Por Hernán Andrés Kruse.-
¡Pobre liberalismo! ¿Qué pecados cometió para ser ultrajado de manera tan impiadosa por el presidente Javier Milei? Porque si hubiera que caracterizar los casi dos años de gobierno libertario la palabra que mejor lo haría sería, en mi opinión, el ultraje.
¿Por qué Milei no se cansa de ultrajar al liberalismo? Para responder semejante pregunta nada mejor que comenzar por recordar aquella memorable definición de liberalismo que dio el gran Ortega en su libro “La rebelión de las masas”:“El liberalismo es la suprema generosidad: es el derecho que la mayoría otorga a las minorías y es, por tanto, el más noble grito que ha sonado en el planeta. Proclama la decisión de convivir con el enemigo, más aún, con el enemigo débil”.
El liberalismo es, para Ortega, más, mucho más, que una doctrina económica. El liberalismo no se reduce a la economía de mercado. Por el contrario, es una cosmovisión o, si se prefiere, una filosofía de vida. El liberalismo sitúa en lo más alto del podio al hombre en su calidad de persona. Para el liberalismo el hombre, cada hombre de carne y hueso, usted, yo y los miles de millones que habitan esta tierra, son merecedores del más absoluto de los respetos. Lo son porque son (somos) portadores de derechos que no pueden ni deben ser conculcados. Merecen destacarse, por ejemplo, el derecho a la vida, el derecho a vivir dignamente, el derecho a expresar las ideas sin temor a represalia alguna del gobierno de turno, el derecho a la libre expresión de las ideas políticas, el derecho a la salud, el derecho a la vivienda, el derecho a gozar de la seguridad jurídica y el derecho a la educación.
El liberalismo es, reitero, una filosofía de vida que garantiza una convivencia social basada en el respeto, la tolerancia, la justicia y, por supuesto, la libertad. El liberalismo, es necesario reiterarlo todas las veces que sean necesarias, no se reduce al libre mercado. Porque el libre mercado, también conviene tenerlo presente todas las veces que sean necesarias, ha convivido sin problemas con regímenes autoritarios. Un ejemplo que nos toca bien de cerca es el de Augusto Pinochet, quien se adueñó de Chile en septiembre de 1973 luego de derrocar al presidente constitucional socialista Salvador Allende. Uno de sus ministros más relevantes fue Hernán Bücchi, quien ocupó varios cargos en el área económica.
Büchi obtuvo un MDA en la Universidad de Columbia en 1975. Sin embargo, debido a sus simpatías por el liberalismo económico, siempre se lo emparentó con los Chicago Boys, quienes estudiaron economía, precisamente, en la Universidad de Chicago. Entre 1985 y 1989 fue Ministro de Hacienda. Según el historiador británico Edwin Williamson dicho nombramiento “marcó el inicio de la recuperación económica. La estrategia de Büchi consistió en crear las condiciones financieras para un crecimiento estable, impulsado por las exportaciones, y reorganizar las estructuras productivas del sector exportador…El crecimiento económico promedió entre el 5% y el 8% entre 1985 y 1988, la tasa más alta de la región” (fuente: Wikipedia, La Enciclopedia Libre). Ello explica que economistas del fuste de Friedrich Hayek y Milton Friedman, hayan exclamado que Chile estaba viviendo un milagro económico.
El problema es que, mientras el plan económico de Büchi daba sus frutos, en el Estadio Nacional de Santiago de Chile se torturaba y ejecutaba a miles de prisioneros. El estado de derecho brillaba por su ausencia, al igual que las libertades y garantías individuales. La dictadura pinochetista había hecho añicos al liberalismo como filosofía de vida. ¿Cómo fue posible, entonces, que un liberal como Hayek, autor de libros memorables como “Camino de servidumbre” y “Los fundamentos de la libertad” haya apoyado a semejante régimen autocrático? Confieso que aún hoy no entiendo la postura de don Friedrich.
Semejante apoyo de tan distinguidos economistas a la dictadura chilena convenció a millones de personas que dicho régimen era liberal. Ahora bien ¿cómo podía ser considerado liberal un gobierno que conculcó a mansalva los derechos humanos? Si el liberalismo jurídico es avasallado, el gobierno que lo hace es enemigo del liberalismo por más que aplique una economía de mercado. Pinochet fue, por ende, enemigo del liberalismo. Sin embargo, reitero, Hayek y Friedman hablaron del milagro chileno.
