Por Luis Orea Campos.-
Gracias al agónico salvataje del gobierno norteamericano ya quedó claro para mucha gente que los trucos y experimentos económicos y políticos pueden encandilar durante un tiempo pero inexorablemente en algún momento aparece el retrato de Dorian Gray que refleja la verdadera apariencia de su ejecutor y las consecuencias de sus desvaríos.
Que un panelista de televisión devenido en dirigente político tan ignorante de esa materia como hábil mentalista haya podido llevar adelante un curioso experimento tomando como laboratorio al pueblo argentino y atropellando sin contemplaciones al andamiaje institucional es el resultado de la falta de formación cívica de una sociedad confundida e inconsciente de su poder dispuesta a creer en buhoneros vendedores de fórmulas milagrosas con tal de no tomarse el trabajo de ejercer la soberanía que la Constitución pone en sus manos.
Felizmente, como dice el refrán, no hay bien que por mal no venga, y la torpeza gestionaria -lógica en quienes carecen de los más elementales conocimientos de la praxis política- tuvo una consecuencia altamente positiva al dar sustento al nacimiento de una alternativa a la dicotomía que proponía como insalvable este esperpéntico experimento anarcocapitalista frente al fracasado kirchnerismo, alternativa esta materializada recientemente con el nombre de Provincias Unidas y asentada en la confluencia política de experimentados gobernadores que avizoran un horizonte cubierto de nubarrones,
Un previsible fracaso del experimento libertario dejaría así la mesa servida a quienes propugnan un reverdecimiento del federalismo -tantas veces declamado y nunca concretado- exhumando el poder de las provincias ahora sintetizado en una propuesta política novedosa para consagrarlas como efectivos controladores de la gestión del gobierno nacional, al que bueno es recordarlo, le delegaron determinadas facultades que les pertenecen por derecho propio.
Es así que un acuerdo interprovincial corporizado en una alianza jurídico-política sí puede terminar con los delirios kirchneristas y libertarios y realizar una verdadera revolución, porque las decisiones no partirían de un poder centralizado y omnímodo desde Buenos Aires sino del propio corazón del país que es el que le da vida a la Nación.
Vale decir que se impondría un novedoso y revolucionario cambio en el funcionamiento del Estado nacional que le proporcionaría una amplia base de sustentación al desarrollo económico en cuanto confluirían los intereses de las economías regionales para conformar un organismo multilateral que atienda las necesidades particulares de cada provincia, o en otra palabras mas sencillas, la solidaridad interprovincial atendería los problemas de cada una de acuerdo a su naturaleza y se terminaría en gran parte la dependencia de la caja nacional.
La conducta atrabiliaria, vanidosa y desleal del titular del gobierno, sumada a los barquinazos de su gestión, a los oscuros negocios financieros que tomaron estado público, y al evidente desinterés por cuestiones que afectan a las provincias, generó las condiciones para que surja esta alternativa que hoy está en embrión pero que pronto puede tomar vuelo y ofrecer a los desencantados de todo un canal que no tenga terminal libertaria ni kirchnerista.
Dadas las ya visibles fallas sistémicas del modelo que el gobierno intentó imponer como remedio a los desbarajustes provenientes de 16 años de kirchnerismo no es aventurado pronosticar que si Milei termina su mandato con éxito sería propiamente -para usar la hiperbólica terminología presidencial- el milagro político más grande de la historia.
Por eso los gobernadores deben prepararse para enfrentar las graves consecuencias de los desvaríos experimentales de un aficionado que como se dice en el título, les deja políticamente la mesa servida para cambiar de raíz un esquema institucional unitario y sentar de verdad las bases para el desarrollo del país.
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