Por Germán Gorraiz López.-

Los agentes del Mossad infiltrados en Hamas habrían vendido la idea de que las protestas contra la reforma legal impulsada por Netanyahu habían tenido como efecto colateral la aparición de fisuras en las áreas de Defensa e Inteligencia israelíes, debido a la negativa de un número importante de soldados reservistas de incorporarse a puestos vitales, muchos de ellos aglutinados en el bloque «Hermanos y Hermanas en Armas» y vitales para el óptimo funcionamiento de la Defensa israelí.

Aprovechando los presuntos agujeros de seguridad en la Defensa Israelí provocados por el cisma entre los reservistas y Netanyahu, el brazo armado del grupo islamista Hamas, lanzó la mayor ofensiva militar desde el 2007 con la infiltración de decenas de sus miembros en localidades israelíes y el lanzamiento de miles de proyectiles contra amplias zonas , incluyendo Tel Aviv y Jerusalén, no siendo descartable que la ofensiva se extienda a la frontera libanesa y siria con la entrada en escena de Hezbolá y los miembros de la Brigada Fatemiyoun, milicia chií con dependencia orgánica de la élite de las Fuerzas Armadas iraníes o Pasdarán.

Israel habría dado a entender que dicha ofensiva le había sorprendido totalmente al estar celebrando sus fiestas de Otoño. Así, en declaraciones al Canal 12 israelí, el ex jefe de seguridad israelí Amos Yadlin, indicó que «ha habido una sorpresa de inteligencia y cuando te sorprenden, el precio siempre es alto», pero la realidad es que tan solo sería un cebo de los agentes del Mossad infiltrados en Hamas para facilitar un inicial éxito de Hamas, la respuesta demoledora del Ejército Israelí y la posterior extensión de dicho conflicto a todo Oriente Próximo.

Netanyahu, sirviéndose de la dictadura invisible del temor al Tercer Holocausto, proceda de Hamás, de Hezbolá o de Irán, ha aprovechado la ocasión para declarar el Estado de Guerra (defensa de la seguridad de Israel) y desencadenar una demoledora ofensiva en la Franja de Gaza.

Nentanyahu confía en una victoria rápida que le otorgue un incremento de la popularidad perdida por su pretendida reforma legal y le permita obviar el proceso judicial en el que está acusado de soborno, fraude y abuso de confianza, pero la Administración Biden intentará influir en Netanyahu para evitar un nuevo castigo asimétrico en Gaza que daría al traste con la entente entre EEUU, Israel, Emiratos Árabes y Arabia Saudí para un próximo ataque a Irán.

¿Éxito de Hamas o trampa de Israel?

Tras los fiascos de Siria, Libia e Irak, la ofensiva de Hamas sería el nuevo cebo del maquiavélico plan esbozado por la alianza anglo-judía en 1960 para atraer tanto a Rusia como a China y provocar un gran conflicto regional que marcará el devenir de la zona en los próximos años y que sería un nuevo episodio local que se enmarcaría en el retorno al endemismo recurrente de la guerra fría entre EEUU y Rusia.

Aprovechando a que las reservas estratégica de EEUU están en máximos y que la industria del shale estadounidense ha conseguido remontar el vuelo debido al precio desbocado del crudo aunado con el desafío creciente a la hegemonía estadounidense que representa el coloso chino, el Pentágono habría diseñado la «Operación Persia». EEUU se serviría de un inicial ataque sorpresa de Israel a Irán para iniciar una nueva Guerra en Oriente Medio con el doble objetivo de secar las fuentes energéticas de China y de remontar su índice de popularidad para ser reelegido en las futuras Elecciones Presidenciales del 2024.

Así, según un informe del portal Veterans Today, “Israel estaría trasladando armas de defensa aérea, artillería de largo alcance, helicópteros y aviones de combate F-15 a Erbil, capital del Kurdistán iraquí para una guerra más amplia contra Irán” (Operación Persia) que podría desencadenarse en los próximos meses.

Dicho conflicto podría involucrar a las tres superpotencias (EEUU, China y Rusia) contando como colabores necesarios a las potencias regionales (Israel, Siria, Egipto, Jordania, Arabia Saudí e Irán) y abarcaría el espacio geográfico que se extiende desde el arco mediterráneo (Israel, Siria y Líbano) hasta Yemen y Somalia con el objetivo confeso de diseñar la posterior cartografía del Nuevo Oriente Medio.

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