Lamentablemente, un fenómeno similar está aconteciendo en nuestro país desde que Javier Milei asumió la presidencia de la nación el 10 de diciembre de 2023. Don Javier se proclama anarcocapitalista. El anarcocapitalismo es una postura extrema del liberalismo económico. Su más claro exponente fue Murray N. Rothbard. Expuso su pensamiento con meridiana claridad en su libro “El Manifiesto libertario” de comienzos de los setenta. Don Murray aborrece el Estado. Para él la sociedad es genuinamente libre cuando su funcionamiento queda en manos privadas: la salud, la educación, la justicia, la seguridad, etc. En consecuencia, todo lo que huela a intervención estatal, por mínima que sea, es sinónimo de socialismo.
Javier Milei es un fiel discípulo de Rothbard. Cuando confesó en una entrevista que se consideraba un topo dentro del Estado, no estaba contando un chiste. Está convencido de que el Estado es el mal absoluto, el único culpable de todos nuestros males, sinsabores, pesadillas. En consecuencia, la única forma de sacar al país de la ciénaga es pulverizar el Estado, aniquilarlo. El problema es que pretende hacerlo por la fuerza, intenta instaurar una concepción económica extremista en una sociedad que, culturalmente, está en sus antípodas.
En efecto, si uno repasa nuestra ajetreada historia política e institucional se percatará que, salvo el período de la Generación del Ochenta, es decir, desde la presidencia de Mitre hasta la llegada al gobierno de Yrigoyen, la democracia de masas o democracia caudillista impuso sus normas. Ello significa que durante la mayor parte hemos sido gobernados por caudillos que frecuentemente se situaban por encima de la constitución y que enarbolaban la bandera del estatismo. Los argentinos somos, culturalmente, estatistas. Nos hemos acostumbrado a esperarlo todo del Estado o, si se prefiere, de la voluntad del gobernante de turno.
Ahora bien, semejante cultura no puede ser reemplazada en veinticuatro horas por una cultura anarcocapitalista. Es imposible. Para que ello acontezca es fundamental inculcar a la sociedad los valores libertarios. La educación juega, por ende, un rol fundamental. Pero ese proceso lleva muchísimo tiempo. Ello explica por qué el gobierno de Milei está condenado al fracaso. Lo está porque no se puede imponer una concepción anarcocapitalista a una sociedad populista, salvo que lo haga a través de una dictadura.
Y aquí arribamos al meollo de nuestra reflexión. ¿Es propio de un liberal imponer por la fuerza las ideas que profesa? ¿Es propio de un liberal insultar a quien piensa diferente? ¿Es propio de un liberal enarbolar las banderas del fanatismo y la intolerancia? Por supuesto que no. Un liberal jamás se burlaría de un nene con discapacidad o aplaudiría a las fuerzas de seguridad que reprimen todos los miércoles a los jubilados en la Plaza del Congreso. Así como Büchi no es liberal porque trabajó para Pinochet, Milei no lo es porque es, en esencia, un autócrata.
En La Libertad Avanza impera el más estricto verticalismo. Para gozar de la confianza de don Javier y de su poderosa hermana, es fundamental ser un puro ideológico (ser un genuino anarcocapitalista) o bien ser leal (que en la práctica implica ser un obsecuente). Milei es, qué duda cabe, un fiel discípulo de Perón. Desde que asumió en diciembre de 2023 supera largamente el centenar el número de funcionarios que fueron despedidos por haber osado cuestionar a sus jefes naturales. La diversidad de criterio está prohibida, ni qué hablar de la libertad de pensamiento.
Milei no hace más que poner en evidencia su menosprecio por el liberalismo como filosofía de vida. No tolera ningún atisbo de disidencia, discrepancia, rebeldía. En La Libertad Avanza el libre albedrío está terminantemente prohibido. Una vez el experimentado dirigente kirchnerista Agustín Rossi afirmó que quienes son diputados por el kirchnerismo no son librepensadores. Lo mismo acontece con los diputados por LLA. La gran diferencia es que Rossi no enarbola las banderas del liberalismo mientras que don Javier sí lo hace.
En nombre del liberalismo el presidente de la nación no ha hecho más que ahondar la grieta, fomentar el odio entre los argentinos, inocular el virus de la intolerancia y el fanatismo, burlarse de los discapacitados, apoyar a un genocida con Benjamín Netanyahu, valerse del insulto y la diatriba para denigrar a quien piensa diferente. Milei es un antiliberal químicamente puro. Como lo es Büchi. Cree que su verdad es un dogma que no puede ni debe ser cuestionado. Y su verdad es el déficit 0. Quien discrepa con ese dogma, aunque adhiera al liberalismo, es un mandril. Milei no concibe que su pensamiento esté sujeto a permanente recusación. No concibe que sea, como toda persona, falible. Puede, y de hecho lo hace con frecuencia, equivocarse, como cualquier hijo de vecino.
