Por Luis Américo Illuminati.-

El gobierno de Brasil dijo que Lula está «horrorizado» por la jornada de violencia que dejó 132 muertos en Río de Janeiro. Esto lo dijo su ministro de Justicia -Enrique Ricardo Lewandowski- quien acusó a Claudio Castro (Gobernador del Estado de Rio de Janeiro) de no comunicar ni pedir ayuda al gobierno federal, cosa que Castro niega. Pero en rigor de verdad, el ciudadano común -y decente- tanto de Brasil como de Argentina, país limítrofe- está igual o más «horrorizado» por como la izquierda latinoamericana lleva al subcontinente a constituir narcoestados -un estado dentro de otro estado- a causa de la extrema tolerancia -por no decir hacer la vista gorda- del Estado con la criminalidad en todos sus aspectos. Luego Lula -sin desmentir ni a uno ni a otro- afirmó este miércoles, más del lado del Gobernador Pilatos que del rey Salomón, que no se puede «aceptar que el crimen organizado siga destruyendo familias, oprimiendo a los residentes y esparciendo drogas y violencia por las ciudades», y que es necesario un trabajo coordinado «que llegue a la columna vertebral del narcotráfico». Los jefes narcos del Comando Vermelho no se rindieron ni se allanaron a las órdenes de detención de la justicia, por el contrario, atacaron con inusitada violencia -con su ejército irregular de esbirros, verdugos y sicarios- a las fuerzas policiales con drones y todo tipo de armas (muchas de las cuales se verificó después que eran de fabricación argentina). El señor Pérez Esquivel, Nobel de la Paz argentino, que parece un profeta jubilado, sus declaraciones no suman ni restan nada. Su conocida postura de dar palos a unos y a otros no demasiado. Un abismo lo separa de Mahatma Gandhi y Nelson Mandela.

Hace poco el periodista Fabián Doman en el Canal A-24 dijo lo que nadie hasta ahora se animó a decir sobre el operativo antinarco en las favelas de Río de Janeiro en donde enseguida se culpó a las fuerzas del orden de las muertes que como saldo trágico irreversible se les quiere achacar. Dijo Doman. «No sé qué llama tanto la atención lo de Río de Janeiro si no hace mucho acá en la Argentina los narcos ordenaron el triple homicidio de tres mujeres jóvenes, ejecutadas bárbaramente; y qué hubiera pasado si las fuerzas policiales hubieran actuado como los policías de Brasil». Coincidimos con Doman. En primer lugar, el gobernador Kicillof no se lo ha visto hasta ahora tomar el toro por las astas ni encabezar grandes operativos antidrogas -con razzias todos días- en coordinación con el gobierno federal para acabar con el poder de los narcos, sean peruanos, paraguayos o bolivianos en asociación con delincuentes argentinos. En eso se parecen muchísimo los dirigentes kirchneristas (gobernadores e intendentes) con Lula, quien a través de su vocero Lewandowski dice que le «horrorizaron» las muertes de tantas personas, pero ni una palabra de solidaridad para los policías caídos en cumplimiento del deber, que el mismo presidente debería llevar adelante como un cruzado. Cuando lo hagan y se jueguen, creeremos en su sinceridad.

Los DDHH son un beneficio unilateral para los delincuentes y un verdadero calvario para la gente inocente, que es rehén de estos criminales que son los dueños de la vida y de la muerte. Existe a nivel mundial una ominosa red que persigue un objetivo maligno. Un negocio satánico que comienza en oscuros laboratorios y termina letalmente en las calles y en el camposanto. Mientras tanto, la sociedad semiinconsciente, aturdida, confundida, no termina de despertar y pone robóticamente su voto en una urna de cartón prensado. ¿Y qué consigue a cambio? Nada. Inseguridad, desprotección, desamparo, autoalabanzas, promesas y escarceos y proyectos de todo tipo, color y volumen, que son castillos en el aire, como la canción de Alberto Cortés.

Conclusión no muy alentadora

Las fuerzas del orden tienen bajas humanas que para las organizaciones de derechos humanos «parciales» no cuentan. Como dice un pensador eslovaco, los Derechos Humanos son una fachada, una hipóstasis falsa, es ni más ni menos que la ruptura con los Diez Mandamientos. Es como si los homicidas tuvieran un pasaje directo al Paraíso y a las víctimas el Estado las deja olvidadas el Infierno y a sus familiares viviendo en el Purgatorio. Así proceden las «organizaciones» que se dicen «defensoras de los Derechos Humanos», tienen una doble cara, como los rostros del teatro griego. La doble máscara que representa la comedia y la tragedia, Talía y Melpómene.

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