Por Ricardo Bustos.-

Hace un tiempo, una parte de la población argentina eligió una propuesta política que prometía cambiar todo lo que «no estaba bien» y convertir a nuestro país en un oasis casi único en la ya deteriorada América Latina.

Una fractura jamás curada que lleva mas de 70 años pretende ser entablillada cuando ya los huesos han soldado torcidos. Argentina es un país donde un pie camina para adelante y el otro hacia atrás. Somos un país de inmigrantes, usurpadores, vagos, planeros, sin voluntad para generar algo parecido a una vida normal en un país que tiene todo para ser uno de los mejores del mundo. Su clima, mar, ríos, montañas, praderas, fauna, flora privilegiados y todos con posibilidades de generar riquezas.

Un gobierno llegó con muchas ideas «innovadoras» para producir cambios inmediatos en un territorio que tiene gente con mentalidad de pueblo lento, tranquilo, sin apuro.

Niños que no saben leer, sumar, multiplicar, restar, con cajeras de supermercados, que se supone finalizaron sus estudios secundarios, para dar el vuelto en una compra, recurren a una computadora. Jóvenes y adolescentes que no pueden ingresar a una universidad y no porque deben pagar su carrera sino porque sus pocos conocimientos educativos y de instrucción les impiden superar el ingreso al ciclo básico, algo normal en cualquier país del mundo.

El gobierno nacional quizá tenga las mejores intenciones pero no asume que dentro del inmenso territorio, aún hay pus, porque han sido infectados una enorme cantidad de sus ciudadanos con ideologías retrógradas, destructivas, sin sustento para llevar a la práctica.

No sirve una motosierra para cambiar una mentalidad.

El argentino es un individuo que necesita ver para creer, porque siempre fue engañado por los políticos de turno de cualquier partido.

Ahora, tendremos nuevamente la oportunidad de elegir candidatos en gran parte de Argentina y, cuando todos creíamos que la vida institucional podía dar un vuelco hacia la normalidad, vemos en las fotos de las propuestas políticas, los mismos rostros pero más viejos y corruptos.

Presos por haber robado millones de dólares al estado, gozan de una vida de lujos con custodias, atención permanente y el beneficio que la Justicia corrupta les brinda al no incorporarlos al numeral carcelario en un instituto penitenciario normal.

Pertenecer en Argentina es algo que no todos podemos poner en práctica.

A esta altura de los acontecimientos, con las calles repletas de manifestaciones por falta de salud, mala educación, trabajadores expulsados del sistema «porque hay que controlar el déficit fiscal», no es una receta válida para poner en práctica con los argentinos de a pie, esos que siempre han vivido sin sobresaltos.

Esta y otras películas similares, ya las he visto a lo largo de mi vida profesional como hombre de medios de comunicación, coherente, pero crítico.

No importa si es Perón, Milei o Donald Trump…

«LO QUE ESTÁ MAL… ESTÁ MAL.

No podemos seguir pensando en lo que sucede a miles de kilómetros de distancia, porque comulgamos con esas ideologías. Acá hay 47 millones de argentinos que aún siguen esperando ese cambio prometido pero sin soberbia ni motosierra. La macro está bien, pero la gente vive de la microeconomía todos los días y, a la hora de poner la mesa, cada vez hay menos platos, porque siguen comiendo los niños en las escuelas o los comedores comunitarios.

Esa no es la Argentina que merecemos.

BASTA DE PELEARSE CON TODOS.

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