Milei no es liberal porque es un megalómano. En este sentido es muy similar a Perón y a Cristina. Está convencido de que las fuerzas del cielo lo colocaron en la Casa Rosada para marcar un punto de inflexión histórica, es decir, para dividir a la historia Argentina en un antes de Milei y un después de Milei. Se cree un ser superior, un imprescindible, al igual que Perón y Cristina. Está convencido de que es una estrella internacional, que todo el mundo está pendiente de sus pasos. Cree que el emperador Donald Trump lo considera un igual y que, por ello, está en condiciones, por ejemplo, de mediar en el conflicto entre Rusia y Ucrania.
Además, es, como la inmensa mayoría de nuestros políticos, un mentiroso. Prometió que el ajuste lo iba a pagar la casta. El ajuste lo está pagando el pueblo, como siempre. Prometió el fin del imperio de la casta política. Sus funcionarios más cercanos son emblemas de la casta política, como Guillermo Francos y Martín Menem. Prometió combatir la corrupción. El “Karinagate” ha pulverizado dicha promesa.
Javier Milei es uno más de los tantos caudillos que se sentaron en el Sillón de Rivadavia. Es un populista de derecha, como lo fue su idolatrado Carlos Menem. Es, además, un cínico y un perverso. ¿Cómo es posible, entonces, que semejante desquiciado haya llegado a la presidencia por el voto popular? ¿Cómo es posible que alguien que se ufana de ser liberal pero que en los hechos no hace más que injuriar al liberalismo como filosofía de vida, todavía conserve un relevante nivel de apoyo popular? Es probable que la decadencia de nuestra clase política tradicional y el hecho de que estemos desquiciados como sociedad lo expliquen.
En su edición del 30 de agosto Perfil publicó un artículo de Jorge Fontevecchia titulado “El problema”. Se vincula estrechamente con mi nota. Por un lado, el autor destaca el hecho de que es imposible que alguien que odia al Estado, pueda ejercer adecuadamente las funciones de presidente de la nación. Por el otro, Milei está donde está porque nosotros, con nuestro voto, decidimos que ello sucediera. Que hoy tengamos un presidente desquiciado no hace más que confirmar lo enferma que está la sociedad argentina. Aconsejo su lectura.
02/09/2025 a las 10:54 AM
ESTOS CHICOS DICEN SER LIBERALES, CUANDO MUCHOS DE ELLOS EN SUS ANTERIORES EXPERIENCIAS (BASTANTE RECIENTES), NO PUEDEN SER RELACIONADOS AL LIBERALISMO.
VAN A TRANSFORMARSE EN EL INVENTO DEL MOMENTO SOLO PARA GANAR ELECCIONES.
LES CABE A TODOS, HACEN EXACTAMENTE LO MISMO.
03/09/2025 a las 4:14 PM
KA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
La moneda está en el aire
VicenteMassot
Fuente: InC.
(*) Notiar.com.ar
3/9/025
Se acostumbra decir que las dudas —que hoy no hacen más que acrecentarse sobre lo que pueda pasar el 7 de septiembre y el 26 de octubre, en oportunidad de substanciarse, primero en el ámbito bonaerense y luego a nivel país, dos comicios de la máxima importancia— son producto, en buena medida, del riesgo anejo a una eventual victoria kirchnerista en las urnas.
Por supuesto que la idea tiene fundamento, en atención al hecho de que la deriva oficialista no es del todo firme y un retorno al poder del populismo criollo podría echar abajo, en cuestión de días, el enorme esfuerzo hecho hasta el momento para ordenar la economía.
Si bien es cierto que la administración libertaria, con base en el superávit fiscal y el adecentamiento de las cuentas públicas, ha logrado cuanto ninguno de sus antecesores consiguió consolidar en el último medio siglo, no lo es menos que todavía deberá recorrer un largo camino para cantar victoria.
Por lo tanto, cualquier imponderable que se cruce en su camino o cualquier daño autoinfligido, puede obrar efectos tanto o más dañinos que la sospecha de un triunfo de los K en las elecciones a punto de llevarse a cabo. Dicho de manera distinta, el miedo a los kukas es real, pero no deja de ser una especulación en virtud de que todavía no hemos entrado al cuarto oscuro y no sabemos quién ganará y por cuánto.
En cambio, las denuncias —si se las puede llamar así— del ex–director de la Andis, aun cuando no hayan sido convalidadas por un tribunal, son verosímiles y dejan flotando interrogantes de peso sobre la transparencia de la secretaria general de la presidencia —nada menos— y de Martin y Lule Menem. Con la particularidad de que no es la primera vez que se hace referencia a estos tres funcionarios.
