Por Luis Alejandro Rizzi.-
Me es difícil desentrañar cuáles son los objetivos de los coloquios de “IDEA”, pero se me ocurre que deberían ser encuentros de autorreflexión y con sentido crítico, ponderando la circunstancia según corresponda, entre los amplios límites que van del bien al mal.
Daría la impresión de que cada “coloquio” pretende ser una muestra intelectual del nivel cultural empresario y una suerte de expresión de “buenas intenciones”.
Por ejemplo, el último tuvo como lema “Juega Argentina”. Fue explicado por Santiago Mignone, que dijo que se debe buscar mayor productividad, poder competir con precios internacionales y “crear “instituciones sólidas”, terminar con los “agravios”, buscar consensos y contar con una economía estable y previsible. “No podemos tener, dijo, una economía que tiembla cada dos años”. Lo aplaudieron a Mignone en Washington, no sólo en Mar del Plata, dijo al medio del que recogí este resumen.
No faltó el reclamó por reformas fiscales y laborales, las que parecen reducirse a lo que damos en llamar “industria del juicio”.
Lo que debemos abordar es el contenido de lo vigente y las ideas sobre las que debiera crearse un nuevo régimen en cada materia.
Pienso que la idea madre de lo que se llama reforma laboral debería pasar por la incorporación de lo que hasta ahora se llamó “derecho laboral” al derecho común.
El derecho laboral ha nacido en una época en que el trabajo era una explotación de seres humanos.
Así, en 1907, lo cuento a guisa de ejemplo, por iniciativa de Alfredo Palacios, se sancionó “la ley de la silla”, que disponía que los empleadores debían proveer asientos con respaldo para sus “trabajadores”, en comercios, industrias y lugares comparables.
Es obvio que ese “derecho social” hoy está incorporado a la cultura media, dejó de ser un “derecho” para convertirse en un valor social de respeto.
La actividad gremial equiparó la debilidad original del “obrero” ante su empleador y hoy gremios empresarios y gremios laborales negocian en pie de igualdad.
Lo que llamamos “derecho laboral”, cuya última conquista fue la “participación en las ganancias”, hoy requiere un nuevo paso, que es la “participación en la gestión”, creando una suerte de “socio” cuyo aporte no sería dinero, podría serlo, sino esencialmente “trabajo”.
Esa calidad debería tener una remuneración base que ponderara el valor del “capital en trabajo aportado y una remuneración variable consecuencia de los resultados periódicos de cada empresa, cualquiera sea su dimensión, desde gran empresa a Pymes.
A partir de este principio de “participación en la gestión” se desarrollarían sistemas para cubrir los riesgos propios de la vida.
En materia fiscal, que deberá incluir la previsional, se deberán conformar prioridades y en su mérito adjudicar recursos, que marcarán el límite de la presión fiscal soportable.
El régimen previsional hoy está en grave crisis y estimo que debiera ir a un sistema universal financiado con impuestos, que establezca una única prestación que garantice la provisión de una canasta básica total que incluya asistencia y acceso a la salud. Ese beneficio sería concedido a personas que durante un lapso que podría estar entre los 30 y 40 años, no haya alcanzado un determinado nivel de ingresos que le permita sustentarse en los últimos años de la vida.
Por último, faltó en el coloquio una crítica a este modo de legislar mediante DNU, que no deja de ser una especie de “ley precaria” de dudosa constitucionalidad, comenzado por el simple hecho de que se deciden y sancionan al margen del procedimiento previsto en el art. 99 inc. 3 de la Constitución.
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