Por Carlos Tórtora.-

La semana que viene Javier Milei deberá abandonar su burbuja de ensueño americano para sumergirse en una de las peores campañas electorales que debió enfrentar un oficialismo. Con encuestas en picada que hablan de un descenso semanal de la imagen negativa de hasta 3 puntos, la proyección daría que el gobierno va a llegar a la elección con apenas algo más de 30 puntos. Los problemas de hacer campaña en estas condiciones son obvios. El acto que LLA hizo la semana pasada en Córdoba demostró que, cuando no hay capacidad de movilización, convocar en grandes espacios es peligroso. Pero también es cierto que un presidente no puede hacer campaña en un pequeño recinto. Otra mala experiencia fue el acto de cierre para el 7 en el estadio del Club Villa Angélica en Moreno. Calculó el comité de campaña que con 8000 personas el efecto sería impactante pero sólo hubo 3000 y la imagen fue desoladora.

Y esto sin contar con que puede repetirse el incidente de Lomas de Zamora, cuando una multitud enfurecida atacó la caravana presidencial.

Pero hay un nuevo riesgo electoral para LLA el 26-O: que la incipiente ola antiyanqui se convierta en una fuerte tendencia de votos. La estética de la cumbre de Donald Trump con Milei mostró a este último -y no es la primera vez- ansioso y obsecuente con el primero, en una actitud genuflexa que avergonzó a los argentinos. El sentimiento antiyanqui es tradicional en la Argentina desde el Braden o Perón del 45. Pero Carlos Menem estableció una excepción a la regla y consiguió la aceptación social de la alianza con los EEUU. Pero entre Menem y Milei hay diferencias que no son poca cosa. El riojano jugaba al golf con George Bush y lo trataba de igual a igual, mientras que el libertario sólo consigue hablar con Trump en los pasillos y se dirige a él con un respeto reverencial.

Lo cierto es que ahora el apoyo de Trump y el todavía difuso salvataje financiero están pasando a ser el eje de la campaña electoral. Las versiones, como es natural, entonces se multiplican. Se habla de la instalación de bases militares de EEUU en la Patagonia y todo esto despierta malestar y la sensación de que Milei está por entregar porciones de soberanía. No tiene sentido analizar si estas reacciones son correctas o incorrectas. Existen y pueden representar un búmerang para la ya escuálida campaña del oficialismo. Tal vez ingenuamente, Milei está presentándole a la sociedad su nuevo acuerdo con Trump como un éxito extraordinario, pero el grueso de la población lo podría ver como un gesto de entrega.

Es temprano para tener mediciones exactas de cuánto puede influir en el voto la ola antiyanqui, pero ya hay encuestadores que le dan importancia.

En este sentido, es inteligente el enfoque que Fuerza Patria le está dando a la campaña, porque pone el acento en subrayar que los nuevos endeudamientos aumentarán la pobreza y que EEUU le quiere seguir dando vino a un alcohólico terminal.

Últimas cartas

En este sentido, con su próxima gira electoral, Milei estaría jugando sus últimas cartas. Una sucesión de actos de campaña con escaso público, escenas de violencia y discursos frenéticos, pueden consolidar una derrota tal vez abrumadora.

Para LLA, tratar de imitar el «Sí se puede» de Mauricio Macri en el 2019 es prácticamente una pretensión imposible. Macri estaba entero políticamente y había ganado la elección de medio término de 2017. El PRO era entonces un partido sólido y homogéneo, mientras que hoy LLA es una bolsa de gatos. Y la situación económica, aun siendo mala, no tenía la gravedad de la actual.

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