En distintas ocasiones y desde distintos ángulos, distintos personajes han hecho hincapié en pedidos de coimas o de retornos que no tuvieron mayor trascendencia y pasaron desapercibidos. Hasta ahora. La irrupción en escena de Spagnuolo ha significado un salto de carácter cualitativo. No sólo está en boca de gran parte de la gente sino que amenaza escalar sin solución de continuidad.
El peligro que se recorta en el horizonte del oficialismo tiene tres ejes diferentes: el judicial, el económico y el electoral, los que conviene no mezclar. Comencemos por el primero.
Si alguien supone que el juez Casanello o el que tuviese la causa podría imputar y, llegado el caso, condenar a Javier Milei, a su hermana, o a los primos Menem, se equivocaría de medio a medio.
No hay forma de hacerlo porque, en última instancia, será la palabra de Spagnuolo contra la del Presidente de las Nación. Uno jurará que le hizo mención a lo que estaba sucediendo en el ámbito de su competencia, mientras el otro —como ya lo ha hecho público— sostendrá que es una vulgar mentira. Por ahí no pasa el eje de la cuestión.
Lo que se halla en juego es la imagen del gobierno, en general, y del primer magistrado y sus colaboradores más cercanos, en particular. Spagnuolo le ha pasado, aun cuando fuera sin quererlo, una buena mano de bleque a Milei, que le costara sacarse de encima. No es fruto de la casualidad ni un invento perverso de algunos encuestadores poco serios que los números para el gobierno comiencen a deteriorarse. De momento, no en términos de la intención de votos pero si en lo que hace a la imagen: los audios han esparcido un indisimulable tufillo a corrupción, que desmerece el discurso y las promesas de honestidad libertarias.
El segundo flanco es el económico. La estabilidad y el proceso de desregulación de la economía era evidente que generarían, en su desenvolvimiento, efectos que pondrían contra las cuerdas a intereses corporativos acostumbrados a desempeñarse de acuerdo a las reglas no escritas de la patria contratista, el estado benefactor y los subsidios generalizados.
Al mismo tiempo, y a modo de consecuencia no querida e indeseable, castigarían a los jubilados y a parte de las clases medias en los años iniciales de la gestión gubernamental. El problema hoy se agrava en razón de que, en medio del desconcierto producido por el escándalo de los audios, ha ganado un espacio singular la idea de que La Libertad Avanza perdería, a manos del peronismo, el primer lugar en los comicios que tendrán lugar en provincia de Buenos Aires el próximo domingo, y que su victoria en octubre no tendría la dimensión que imaginaban en la Casa Rosada.
Con lo cual, la musculatura legislativa que necesita el gobierno para poner en práctica las reformas estructurales —la impositiva, la laboral y la previsional— a partir de diciembre, podría quedar a mitad de camino. Son, por supuesto, especulaciones; sin embargo, deben tenerse en cuenta por el efecto contagio que arrastran.
Por último, aparece la pulseada electoral. En este ámbito es donde el gobierno juega su futuro a suerte y verdad. Hasta que Spagnuolo puso en tela de juicio la transparencia del manejo de los dineros públicos por parte de los Milei y los Menem, no había relevamiento que dudase del triunfo oficialista. Las diferencias en todo caso estaban centradas en los porcentajes que alcanzaría
La Libertad Avanza y, por ende, a cuántos diputados y senadores sumaría a sus filas. La situación parece haber cambiado, al menos en parte. Lo que todavía es imposible determinar es si ese 5% a 10% —según la muestra que se elija— que asegura haber votado por Milei y dice hoy estar desencantado, cruzará la calle y se abrazará a las banderas kirchneristas —o a cualquiera otra de las banderías opositoras— o si decidirá quedarse en su casa.
Convengamos que la primera opción no suena demasiado probable. En cambio, no habría razones para descartar la segunda.
Dentro de cinco días, el kirchnerismo tendrá por delante el desafío de mostrar que no está muerto y de que es capaz de retener su bastión político por excelencia a expensas del avance libertario. Si fuese derrotado, a pesar de poner todo el peso de su aparato estatal y el de los intendentes en juego, difícilmente podrá pensar en una victoria en octubre y el PJ pasaría a ser un hormiguero pateado. Por su parte, el gobierno nacional —todavía atontado por el golpe que recibió y que no ha sabido o podido asimilar— deberá esforzarse a la hora de movilizar a sus fieles.
Cuanto mayor sea el porcentaje de abstención, más chances de ganar acumulará el peronismo. La moneda está en el aire.
