Por Carlos Tórtora.-

La tendencia electoral actual, reforzada por Javier Milei en las elecciones del 18 de mayo en Capital, apunta a la nacionalización de las campañas. Nada era más local que una campaña para elegir diputados de la Ciudad y sin embargo los problemas porteños apenas fueron mencionados. Algo similar está ocurriendo ahora en Buenos Aires. La consigna dominante en LLA es derrotar al kirchnerismo, sin decir una palabra de lo que se debe legislar para la provincia. A su vez, Fuerza Patria replica sosteniendo que la prioridad es ponerle un freno al régimen libertario. Sobre la provincia, nada que decir.

De este modo, tanto en Buenos Aires como en la Ciudad, la campaña para legisladores nacionales que se votan el 26 de octubre, pasaría a ser la segunda campaña nacional del año.

Obviamente, el principal impulsor de esta situación anormal es el propio Milei, obsesionado con la idea de que sólo puede discutirse el apoyo o el rechazo a su figura.

Había elementos para pensar que, al no estar Cristina Kirchner como candidata, la confrontación entre kirchneristas y libertarios sería menos intensa, pero no fue así. Es que ambos bandos necesitan nacionalizar la discusión electoral para apagar los intentos de romper la polarización entre dos coaliciones.

Un búmeran

La realidad es que la nacionalización de las elecciones le resultaría muy funcional a Milei en tanto su imagen positiva estuviese muy alta. Pero ahora la tendencia descendente es bastante fuerte y hay encuestas que señalan que una parte importante de segmentos que adhieren al oficialismo, como los votantes juveniles, estarían pasándose al ausentismo.

Hoy ya podemos plantear que la nacionalización se le estaría volviendo en contra al gobierno y que a LLA podría irle mejor si se discutiera sobre los problemas bonaerenses.

En definitiva, Milei se propuso extorsionar al electorado imponiendo que todo voto era a favor o en contra de él. Y ahora esta trampa se le está volviendo en contra.

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