Por Luis Américo Illuminati.-
Leyendo el Tomo VI de «Historia de la República Argentina» de Vicente Fidel López -hijo del autor del Himno Nacional-, uno encuentra bastantes coincidencias y semejanzas históricas con lo que hoy está sucediendo en nuestro país actualmente. Un sinfín de escollos y disturbios que ocurrieron durante el periodo de la Organización Nacional. El gobierno de la Provincia de Buenos Aires materializó y llevó a cabo todo tipo de obstáculos, además de conspiraciones y sublevaciones para invalidar el Acuerdo de San Nicolás e impedir la formación del Congreso Constituyente que sancionaría la Constitución Nacional. Luego de la derrota de Rosas en Caseros no terminaron las luchas internas, sino que las antinomias y desinteligencias continuaron pese a la buena voluntad de Urquiza de esperar que los caudillos porteños entraran en razón. Para apaciguar los ánimos nombró en su equipo de gobierno un importante número de unitarios en puestos de relevancia. Hubo varios intentos fallidos de asesinar a Urquiza. Si bien en uno y otro bando de unitarios y federales hubo hombres conciliadores y pacíficos, fueron los más exaltados los que precipitaron los acontecimientos que llevaron al país a un inútil y doloroso derramamiento de sangre. Una guerra civil que culminó en Pavón. Ganó Mitre. Pero Urquiza no presentó batalla, decepcionado y harto de la discordia entre hermanos. Una cosa parecida se dio un siglo más tarde con la aparición del General Perón en el escenario político a partir del 17 de octubre de 1945, con una beligerancia entre peronistas y antiperonistas -similar a la que se dio después de Caseros- que duró hasta el derrocamiento de Perón en setiembre de 1955. Por lo cual podemos decir que existieron cuatro etapas del peronismo. La primera va de 1945 hasta 1955. La segunda -la del exilio de Perón- va de 1955 a 1972 -regreso al país después de 17 años de exilio-. La tercera va desde 1973 hasta 1974, con la presidencia de Perón, quien harto (como le pasó a Urquiza) de crímenes y desmanes de los extremistas rompió y expulsó a los montoneros de su movimiento. Y la cuarta etapa comienza con el fallecimiento de Perón (01-07-1974) y llega hasta nuestros días en que la fisonomía del peronismo ha cambiado notablemente, primero con el menemismo -un peronismo neoliberal- y después radicalmente, con la irrupción del kirchnerismo (un cuerpo extraño inyectado en el pensamiento peronista clásico), una facción fanática enraizada en la ideología de los montoneros, con la introducción de una doctrina antijurídica dirigida a enjuiciar por segunda vez a los miembros de las Fuerzas Armadas que combatieron contra la subversión, dejando sin efecto arbitrariamente los indultos de Menem que beneficiaba por igual a los ex miembros de las Juntas Militares y a los ex guerrilleros, no incluyendo a estos últimos, lo cual constituye una irritante injusticia, dado que ellos comenzaron la agresión armada contra el Estado y contra la misma sociedad que jamás les dio su asentimiento para que secuestraran, asesinaran y pusieran bombas. Esta mala política -fuente de muchos males que sobrevendrían- del kirchnerismo se mantuvo durante casi 20 años, con una demagogia y un fanatismo woke recalcitrante. Y cuando le tocó ser oposición su maligno trabajo de zapa contra Macri y Milei ha sido alevoso. Tras el Acuerdo de San Nicolás celebrado el 31 de mayo de 1852, una cerrada e injustificada oposición que encabezó Mitre frustró la definitiva concordia y unión nacional ya que el gobierno porteño de esa época pretendía imponer la hegemonía de Buenos Aires por sobre el resto de las provincias, que es a lo que Urquiza no cedió. Durante diez años la Provincia de Buenos Aires estuvo segregada de la Confederación Argentina. Hoy con Kicillof como Gobernador de la Provincia de Buenos Aires la historia parece repetirse. Esperemos que igual que en los dolorosos prolegómenos de la sanción de nuestra Constitución en Santa Fe en 1853, exista un sector del justicialismo moderado que no respalde los discursos golpistas, y que prevalezca sobre las pasiones desbordadas de sus correligionarios.
Todo argentino sea de la tendencia que sea (política, filosófica y religiosa) debe escuchar no una sola campana sino las demás campanas, habida cuenta que una cosa es la historia, otra la historiografía y otra cosa bien distinta de las anteriores, es la intrahistoria. La historia es la narración de los acontecimientos pasados, la historiografía es el estudio de esa historia y de las diversas maneras en que ha sido contada y entendida a lo largo del tiempo. Y la intrahistoria es, según Miguel de Unamuno, la vida anónima y cotidiana enfocada en las acciones, el trabajo y el testimonio de la gente común, en contraste con la «historia oficial» de personajes históricos y eventos grandilocuentes. El hombre común es un testigo creíble si ha vivido los acontecimientos del pasado. Y quien los ha vivido y cuenta los hechos de otra forma, no sólo es un mentiroso, sino que con esa mala actitud contribuye a empañar la verdad que existe fuera de la oscura caverna de Platón que hoy se vive en la Argentina.
17/09/2025 a las 2:08 AM
Lecturas polvorientas e inútiles afines a la antigualla q las lee