terminada la presidencia de Milei y Victoria Villarruel tuiteó que en América Latina es cada vez más frecuente que los presidentes vayan presos, aludiendo directamente a Jair Bolsonaro pero indirectamente al libertario. Coincidentemente, la posibilidad de la destitución mediante un juicio político largo y complejo es bastante remota. De hecho, nunca ocurrió en la Argentina, pero sí podría darse que dos tercios de los diputados votaran por la acusación y que esto precipitara la renuncia del presidente.
Especulaciones hay muchas, pero lo cierto es que, si la actual crisis llega a su etapa terminal, se aplicaría el mecanismo previsto en la Ley de Acefalía 25.716, que se sancionó en el 2003 y todavía nunca fue aplicada. La creencia generalizada es que la renuncia del presidente produce la acefalía. Pero no es así. Sólo se produce cuando no hay presidente ni vice. En 1973, hubo acefalía porque renunció Héctor Cámpora y también su vice, Vicente Solano Lima. En el 2001, la renuncia de Fernando de la Rúa produjo la acefalía, porque el vicepresidente, Carlos Chacho Álvarez, ya había renunciado tiempo atrás. Lo nuevo ahora es que, si Milei renuncia, todo indica que Villarruel tiene la voluntad política de ejercer el poder y hasta de completar el mandato. Para ello, cuenta con el apoyo de Mauricio Macri y de parte del Círculo Rojo. La clave parece estar en si el peronismo la sostendría o presionaría para que convoque a elecciones anticipadas.
Las variables
La otra variable que se abriría es que Villarruel no encuentre suficiente apoyo para sostenerse en el poder o bien que la crisis se la lleve puesta y entonces también renuncie. Entonces sí se aplicaría el mecanismo de la 25.716. El Poder Ejecutivo sería entonces desempeñado transitoriamente en primer lugar por el Vicepresidente Provisorio del Senado, hoy el libertario Germán Abdala, por el presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem, o por el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Horacio Rosatti. Pero esta designación sólo tendría vigencia hasta que se reúna la Asamblea Legislativa y, de acuerdo al artículo 88 de la Constitución Nacional, elija presidente hasta la terminación del mandato. En este punto ya es explícito que los gobernadores nucleados en Provincias Unidas proyectan la siguiente secuencia: que Juan Schiaretti asuma como diputado nacional el 10 de diciembre y que se produzca entonces la remoción de Martín Menem de la presidencia de la Cámara. Schiaretti asumiría en su lugar, esto precipitaría la renuncia de Milei y Villarruel y el cordobés quedaría a cargo del Ejecutivo para convocar a la Asamblea Legislativa.
Obviamente, el estrellato de Schiaretti podría convertirlo en un fuerte presidenciable, por lo cual esta operación inquietaría a Axel Kicillof. En cambio Cristina Kirchner, deseosa por evitar que Kicillof se quede con el kirchnerismo, podría apoyar a Schiaretti.
De más está decir que en estas conjeturas falta incluir qué haría LLA en este contexto. Si el gobierno cae derrotado en las urnas, la pérdida de poder de Karina Milei la colocaría en una situación insostenible y entonces lo más probable es que el bloque libertario ingrese en una interna salvaje entre karinistas y disidentes, guerra que por otra parte ya empezó.
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