Por Enrique Guillermo Avogadro.-

“Como si hubiera una región en que el Ayer pudiera ser el Hoy, el Aún, el Todavía”. Jorge Luis Borges.

Una vez más, las encuestas no pudieron pronosticar la magnitud que tendría la ventaja del peronismo sobre la oferta libertaria en la Provincia de Buenos Aires, eterna víctima sacrificial. Con las cifras del escrutinio, y como pasó a muchos, me fui a dormir el domingo en un estado de depresión. Ya con el desayuno, mi animó cambió a medida en que analicé el resultado de esos comicios, estrictamente locales pero nacionalizados por exclusiva torpeza del Gobierno federal. Pensando en octubre, cuando se votará con boleta única, lo que facilita la fiscalización, concluí que La Libertad Avanza puede ganar, pero siempre y cuando haga algunos deberes indispensables.

Deduje que los grandes perdedores fueron Cristina Fernández, Máximo Kirchner y, en menor medida, La Cámpora. Axel Kicillof, que desdobló las elecciones contra los deseos de su madre putativa, la venció en el territorio que supo ser su bastión indiscutido; fue patético verla bailar, en soledad, en el balcón de la casa donde cumple su prisión domiciliaria. En esa victoria tuvieron relevancia los intendentes que movilizaron su aparato electoral para proteger sus concejos deliberantes, de los cuales depende su supervivencia. ¿Harán lo mismo en octubre, cuando ya no corren riesgos?

Con eso, Kicillof se posicionó como candidato del peronismo para las presidenciales de 2027. Si insistiera en esas aspiraciones, otorgaría una enorme ventaja al mileísmo, puesto que sus colegas, también esforzados cuidadores de sus feudos, lo detestan con alma y vida; cada uno de ellos cree tener un bastón de mariscal en su mochila, y veo improbable que aceptaran seguir a este nefasto personaje.

También creo que la enorme diferencia que obtuvo sembrará el pánico a un regreso al trágico pasado en la enorme masa de electores de todo el país que, pese a los enormes sacrificios que realizaron hasta hoy, optaron por no concurrir a votar en las elecciones provinciales de este año o que, yendo, eligieron a otras expresiones políticas o lo hicieron en blanco para manifestar su rechazo a las escatológicas formas discursivas del Gobierno, a su injustificada vocación por pintar todo el país de violeta, ignorando a todos cuantos hubieran podido ayudarlo y, sobre todo, al uso y abuso de la motosierra en temas socialmente sensibles.

Pero, claro, para llegar a ello Milei debería hacer importantes cambios en su equipo de campaña y, sobre todo y en la medida en que el escaso tiempo disponible –sólo 43 días– no permitirá concretarlo ahora, explicar (su comunicación ha sido pésima hasta hoy) con una claridad tal que permita que el mensaje sea entendido por todos, cómo hará su equipo para que, a partir del 10 de diciembre, los innegables logros macroeconómicos permeen hasta la tan golpeada micro, ese universo visible y palpable en que muchos apenas sobreviven con sueldos y jubilaciones insuficientes, con muy restringida actividad y, consecuentemente, con casi nula oferta laboral.

A una semana del sopapo recibido en las urnas, el Gobierno parece haber desperdiciado la lección. No sólo ha mantenido a los armadores políticos –esa suerte de “Armada Brancaleone” que integran Karina Milei, Sebastián Pareja y la dupla “Lule” y Martín Menem– sino que ha insistido en el veto a gastos irrelevantes, como el Garrahan, y en su actitud frente a los gobernadores que pueden ayudarlo en este trance. Las habilidades del nuevo Ministro del Interior, Lisando Catalán, serán puestas a prueba por éstos, que exigirán generosidad presupuestaria por la vía de la obra pública y los famosos ATN, pero el Presidente debiera asumir lo indispensable que resultará su apoyo, no sólo para ganar las elecciones legislativas, sino para bloquear cualquier iniciativa destituyente –que sin duda las habrá si el Gobierno es derrotado nuevamente en octubre– y contar con las leyes que le permitan remover las principales rémoras del desarrollo nacional, con las esenciales reformas a la legislación laboral, a los sistemas impositivo y previsional y al peso enorme de la burocracia estatal, siempre con bisturí.

Donald Trump quedó una vez más descolocado en el tablero geopolítico mundial, ya que Rusia lanzó, con drones y misiles, una grave agresión a Polonia, o sea, a toda la OTAN, acercando así el horroroso escenario de extensión de la guerra a Europa, una preocupación que ha llevado a Francia y Alemania a poner en alerta a todos sus hospitales. Y tal como se preveía, el fin del exageradísimo estado de bienestar– al que se habían acostumbrado tantas sociedades de ese continente –en razón del obligado incremento del gasto en defensa, está provocando la violenta insurrección de los afectados.

Por su parte, Israel atacó Qatar, donde se ubica la mayor base aeronaval de los Estados Unidos en el Indico y negociador clave en los permanentes conflictos que se suscitan en Medio Oriente, para intentar matar a importantes miembros de Hamás, además de continuar con sus justificados bombardeos a los hutíes de Yemen, que tanto hostilizan al comercio marítimo internacional en el Mar Rojo. Tampoco contribuyen a mejorar el panorama global los sucesos de Nepal –que, aún siendo un Estado irrelevante, afectaron los intereses de China, que tenía allí un gobierno de aliado fuerte sesgo de izquierda en una región en la cual Corea del Sur, Japón, Filipinas, Nueva Zelanda y Australia le impiden ser hegemónica–, donde los participantes de las protestas por el bloqueo oficial de las redes sociales llegaron a quemar viva a la mujer del Primer Ministro, ni el asesinato de Charlie Kirk, importante líder de la juvenil derecha trumpista en una universidad de Utah.

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