Por Carlos Tórtora.-

Lo que ocurrió ayer en el Senado era previsible. Y, lo más importante, el golpe que el Congreso acaba de darle al Ejecutivo tiene un autor principal: Javier Milei. Él fue el quien incumplió casi todas las promesas hechas a los gobernadores y el que demonizó a senadores y diputados durante un año y medio, azuzando a sus seguidores contra la casta, sin reparar en cuáles serían los costos de esta política. Se puede decir que ayer el presidente completó una trayectoria circular y en algún sentido volvió a diciembre del 2023. Cuando asumió estaba solo y ni siquiera con un partido propio como tiene ahora.

Usando sobre todo la presión del manejo de las cuentas públicas, Milei y su hermana disciplinaron a parte del PRO, de la UCR y de los partidos provinciales primero y luego finalmente captaron a la mayor parte de los gobernadores usando técnicas extorsivas. Hay que hacer notar que casi ningún dirigente se sometió a Milei por convicción y casi todos lo hicieron por conveniencia, por miedo o por una combinación de ambas cosas.

¿Qué cambio ahora? La clase política, por primera vez, advierte que el gobierno está en un callejón sin salida. Está obligado a mantener el superávit fiscal y el ajuste eterno y esto a la vez significa una creciente pérdida de votos que muy probablemente lleve al gobierno a la anemia electoral.

En este sentido, bien podemos decir que Milei está solo como al principio. Pero con una gran diferencia. Cuando asumió contaba con un gran crédito social que fue dilapidando rápidamente. Ahora su credibilidad es escasa y está frente a una oleada de malas perspectivas. Las investigaciones del caso $LIBRA se acelerarían en las próximas semanas, el dólar ya está cerca de superar el esquema cambiario de bandas. Además, las grandes empresas están abandonando el país aceleradamente. La noticia de que Carrefour se prepara para dejar el país no es un dato menor. Estos son sólo algunos de una docena de síntomas que reflejan una crisis de fin de ciclo.

¿Hay margen para una reacción?

Tal vez la pregunta más importante para hacerse es qué puede hacer Milei desde su nueva soledad política. Reconquistar a los gobernadores y a la oposición dialoguista sería un imposible al menos hasta noviembre, cuando cese la lucha electoral.

Mientras tanto, el líder libertario divaga y pretende culpar a Victoria Villarruel por su presunta traición, como si los senadores la consultaran a ella sobre sus planes.

También puede optar por profundizar su camino hacia la autocracia, con lo cual amenaza. Sin aliados políticos importantes, la construcción de una dictadura sería imposible, porque tendría en contra al Congreso y al Poder Judicial.

Es que la parte menos visible del aislamiento presidencial está en el creciente disgusto del círculo rojo. Esto ya afloró cuando algunos analistas vieron la mano de Héctor Magneto y Paolo Rocca detrás del fallo de la Corte Suprema que generó la inhabilitación de Cristina Kirchner para ejercer cargos públicos. Era obvio que la Corte no estaba beneficiando en lo más mínimo al presidente, que había elegido a Cristina como su contendiente electoral preferida. El fallo fue la primera señal de que el establishment local está cada día más incómodo con Milei.

A partir del fallo, empezaron las señales de malestar en los mercados hasta que llegamos al documento del JP Morgan aconsejando a los inversores irse del carry trade y el fallo de Loreta Preska condenando a Argentina por el caso YPF. Milei está ahora bajo fuego amigo y condenado a la soledad política hasta el 26 de octubre. A partir de entonces, se volverá otra vez a repartir cartas.

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