Por Hernán Andrés Kruse.-

Las escenas son elocuentes. Dramáticamente elocuentes. Por un lado, una vicepresidenta que demostró, por enésima vez, quién manda en el FdT. Por el otro, un presidente abatido, que descendió del avión que lo condujo a Chapadmalal en medio de una soledad aterradora. Las escenas son elocuentes. Dramáticamente elocuentes. Una vicepresidenta que, ante una multitud enfervorizada, se limitó a repetir conceptos vertidos en anteriores discursos pero que omitió, de manera deliberada, hacer alusión alguna a las candidaturas. Por el otro, un presidente que recién ahora se está percatando que siempre fue un instrumento de Cristina o, si se prefiere, un presidente de transición. Un presidente que cavó su propia fosa cuando anunció que no competiría por su reelección. Un presidente que, al descender del avión acompañado por una sola persona y su guitarra, adquirió plena conciencia de lo cruel e impiadoso que es el peronismo con el dirigente que pierde autoridad. Un presidente que en ese penoso momento seguramente recordó las sabias palabras de su mentor, Néstor Kirchner: “La política lejos está de ser un club de amigos”. En efecto, la política y la amistad son como el agua y el aceite, son antagónicos. En la política priman los intereses, las traiciones, los egoísmos, las inmoralidades. No hay espacio para la amistad. Pero el presidente es perfectamente consciente de ello. Alberto es un dirigente muy experimentado que mientras fue jefe de Gabinete de Néstor Kirchner hizo varios doctorados en maquiavelismo político. Quizá nunca pensó que alguna vez sentiría en carne propia el abandono de quienes siempre consideró eran “amigos”. Cristina, qué duda cabe, le hizo saber lo impiadosa que es con quienes se atreven a desafiarla, a cuestionarla. La soledad de Alberto en Chapadmalal es lo que buscó Cristina a partir del momento en que trató de actuar como presidente.

El jueves 25 por la tarde la vicepresidente demostró que sigue ocupando el centro del ring. Tal es su centralidad que decidió, sin consultar a nadie, a quienes invitar al “palco vip” y a quienes no. A sus espaldas estuvieron su hijo Máximo, el gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, el ministro del Interior, Wado de Pedro, y el ministro de Economía, Sergio Massa. Cuando todos esperaban alguna definición sobre las candidaturas Cristina guardó un calculado silencio. Seguramente recién sobre la expiración del tiempo permitido para oficializar candidaturas bendecirá a quienes integren la fórmula presidencial del FdT. Es la manera de hacerles ver que sus candidaturas se deberán pura y exclusivamente a su voluntad.

Lo real y concreto es que hay dos aspirantes seguros a las candidaturas a presidente y vice. Ellos son Sergio Massa y Wado de Pedro. El candidato más firme a la presidencia es el ministro de Economía. Sería, aparentemente, el candidato “preferido” de Cristina. ¡Lo que son los intereses políticos! Pensar que en 2015, en plena campaña por la presidencia, Massa aseguraba a todo el mundo que si llegaba a la Casa Rosada barrería de un plumazo a los ñoquis de La Cámpora. Ahora son otros tiempos. Cristina necesita del tigrense porque debe haber llegado a la conclusión de que es el único candidato “potable”. Pero Massa tiene un “problema”: la inflación. ¿Qué sucedería si a mediados de junio el Indec diera a conocer una inflación de dos dígitos correspondiente a Mayo? La candidatura de Massa se desmoronaría como un castillo de naipes porque si algo ha enseñado la historia argentina es que nadie puede ganar una elección presidencial con semejante inflación.

Si ello llegara a suceder el vacío dejado por Massa sería ocupado por Wado de Pedro. Ahora bien, ¿qué chances podría tener De Pedro si, además de verse obligado a explicar el estruendoso fracaso económico del gobierno, su figura es poco conocida a nivel nacional? Muy pocas, realmente. En consecuencia, a Cristina le quedaría, como se dice coloquialmente, “un as en la manga”. Me refiero, obviamente, a Axel Kicillof. Pero el bonaerense no parece estar demasiado “entusiasmando” en ser el candidato presidencial del FdT. Es razonable que ello suceda ya que todas las encuestas coinciden en destacar la competitividad de su candidatura en territorio bonaerense. ¿Qué interés tendría Kicillof en inmolarse en la carrera por la presidencia? Ninguna.

