Por Luis Alejandro Rizzi.-

Ésa fue la diferencia a favor de “Cambiemos” o, si se quiere, 2,68%, según el resultado del escrutinio definitivo. Parece poco.

No sé si se podrá hacer un análisis de cómo se han compuesto los votos de unos y otros, pero en base a las encuestas hechas durante el año, podríamos arriesgar que la parte de la sociedad que anhelaba y anhela un “cambio” es mucho más que ese magro “2,68”, porque se debe tener en cuenta que Scioli y Sergio Massa también propusieron la necesidad de hacer algunos cambios, incluso se habló del “cambio justo”.

Más aún, estimo que esta mayor “mayoría”, sorry por la redundancia, es lo que se verá reflejado en la nueva composición del Congreso de la Nación y tendremos la primera prueba con la segura convocatoria a sesiones extraordinarias que formulará Mauricio Macri para que se traten proyectos de leyes imprescindibles para iniciar el largo camino de la recuperación.

Pienso que el “kristinismo” quedará reducido a un 20/25% a lo sumo del padrón electoral y, usando la expresión de Jorge Lanata, pienso que ésa es la medida de la grieta, 75% de un lado y el resto del otro.

No sé cuál será la profundidad de esa “grieta”.

La pregunta que nos deberíamos hacer es si ésa es la única “grieta” o si hay otras más, o en verdad la grieta es otra.

Parecería que la sociedad está en un proceso de agrietarse, quizás lo que Ortega llamaba una sociedad “invertebrada”.

Hay un síntoma que me llama la atención y es el cuidado de Mauricio Macri y de su gente por evitar la descalificación del otro. Incluso cuando declaró que su reunión con Kristina “no valió la pena”, no usó la expresión para desacreditar o incapacitar, sino más bien como frustración de un hecho que debió tener otra trascendencia.

La nota discordante la dio Lilita Carrió con su inoportuna descalificación del Señor Angelici, ya que hay una distancia sideral entre “descalificar” y “criticar”.

La crítica o el sentido crítico es una de las virtudes más destacables del ser humano, como consecuencia de nuestra natural imperfección.

Los argentinos -y esto ya lo decía hace años Bernardo Neustadt- tienen una particular “perversión” en sus inclinaciones como la de odiar o rechazar lo selecto, lo bueno o creer que la cuestión no es ser mejor sino “superior”. En eso el kristinismo ha sido genio y figura: sólo lo suyo es lo “superior” muy lejos de lo mejor y mucho más cerca de lo “peor”.

Creo oportuno transcribir este pequeño párrafo de Ortega que se refiere a esa tendencia por la perversión, que significa vocación por viciar y perturbar el orden de las cosas, y entonces la gente se convierte en vulgo, que es el culto por lo superficial o lo chabacano: “…y siendo vulgo y masa se juzga apto para prescindir de guías y regirse por sí mismo en sus ideas y en su política, en su moral y en sus gustos, causará irremediablemente su propia degeneración”.

Pues bien, un sector de nosotros o una parte de nosotros somos vulgares y propensos a la descalificación o a imponer nuestro propio arbitrio como única verdad.

Creo que en ese pequeño párrafo escrito para la España del ‘30, de 1930, Ortega también explica el porqué de nuestro atraso; quizás ésta sea la grieta de la que habla Lanata.

Nosotros, como gente, parecería que no hemos sabido elegir “lo deseable”, o bien hemos confundido lo “deseable” con lo irrazonable, lo irrealizable o lo imposible, que luego causaban nuestro desasosiego, que se traduce en nuestro atraso.

En otras palabras, a lo largo de los últimos años hemos insistido en las diversas formas de “populismo” que llamaría “vulgarismo”, que es la creencia de que el progreso no exige esfuerzo.

El “kristinismo” agregó otro ingrediente que fue convertir el “vulgarismo” en una nueva (in)cultura, que nos llevó a tolerar por años la falsificación de todas las estadísticas, a creer que la irrestricta emisión monetaria era una creación de riqueza, que la inflación es un prejuicio liberal o neoliberal, que la trampa era una virtud -recordemos que la falsificación de los índices de precios se hizo para pagar menos o defraudar a nuestros acreedores-; se personalizó en la persona del Juez Griesa a la Justicia de los EEUU, a la cual nos sometimos voluntariamente, que sancionamos varias “leyes cerrojo” que, más allá de ser inconstitucionales, son un atentado a la ética y a la moral y nos desacreditan como país.

Pues bien, de este repertorio de ideas participamos muchos de nosotros, que excedemos las formas del “kristinismo”.

Quizá ésa sea la grieta más jodida de componer, porque en esa grieta descansa lo que Lanata también llamó el “riesgo del pensamiento mágico”, que es nuestra real amenaza y el gran desafío de “Cambiemos” y de los argentinos, es decir, de nosotros, de vos, vos y yo…

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