03/09/2025 a las 4:19 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Todos los hombres del presidente
Pablo Mendelevich
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
2/9/025
El Spagnuologate debe su nombre en primer lugar, como es obvio, al apellido del abogado hablantín que comenzó su trayectoria en discapacidad el día que asumió como máxima autoridad de la agencia estatal que se ocupa del tema.
“Gate” viene del complejo de seis edificios ubicado en el barrio de Foggy Bottom de la ciudad de Washington, el Watergate, que sirvió para bautizar el escándalo político institucional de espionaje más célebre de la historia. Una de las seiscientas oficinas que existen allí (donde también hay centenares de viviendas, como la que ocupaba a fines de los noventa, créase o no, Mónica Lewinsky, la cariñosa pasante del presidente Bill Clinton) era la que alquilaba el Partido Demócrata, asaltada el 17 de junio de 1972 por cinco espías mediocres reclutados por el gobierno de Richard Nixon, nunca se supo del todo bien para espiarle exactamente qué a la oposición.
En todo el mundo los escándalos públicos con gran impacto político pasaron a identificarse con el sufijo “gate” después de que a un Nixon carente de explicaciones razonables, para zafar de la brillante investigación periodística de Bob Woodward y Carl Bernstein (que tenían 29 y 28 años) no se le ocurrió mejor idea que organizar un encubrimiento mediante la CIA y el FBI. Reacción que acabaría dos años más tarde con su presidencia, atenazada como a esa altura estaba por la Justicia y el Senado.
Tenga o no vinculación con los hechos ahora bajo sospecha, Milei no es el primer presidente que se queda mudo o deja traslucir que no sabe cómo reaccionar cuando le estalla un escándalo completamente imprevisto según su lista íntima de riesgos potenciales. También les sucedió a los Kirchner en 2007 cuando el empresario venezolano Guido Antonini Wilson quiso ingresar una valija con 790.450 dólares por el sector militar de Aeroparque: el “valijagate”. Dinero que se descubrió por una casualidad y al parecer procedía de la petrolera Pdvsa e iba para la campaña de Cristina Kirchner, si es que no formaba parte de coimas relacionadas con acuerdos energéticos.
La narrativa de espionaje y política, sea ficción o reconstrucción de hechos reales, ha enriquecido de manera creciente las carteleras cinematográficas en las últimas décadas. Ahora es una parte considerable del material que sacia la voraz maquinaria de Netflix. En la génesis, Watergate fue una gran usina.
Alan Pakula llevó al cine en 1976 el libro Todos los hombres del presidente, de Woodward y Bernstein, y así marcó las carreras de Robert Redford y Dustin Hoffman. Hoy sería ese un título políticamente incorrecto (incluso Donald Trump tiene en su gabinete un tercio de mujeres), pero no debe haber contraseña más gráfica para representar el involucramiento de los entornos palaciegos en estos escándalos que baten política, supuesta corrupción, espionaje y maniobras (torpes) de gobiernos urgidos, diríase desesperados, por superar situaciones terriblemente embarazosas. Quién sabe si el chiste de Milei de llamar “el Jefe” a su hermana, que es la funcionaria más expuesta en el Spagnuologate, podría habilitar una reválida del tan machista “todos los hombres del presidente”. Que esta vez viene con toque borgiano, porque el primer hombre del presidente es el propio Diego Spagnuolo, infatigable visitante de la quinta de Olivos.
Una solución al problema podría ser prohibir la difusión del audio presunto de una voz oficial no certificada que no se sabe quién grabó ni cuándo, tampoco cómo. Pero esa a quién se le podría ocurrir, ¿no?
Viene a cuento recordar que la película de Pakula tiene un final abrupto. Nixon (el verdadero) aparece jurando por segunda vez la presidencia el 20 de enero de 1973. Léase en clave local: después de la extraordinaria investigación del Washington Post de 1972 Nixon no sólo resultó reelecto sino que aplastó al demócrata George Mc Govern por 60,7 a 37,5. Para el momento de las elecciones logró convencer a los estadounidenses de que lo que había sucedido había sido “un robo de poca monta” y que ni él ni su gente tuvieron nada que ver. Y lo reeligieron. La percepción general después cambió. El presidente terminó renunciando en agosto de 1974. En parte eso se debió al escándalo anexo de las grabaciones.
Sí, durante el caso Watergate se descubrió que Nixon fue grabado en la mismísima Casa Blanca. El material registrado lo incriminó a niveles nunca vistos y lo siguió incriminando después de muerto, porque las grabaciones, que aun hoy se siguen estudiando, pasaron de los abogados y políticos a los historiadores. Pero hay una diferencia importante con la hermana del presidente argentino grabada en la Casa Rosada. Allá se pudo saber el nombre del que mandó grabar a Richard Nixon en la Casa Blanca: Richard Nixon.