Otra pregunta que todos se formulan es la siguiente: ¿habrá un candidato de “consenso” o, por el contrario, habrá una elección interna? Por el momento todo parece indicar que Wado de Pedro o Massa deberán competir con, al menos, dos candidatos: Uno de ellos es Agustín Rossi; el otro, Daniel Scioli. Quien más preocupa al cristinismo es el ex gobernador bonaerense quien, obviamente, cuenta con el respaldo del presidente de la república. En las últimas horas tanto Scioli como Rossi confirmaron su decisión de participar en las PASO. Como siempre afirma Mario Wainfeld en su columna política de Página/12, esta historia continuará.

Centremos ahora la atención en el discurso de Cristina (fuente: Página/12, 26/5/023). Al comienzo de su exposición la vicepresidente rememoró la herencia dejada por De la Rúa y Duhalde cuando Néstor Kirchner asumió el 25 de mayo de 2003.

“Quiero contarles que cuando él llegó después de la crisis del 2001, el Estado era así de chiquitito (…) pero la deuda externa que le habían dejado era así de grande compañeros. En aquel Estado, YPF había sido privatizada, era una empresa española igual que Aerolíneas Argentinas. Tampoco estaba el correo que también había sido privatizado. La ANSES tampoco existía porque cuando él llegó en la Argentina se jubilaban unos pocos. Los recursos de los trabajadores habían sido entregados a las famosas AFJP. Apenas una jubilación de 200 pesos para los que habían cumplido todos los años y todos los aportes. Las AFJP se terminaron quedando con los sueldos más altos como aportantes y los más bajos los terminó pagando el Estado (…). Pero si todo estaba en manos de los privados, si todo estaba en manos de los buenos administradores ¿por qué la Argentina debía tanta plata? Por una razón muy sencilla: porque había contraído deuda externa. Porque la habían estatizado en 1982, porque siguieron durante toda la década del 90 para sostener la falsa dolarización, para seguir endeudando al país. Ese día que se cayó la falsa dolarización estalló el país (…)”.

Frente a semejante escenario el flamante presidente Néstor Kirchner decidió tomar el toro por las astas. “Cuando Néstor llegó al gobierno y recibió la deuda defaulteada, la deuda soberana defaulteada más grande de la historia (150% del producto bruto), la reestructuró contra viento y marea logrando la quita de capital e intereses más importante de la que se tenga memoria. Era la deuda que había sido estatizada en el 82 cuando se iba la dictadura militar. Y la deuda que se contrajo durante los 90 para sostener la falsa convertibilidad o la falsa dolarización. Pero no se quedó ahí. Además decidió, junto al compañero Lula Da Silva, pagar al contado la deuda con el FMI. Es ahí cuando la Argentina y su gobierno votado en las urnas recuperan el timón de la economía (…)”.

A continuación Cristina reivindica primero la presidencia de Néstor Kirchner y luego sus ocho años al frente del Poder Ejecutivo. “Y comienza un proceso de reindustrialización, de inclusión, de valor agregado, de tecnología, de repatriación de científicos e investigadores. De la construcción de una red social de inclusión para una sociedad que había sido devastada por la desocupación y la exclusión (…) Cuando ese compañero llegó a presidente de la república el producto bruto de este país era de 164.000 millones de dólares. Cuando su compañera entregó el gobierno el 10 de diciembre de 2015 el producto bruto era de 647.000 millones de dólares. Pagamos durante 12 años y medio 100.000 millones de deuda en dólares que no habíamos contraído nosotros. ¿Y qué? ¿Fue magia, somos unos genios? No, el modelo de construcción de la sociedad, un modelo de producción, de valor agregado, de inclusión social, de sostenimiento de la industria nacional, de buenos salarios (…) Y aquel gobierno termina con el mejor salario en dólares de toda Latinoamérica, con la mejor jubilación y con la mayor participación de los trabajadores en el producto bruto interno, más del 51% (…)”.

Luego de reivindicar los 12 años de gobiernos kirchneristas, embiste contra Mauricio Macri. “¿Y qué fue lo que recibimos cuando volvimos en el 2019? Nuevamente endeudada la Argentina en dólares. Fuimos en los años 2016 y 2017 el país en el mundo que más deuda en dólares tomó. Y esto, cuando no se pudo pagar, pasó lo que pasó. Otra vez el FMI pero con una adicional: ya no eran los préstamos stand by más o menos normales que se daban a todas las economías de la región o de otras partes del mundo por parte de organismos internacionales. No. Le dieron, para que pudiera ganar las elecciones, 57.000 millones de dólares. Un préstamo inédito, inaudito (…) Entregaron un país endeudado con dos dígitos de desocupación (…) Esto es lo que hicieron en cuatro años los que hoy nos dicen que quieren volver a conducir el país (…)”.

