Por Luis Alejandro Rizzi.-

La inflación es una de las enfermedades de la política y de la economía, más que una cuestión o problema monetario.

Si fuera un tema monetario, sería suficiente con bajar la cantidad de dinero, cortando la emisión y subiendo las tasas de interés; decimos esto simplificando al extremo.

En nuestro país, parecería que la causa de la inflación es esencialmente política, por eso se nos hace tan difícil dominarla a niveles normales que la limitaría a un máximo del 5 o 6% anual a lo sumo.

Hoy, con la motosierra, ese diabólico medio que usa Milei para reprimir el gasto, a eso se reduce su tratamiento de la inflación; lo lleva a celebrar un nivel del 1,6 mensual, poco menos de un 30% anual, lo que es una barbaridad.

No se trata de comparar con el ciento y pico que dejó el gobierno anterior o el 17 mil por ciento que proyectó el propio Milei, si no hubiera habido cambio de gobierno, sino que debe compararse con un índice de normalidad que se sitúa en teoría en torno al 3 por ciento anual. En Latinoamérica el promedio excluyendo a Argentina y Venezuela se ubica en el 6% con países. Guatemala, Perú, Costa Rica, Ecuador y El Salvador están por debajo del 2% annual.

Nosotros seguimos con un nivel alto de inflación; junio fue del 1,6%, pero no se calcula la inflación reprimida, consecuencia de la brutal reducción del gasto hecha sin ningún criterio.

Parte de ese “ajuste” lo padecen los jubilados, que con relación a las propuestas de los dos últimos gobiernos perdió cerca de un 40% en valores nominales. Hoy el haber mínimo cubre sólo un 30 % de la canasta básica total.

Tenemos que tener en cuenta que se paralizó la obra pública, no sólo en construcción sino en mantenimiento.

Cabe preguntarse cuál es el costo de ese deterioro causado por la paralización de todo tipo de obras.

Si ese perjuicio lo midiéramos en pérdida de empleo, disminución del valor real del salario, baja del consumo masivo, mayor costo de logística, seguramente nos daría un índice negativo que neutralizaría esa baja de la inflación, que es más matemática y estadística que real.

Javier Milei tiene un solo objetivo en su estrecho cerebro: bajar la inflación y tener superávit fiscal, pero esconde las consecuencias, es un timador político serial…

Gobernar es mucho más que eso.

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