Por Italo Pallotti.-

En esta Argentina nuestra, tan proclive a generar personajes con notoriedades difusas de origen, la generosidad de los ciudadanos, la ignorancia de grupos a los que el populismo les copa el raciocinio, o simplemente porque una propaganda feroz y solapada les enturbia el pensamiento por décadas, la historia deja, para el análisis de los tiempos, figuras tan controvertidas sobre los que cada uno generará la propia, según su libre albedrío. Porque entre el bien y el mal, el blanco y el negro, habrá seguramente alguna tonalidad de perdón o complacencia o en otros casos un tránsito por el terreno de los grises para ubicar, finalmente, el juicio de verdadero valor.

En muchos de estos personajes, y específicamente en el caso de Cristina Fernández de Kirchner, la esperanza de que todo dure para toda la vida, el éxito, la riqueza o el poder si se ha sembrado de una manera contra natura, es solo una fugaz situación que tarde o temprano termina en el ocaso. Como se siembra se cosecha. Producto de un proceso largo o efímero. Dependerá de muchos factores. Porque cuando las luces del “yo soy la que manda” o “hay que tenerle miedo a Dios y un poquito a mí” y las refulgencias del poder se vayan eclipsando y no dejen lugar para el retorno aunque una  cofradía de fanáticos, complacientes por conveniencia o por simple bufonería, sigan diciendo “la reina todavía existe”, puede ser el principio de la caída. Pero en el fueron íntimo ya se vislumbre que todo lo que se intente es en vano. Porque, y esto es lo más grave de todo proceso, aunque una verdad apenas materialista haya sobrevolado la existencia, hay una Justicia que está husmeando sobre aquel pasado; o lo que es aún peor, con alguna condena ya firme u otras que están en camino. Y entonces la nostalgia, una añoranza agridulce del pasado, borrará las expectativas del triunfo eterno. Y habrá un límite, una periferia para transitar que la aleje del centro de la escena de un país que la tuvo y la tiene con su imagen grabada a fuego, mal que pese a muchos. Porque, es cierto, que esos muchos, reniegan de solo nombrarla. Porque también, muchos temerosos de hoy para enfrentarla se harán los guapos sin miramientos para cumplir ese objetivo. Y los que fueron víctimas del agravio y el insulto se pondrán las pilas de lo poco que les queda de dignidad para hacerle saber que nada es lo mismo. Y los que tendieron alfombras rojas para sus desplazamientos de “reina absoluta” tirarán las lealtades al arcón de los recuerdos y pueden pasarle factura o no, pues con lo poco de dignidad y vergüenza  que les queda puede que se llamen a silencio y el ostracismo los sepulte en el fichero de sus oscuros legajos personales. Una delirante obsecuencia le devorará una patética y decepcionante realidad. La “Cristina Eterna” se diluirá, quizás, sin atenuantes. La sumisión a la que sometió, esto fue evidente, quizás por un poder omnímodo creado de la nada, a la dirigencia política, sindical y hasta judicial se está esfumando y todos perderán el miedo y comenzarán a ignorarla. Ocurrido esto, ya no “será necesaria” para sostenerlos prendidos a un Estado corrompido y vetusto. Todo nacido al amparo de malas praxis, corrupción u otros males por el estilo. Una inusual leyenda creada en torno a su figura y a la obediencia debida, serán sepultadas por el olvido. Por lo expuesto, como se expresa en el título: “Entre el clamor y el ocaso”, muchas veces, hay solo un lúgubre espacio temporal.

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