A continuación Cristina afirmó su pertenencia a lo popular. “El problema que hoy tenemos, acuciante, es la distribución del ingreso. Y miren, créanme que para distribuir el ingreso muchas veces hay que ponerle carita fea a los que tienen mucho porque no se trata de confrontar. ¿O por qué se creen que en mi segundo gobierno pudimos llegar al 51%? ¿O por qué creen que me odian, me persiguen y me proscriben? Por eso, porque nunca fui de ellos ni lo voy a ser hagan lo que hagan, me quieren matar, meter presa, nunca voy a ser de ellos. Yo soy del pueblo y de ahí no me muevo (…)”.

Una parte central de su discurso fue su mención del acuerdo con el FMI. “Si nosotros, los argentinos y argentinas no logramos que ese programa que el Fondo Monetario impone a todos sus deudores, sea dejado de lado y nos permita elaborar un programa propio de crecimiento, de industrialización, de innovación tecnológica, va a ser imposible pagarlo por más que digan lo que digan (…) Es imprescindible entonces unidad nacional frente a eso. Fue un préstamo político y política también tiene que ser la solución. En todo caso que lo aten a un porcentaje de exportaciones pero que dejen de querer dirigir la política y clausurarnos la industrialización del país y convertirnos únicamente en proveedores de materias primas (…)”.

En la parte final de su discurso, Cristina arremetió duramente contra la Corte Suprema. “Quiero decirles finalmente que es necesaria una renovación de ese pacto democrático. Volver a dar al país un Poder Judicial que se ha evaporado entre las tramoyas de una camarilla indigna para la historia de la Argentina. Miren: cuando Néstor llegó al gobierno lo amenazaron con la dolarización, me acuerdo el presidente de la entonces Corte Suprema de Justicia (Julio Nazareno). Debo decir, es increíble pero, si me hubieran dicho que yo iba a decir esto en algún momento lo hubiera enojado enfáticamente, no lo habría admitido. Pero créanme que aquella Corte a la que Néstor pidió formalmente se le hiciera juicio político, al lado de este mamarracho que tenemos hoy, verdadero mamarracho, indigno. Nunca se escucharon y se dijeron las cosas, nunca se escuchó de ningún miembro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación las cosas que se saben y que nos enteramos todos los días. Por favor. No importa si es un jurista de una u otra orientación pero, por favor, los argentinos se merecen volver a tener una Corte Suprema de Justicia que sea llamada como tal sin ponerse colorado. Por favor se los pido a todos los partidos políticos de la República Argentina. Es la imagen del país (…)”.

Cristina no hizo más que reiterar temas ya tocados en anteriores apariciones públicas. Una fuerte defensa de los 12 años de kirchnerismo en el poder (2003-2015), una ácida crítica a la oposición (ahora le turno le tocó a Macri; antes le había tocado a Milei) y un ataque frontal contre el acuerdo con el FMI y la Corte Suprema. Fue un discurso dirigido fundamentalmente a la militancia y a los sectores del peronismo que están en la vereda de enfrente (la CGT y buena parte de los gobernadores peronistas, por ejemplo). Es probable que esa militancia que soportó estoicamente los embates de la fuerte lluvia que se descerrajó sobre la Plaza de Mayo se haya sentido un tanto desilusionada al no escuchar de parte de Cristina alusión alguna a las candidaturas. Durante varios pasajes de su alocución Cristina escuchó de miles de militantes el pedido de que fuera la candidata presidencial por el FdT. Ni se inmutó. Evidentemente tiene muy decidido lo que piensa hacer de aquí a la presentación oficial de las candidaturas y nadie podrá hacerla cambiar de opinión. Todo parece indicar, como lo señalé más arriba, que los bendecidos serían Wado de Pedro y Sergio Massa. Lo que no está del todo claro es quién de los nombrados ocupará el trono (la pre candidatura a la presidencia). El Ministro del Interior ha aclarado a la prensa que no dudará en obedecer lo que decida Cristina. Ello significa que si la jefa le ordena ser pre candidato a la vicepresidencia no dudará un segundo en acatar su voluntad. La pregunta del millón alude a cuál sería la reacción de Massa si Cristina bendice la fórmula De Pedro-Massa. Porque todo el mundo sabe dos cosas: primero, que Massa está obsesionado con ser presidente; y segundo, que jamás aceptaría ser el segundo de De Pedro. Su gigantesca petulancia le impediría tolerar semejante “ofensa”. La decisión de la militancia camporista, apenas terminó de hablar Cristina, de difundir afiches proponiendo la candidatura presidencial de De Pedro parece señalar claramente hacía quién apunta el dedo de la jefa. Las próximas semanas serán, qué duda cabe, cruciales, no sólo para Massa sino también para De Pedro y la propia Cristina.

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