En 1971 al coronel de aviación Alexander Butterfield, quien hoy tiene 99 años, le tocó la misión ultrasecreta de colocar micrófonos en el Salón Oval. Los camufló en el escritorio del presidente, en dos lámparas que había sobre la repisa de la chimenea, en la sala del gabinete y en las líneas telefónicas de la sala de estar presidencial, la sala Lincoln. Revolucionarios en la época, los aparatos se activaban con la voz. Los mandó instalar el megalómano narcisista que entonces gobernaba Estados Unidos, a quien nunca se le pasó por la cabeza que alguien más que él iba a tener acceso hasta la eternidad a esas cintas. Las acopiaban dos agentes del Servicio Secreto -los únicos que sabían- en un escondite del subsuelo de la Casa Blanca.
Pero hubo un par de imprevistos. O dos pares. Sucedió el caso Watergate, se formó una comisión investigadora en el Senado, Butterfield (que sólo era un asistente del jefe de gabinete de la Casa Blanca, Harry Haldeman) fue citado a declarar -entre muchos otros funcionarios- y cuando le hicieron la pregunta que les formulaban a casi todos los testigos acerca de si sabían si algo se grababa en la Casa Blanca, el coronel dijo: “me preguntaba si alguien me preguntaría eso”. Su declaración duró cuatro horas y media. Contó todo.
Sobre 3700 horas de grabación sólo 200 tenían relación con el caso Watergate. Una de las partes más importantes demostró que Nixon estuvo involucrado desde el principio en el encubrimiento. Eso contribuyó a que el Partido Republicano le retirara su apoyo. El presidente renunció porque no tenía el número parlamentario para sobrevivir a un impeachment.
Se negó todo lo que pudo a entregarle las cintas al Senado (el asunto terminaría en la Corte Suprema, que dictó sentencia por ocho a cero en contra del presidente). Nixon argumentaba “privilegio ejecutivo”, la separación de poderes y razones de seguridad nacional. Luego de una ríspida disputa que hasta le costó el puesto al fiscal especial Archibald Cox, entregó una parte de las cintas, pero pronto se descubrió que de ellas habían sido borrados 18 minutos cruciales. Correspondían a una conversación entre Nixon y Haldeman tres días después del asalto al Partido Demócrata. El episodio de los 18 minutos borrados (el presidente dijo que había sido su secretaria por error) fue muy famoso en la época. Ese fragmento de cinta se conserva hoy en una bóveda bajo clima controlado con la expectativa de que algún día haya una tecnología que permita restaurar el audio faltante.
Entre la docena de películas sobre el Watergate que le siguió a “Todos los hombres del presidente” se destaca la extraordinaria Frost/Nixon, basada en la serie de cuatro entrevistas que le hizo el periodista David Frost (una especie de Jorge Rial británico) al jubilado Nixon en 1976. Como si estuvieran en un laboratorio gestáltico, tras un incisivo contrapunto Frost consigue en un momento dado bajarle las defensas al entrevistado. Nixon entonces explota y deja escapar su pensamiento más profundo: “¡cuando uno es el presidente de los Estados Unidos se puede colocar por encima de la ley si eso es lo que hace falta!”.
Hasta en Forrest Gump hay una escena inolvidable, cuando el equipo de ping pong visita a Nixon en la Casa Blanca y Forrest, alojado en un hotel que le recomendó el propio presidente, enfrente del complejo Watergate, ve algo raro desde su ventana. Telefonea entonces al personal de mantenimiento para ver si pueden hacer algo porque la luz de las linternas que llega de afuera no lo deja dormir. En la escena siguiente Nixon está renunciando.
En la vida real, a los cinco espías, quienes efectivamente andaban con linternas colocando micrófonos, los descubrió un guardia de seguridad que se topó con una puerta entreabierta a la que los intrusos le habían pegado una cinta en el pestillo de la cerradura para que no se les cerrara. Tecnología que parece estar más inspirada en el Superagente 86 que en James Bond o en Jaime Stiuso.
Uno tal vez preferiría seguir creyendo que los espías son esos enigmáticos, sofisticados personajes de la Guerra Fría o agentes dobles venerados por la literatura y el cine, tan valientes como políglotas, dueños de cinco o seis pasaportes, y no pedestres despechados por una fuerza política a la que abrazaron con fervor desmedido, con la que de golpe se pelearon, eventualmente puestos a robar la voz (¿para después extorsionar?) de una altísima autoridad del gobierno… mediante un vulgar teléfono celular. ¿Pudo ser así? Vaya problema: celular en la Argentina tiene el 97,6 por ciento de la población comprendida entre los 16 y 64 años.
