Por Luis Alejandro Rizzi.-

Un fenómeno político social que se viene notando es la abstención electoral, que visto de otro modo, podríamos decir que baja la demanda política.

Preguntarse por qué ocurre esto es fácil y difícil a la vez de responder.

La respuesta fácil se puede referir a la muerte de los partidos políticos, tema que abordó Eduardo Fidanza el domingo pasado en “Perfil”.

Fidanza analiza la cuestión tomando como referencia “…el ascenso irresistible de Javier Milei, un hecho inesperado y politológicamente novedoso: lo hizo en base a un liderazgo personal, con un partido casi inexistente, sin territorio y sin legisladores. Este suceso no tiene antecedentes en la política argentina moderna”. Luego, más adelante en su nota dice: “A diferencia de crisis anteriores, los partidos que gobernaron antes están arrasados, el oficialista es una Pyme familiar de dos hermanos autoritarios, el rechazo a la política no afloja y la acción individual desplazó a la acción colectiva.” Concuerda con Ignacio Zuleta, en cuanto llama a LLA un “grupo de whats app”.

Es difícil saber si hoy hay partidos políticos en la Argentina, hay más bien, como en el fútbol, “políticos libres” que buscan “club”. Para esta afirmación me apoyo en Jorge Asís, cuando cuenta que el “fenómeno Milei” se presentó en sociedad “desde el sitio impresentable de la Tercera, con un seleccionado de políticos que parecen jugadores de rugby, ataviados enteramente de violeta, exhibieron la postal de La Matanza con la precariedad del cartel excitante: “Kirchnerismo nunca más.”

La soledad de esa fotografía en medio de la pobreza de una zona de La Matanza es una cabal expresión del delirio en que viven “El Panelista” y “La Pastelera”, que hoy nos gobiernan elevando un falso “superávit fiscal”, según el propio FMI, en un dogma sagrado, más bien propio de la brujería curandera que de una sana propuesta para promover el bien común.

En su informe, el FMI es terminante: “Incluir todos los pagos de intereses capitalizados al sector privado por encima de la línea implicaría un déficit total en caja de alrededor del 1.2% del PIB.”, según transcripción de Ignacio Zuleta. El texto en inglés dice: “Including all capitalized interest payments to the private sector above the line would imply a cash overall deficit of about 1.2 percent of GDP.”

Venimos diciendo de todos modos, que el superávit o déficit no califica una gestión de gobierno. Lo que importa es el uso y destino de los recursos y en el caso de Milei, el buen resultado, el IMF, no descalifica la gestión por el déficit de caja, ya que esa observación aparece en la nota 5. La cuestión es que ese resultado se obtiene, sin obras públicas, apropiándose de fondos de las provincias y despojando a los jubilados de los efectos de la inflación, como el ajuste de enero del 24 y el congelamiento del bono, que como mínimo se debería haber ajustado compensado el 50% del costo de vida mensual.

En la repuesta fácil vemos que las personalidades superan a los partidos y, como pasó con Milei, es posible que puedan ganar elecciones, sin partido político, pero de allí a resolver los problemas de la gente hay una distancia sideral.

La cosa no pasa por proveer “outsiders” que, en definitiva, no pueden evitar convertirse en castizos políticos de la casta.

La respuesta difícil a nuestra pregunta nos lleva a un desencuentro entre los sistemas políticos diseñados para épocas muy diferentes y en su falta de adaptación al presente.

Los partidos políticos, o lo que queda, los “representantes” directos del pueblo, senadores y diputados, conforman una ficción que perdió credibilidad y los “partidos y representantes” se convierten en grupos de presión política, para asumir protagonismo en cada período preelectoral.

Agonalizan la política y Milei presiona con vetos y el congreso con votaciones, que es lo que tienen a disposición. Luego deciden los dos tercios, para un lado o el otro, pero no en función de la gente sino del poder por su propia sensualidad.

En esta lógica se va perfilando la “contrademocracia”, por cuyo medio se expresa la gente, está disconforme con todo y la abstención es su modo de “vetar”.

La gente no sabe lo que quiere y el sistema político no encuentra respuesta a ese deseo negativo.

Parecería que para una demanda negativa, no hay respuesta posible.

Esta es la cosa.

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