Por Roberto Fernández Blanco.-

Los argentinos hemos votado.

El populismo kirchnerista con su exministro Massa, con el respaldo explícito de la CGT y de la vetusta ideología kirchnerista camporista, sólo obtuvo 44 puntos.

La propuesta liberal del actual presidente Javier Milei obtuvo 56 puntos, esto es, la enorme diferencia a su favor de casi el 30% de votos por encima del perdedor.

Si consideramos que de esos 44 puntos del perdedor, un mínimo de 25% (11 puntos) votaron arreados por la malversación e irresponsable dilapidación de los recursos públicos por parte del exministro de economía Sergio Massa mediante el ominoso plan platita, el kirchnerismo con la CGT apenas alcanza los 33 puntos, una diferencia abrumadora a favor de La Libertad Avanza que no admite discusión ni dudas ni vacilaciones.

Nunca mejor expresada la voluntad popular.

Con esta contundente evidencia, el noble pueblo argentino no debe vacilar en su decisión en favor de esta gran oleada de cambio definitivo y del necesario fin de estas corporaciones oligárquicas que, en su desbordante mezquindad, su insaciable voracidad, su falta de visión, su enorme carencia de grandeza, su falta de patriotismo y de humanidad, nos vienen sumiendo en una implacable involución y pobreza.

Hoy la predadora oligarquía sindical cruje espasmódica.

Argentina viene sufriendo las consecuencias de un sindicalismo explotador de los sectores trabajadores productivos tal que, sin generar riqueza concreta y simplemente “administrando” una fuente forzada, coactiva, de recursos expoliados a las fuerzas productivas (aportes a sindicatos), estos son ominosamente desviados a sus más que evidentes descomunales enriquecimientos personales, sin ningún tipo de reparo ni vergüenza, disfrazando las desviaciones de fondos (que no resisten la más mínima auditoría) con el falso disimulo de estar protegiendo a los sectores empleados, patoteando, asfixiando y destruyendo -desafiantes- las fuentes productoras de riqueza para reforzar sus espurios ingresos.

Directos corresponsables del deterioro económico y social argentino, despliegan sus mezquindades con bravatas y agresiones propias de un mundo subdesarrollado.

Todo cuanto tienen en mansiones, lujosos predios en barrios residenciales, coches de lujo, aviones, hoteles, sanatorios, etc., traspasados a sus patrimonios con accionistas testaferros y familiares, con bienes y cuentas bancarias en el exterior, pertenece a los trabajadores aportantes y debe incautarse -con asistencia de la banca internacional- para ser devuelto a sus verdaderos dueños, los generadores de la riqueza a quienes ellos han despojado, a sus explotados, el más vil despojo por plusvalía, entes parasitarios que con procedimientos mafiosos han acumulado tanta espuria riqueza.

Ni Mussolini ni Hitler dejaron sembrado tanto daño sostenido, permanente, como el que quedó sembrado con este sindicalismo que viene sumergiendo la patria argentina en la peor de las decadencias que hoy sufrimos, con sus personeros copando las instituciones legislativa y judicial del Estado sirviendo a sus mezquinos intereses en complicidad con los de la asociación ilícita kirchnerista camporista.

Un tumor maligno que debe ser extirpado y sustituido por una nueva clase dirigente sindical digna, con nuevas reglas de juego que garanticen libertad, honradez y eficiencia a libre elección y decisión de los trabajadores, nuevos administradores no forzados, de conducta patriótica, depurada de estos personajes trastornados y violentos, sin humanidad, vulgares, voraces, rapaces, desvergonzados y sin escrúpulos.

Por un bien a la humanidad debe la banca internacional (a Latinoamérica en particular) prestar plena colaboración para identificar todos los bienes mal habidos de estos personajes parasitarios de los productivos contribuyentes que han medrado y siguen medrando en su carácter de “administradores de recursos expoliados”, indebidamente forzados, malversadores consuetudinarios.

Alguna vez hay que poner fin definitivo a tanto daño y depurar la salud moral política para despejar el camino a la reconstrucción de la enorme nación que nuestra latente riqueza permite.

Argentinos de trabajo y producción, es el momento histórico de la reacción valiente y colosal.

Sin lugar a dudas, la oligarquía sindical saldrá rápida y desesperadamente a hacer gestos amenazantes para ocultar y preservar sus privilegios pero la nación argentina no debe ya permitirlo.

Nos jugamos el futuro.

Recorrerán juzgados en busca de jueces y funcionarios públicos “amistosos, complacientes y/o claudicantes” en su reiterado intento de seguir disfrazando de legalidad sus apremios por eludir y ocultar las evidencias de sus manejos.

Bajo el eufemismo de “poner un freno a una reforma contraria a los trabajadores” buscan una cautelar cómplice bajo el confuso título de “proteger este particular sector vulnerable”, ¿cuál?, el de ellos, el sindical en su pretensión de preservar sus perversos intereses.

Deberán devolver sus malversados bienes a sus verdaderos dueños, los expoliados trabajadores.

No más bravatas ni prepotencias ni amenazas.

Un nuevo resplandor de libertad refulge en Latinoamérica y el murmullo de un tsunami de libertad hace oír su crujido en el horizonte.

Que sea el fin de las oligarquías marxistas populistas y la coronación definitiva de la libre y armoniosa Acción Humana.

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