La claridad se hace rogar. Entre supuestos espías rusos que se intrusan en la Rosada, vengadores chavistas y operadores kirchneristas, nadie descarta que el Spagnuologate sea una cruda interna oficialista, quién sabe con cuántas mentiras y cuántas verdades incrustadas.
03/09/2025 a las 4:24 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Los Caputo, bajo fuego amigo
Javier Calvo
Fuente: Perfil
(*) Notiar.com.ar
3/9/025
En medio de la peor crisis que atraviesa el Gobierno en lo que va de su gestión, dos de sus principales protagonistas han empezado a recibir ásperos cuestionamientos internos. Y en algún caso parecen augurar que se entreabre la puerta de salida. Casualmente, son familia: el exasesorísimo devenido a mero consultor Santiago Caputo y su tío, Luis ‘Toto’ Caputo, señalado por el Presidente como el “mejor ministro de Economía de la historia”. Hace tiempo que no repite semejante grandilocuencia.
Respecto al asesor, se vienen contando en este espacio desde hace meses las tensiones crecientes con la hermanísima Karina Milei y su equipo, los ahora célebres, Eduardo ‘Lule’ Menem, su primo Martín Menem y el operador bonaerense Sebastián Pareja.
Semanas atrás se describió aquí la consumación de la caída en desgracia del otrora miembro del Triángulo de Hierro, figura geométrica dada de baja. Coincidió justo con que empezaran a filtrarse mediáticamente negocios de los Menem en el sector público.
El escándalo de los audios de Diego Spagnuolo, el exfuncionario de Discapacidad y amigo personal de Javier Milei que reveló presuntas coimas para Karina y Lule Menem, solo empeoró las cosas para Caputo. La hermanísima y sus alrededores sospecharon que él estaba detrás de esa difusión. O al menos que había evitado frenarla. El asesor conserva línea directa con quien designó al frente de la SIDE, Sergio Neiffert, aunque algunos de sus subordinados empezaron a reportar a otras terminales gubernamentales, como la Secretaría General de la Presidencia y la Jefatura de Gabinete.
Distintas fuentes oficiales coinciden en señalar la disconformidad de Caputo con su marginación y la de su equipo en la toma de decisiones. De hecho, entre los mismos libertarios cunde el asombro -o el enojo- por el bajísimo perfil en las redes que adoptaron varias estrellas de Las Fuerzas del Cielo caputistas. Algo se rompió allí y Spagnuolo hizo un aporte extra a esa fractura.
A Caputo se le adjudica la idea de que la hermanísima debería entregar a Lule Menem para descomprimir el conflicto. No está solo en esa tesis. Y Karina ya lo sabe.
Acaso por este quiebre es que la secretaria Legal y Técnica de la Presidencia, la caputista María Ibarzabal Murphy, no participó en las reuniones donde se disparó la absurda estrategia judicial del Gobierno para frenar los audios de la hermanísima. Sí intervinieron el propio Caputo y su protegido Sebastián Amerio, el secretario de Justicia, pero dicen que con escaso peso.
Hay quienes auguran en la Casa Rosada una pronta partida del consultor Caputo. ¿Después de la elección bonaerense de este domingo 7? ¿Tras el comicio legislativo nacional del 26 de octubre? Demasiadas voces interesadas en ese desplazamiento.
Un proceso similar, con algo menos de ahínco, se aceleró con el tío Caputo. Las dificultades para domar al dólar, a un costo altísimo, volvieron a alimentar las intrigas dentro del Gobierno sobre un posible recambio.
El anuncio de ayer, martes 2, de que el Tesoro iba a empezar a vender dólares para tratar de mantener su cotización por debajo del techo de la banda cambiaria, agravó el panorama. Exhibe una flotación que hace agua, pero hay que llegar hasta la elección de octubre. Como sea. Voceros libertarios y del Palacio de Hacienda advierten sobre la creciente desconfianza que se cierne en torno al equipo económico desde el propio Milei. Sería mutua. Nadie augura un alejamiento preelectoral, pero el río suena. Y adentro.
03/09/2025 a las 4:28 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Para contener al dólar, Milei sale a rifar divisas financiando la fuga de capitales
Sofía Hart
Prensa Obrera
2/9/025
El gobierno anunció que intervendrá en el mercado de cambios para evitar que el dólar -cuya cotización viene en ascenso- alcance el techo de la banda, contrariando su política de «libre flotación». Así, busca impedir una disparada inflacionaria que arruine el resultado electoral de La Libertad Avanza, en momentos donde crece el descrédito popular hacia la gestión de Milei, acicateado por el escándalo de las coimas en la Agencia de Discapacidad.
Luego de que el dólar trepara a $1390, el secretario de Finanzas, Pablo Quirno, publicó en su cuenta de X que «El Tesoro Nacional anuncia que a partir del día de la fecha participará en el mercado libre de cambios con el fin de contribuir a su liquidez y normal funcionamiento». Así las cosas, el Tesoro procederá malvender dólares para contener el tipo de cambio. De hecho, ya la semana pasada vendió U$S 354 millones que tenía depositados en el BCRA, financiando la corrida.
Como vemos, ni las tasas del 75% anual, ni la suba récord de los encajes bancarios, ni la intervención en el mercado de futuros (el BCRA ya tuvo que gatillar por los contratos que vencieron en agosto el equivalente a U$S 5200 millones) lograron frenar la corrida cambiaria. Sucede que la constante fuga de activos impide acumular reservas, muestra de que es cada vez más notoria la precariedad de su esquema económico, y cuando cruje su armado político.
Se está agotando la capacidad del oficialismo de mantener el dólar pisado de manera artificial, ya que se impone la realidad de un Banco Central quebrado, donde impera la fuga constante de divisas a manos de la clase capitalista. Según el último balance cambiario del BCRA, desde la eliminación del cepo para personas humanas, la Formación de Activos Externos alcanzó una cifra récord de U$S 14.719 millones.
Es decir, en lugar de invertir sus ganancias en el país, los empresarios argentinos se dedicaron a girar utilidades al exterior sorteando el cepo que aún rige para las empresas: compraron dólares en el mercado oficial a título personal y se los «vendieron» a sus firmas al CCL. No podemos dejar de mencionar que la suma fugada es equivalente a la nueva deuda contraída con el FMI. A todas luces, el endeudamiento compulsivo de Milei viene a financiar este esquema de saqueo.
Otro mecanismo de fuga es, precisamente, el rescate de la deuda externa usuraria. Entre diciembre 2023 y julio 2025 se pagaron nada menos que U$S 17.757 millones en concepto de intereses, lo que, junto con el auge del turismo emisivo estimulado por la apreciación cambiaria (que consolidó un rojo en la balanza turística de U$S 12.302 millones), consumió casi todas las divisas obtenidas por el superávit comercial del período (calculado en U$S 33.184 millones).
El informe citado también da cuenta de la descapitalización creciente por parte de las multinacionales. Desde que asumió Milei hasta julio de este año, la inversión extranjera directa acumuló un saldo negativo de U$S 1.191 millones, mostrando el fracaso del Rigi a la hora de atraer capitales foráneos y desmintiendo el argumento de que la reforma laboral antiobrera consagrada en la Ley Bases destrabaría inversiones. Finalmente, prima el parasitismo de una clase social que no logra valorizar su capital en el sector productivo y se vuelca a la especulación financiera, sumado a las dudas que genera en estas corporaciones la decisión de instalarse en el país, teniendo en cuenta la fragilidad del andamiaje económico que venimos describiendo.
A este ritmo, la insolvencia del gobierno frente a los vencimientos de deuda externa que se avecinan es cada vez más evidente. Según los datos del Centro de investigación y Formación de la República Argentina (Cifra-CTA), en el 2026 vencen U$S 20.880 millones, entre capital e intereses, y la escalada del riego país (llegó a 837 puntos) dificulta la posibilidad de cubrir esos compromisos apelando al crédito internacional, con lo que el fantasma del default vuelve a posarse sobre el horizonte.
Este panorama de suma inestabilidad está detrás de las tensiones cambiarias, cuyo desenlace devaluatorio terminará de horadar el bolsillo de los trabajadores. A su vez, la agudización de la crisis política del gobierno hunde sus raíces en este cuadro económico explosivo y, al mismo tiempo, lo acentúa. Por su parte, el gobierno busca contener la corrida hasta después de las elecciones subiendo las tasas de forma sideral, lo cual agrava la recesión y convierte a la deuda en pesos del Tesoro en una verdadera bomba de tiempo.
La única manera de sacar adelante al país y a su población trabajadora es poniendo fin a la incesante fuga de capitales mediante la nacionalización bajo control obrero del sistema financiero y el comercio exterior, el repudio de la deuda externa usuraria y la ruptura con el FMI. Una tarea reservada a los trabajadores cuando alcancen su propio gobierno.