Por Hernán Andrés Kruse.-

“En ciertos períodos la nación se aduerme dentro del país. El organismo vegeta; el espíritu se amodorra. Los apetitos acosan a los ideales, tornándose dominadores y agresivos” (José ingenieros).

“La política de las piaras” es el título escogido por José Ingenieros para caracterizar a la política vigente en su época. Estamos hablando del apogeo del orden conservador, es decir, los primeros años del siglo XX. Un siglo más tarde esa expresión puede ser perfectamente utilizada para caracterizar a la política argentina. Es por ello que me tomé el atrevimiento de utilizarla para titular esta reflexión.

El viernes 28 de enero el presidente anunció con bombos y platillos que finalmente se había logrado acordar con el FMI. Todos los diarios de tirada nacional, los principales canales de televisión por cable y el establishment celebraron la noticia. Por fin, exclamaron, se llegó a un acuerdo con el FMI. Finalmente, la Argentina no quedará descolgada del mundo. El dólar blue se desplomó en cuestión de horas: de 223$ bajó a 212$. La euforia era total. Sólo unos pocos dirigentes políticos, enrolados en la izquierda, criticaron duramente el acuerdo. Su argumento es válido por donde se lo mire. Este acuerdo, acusaron, no hará más que obligar a la población a soportar un nuevo ajuste, tan nefasto como los anteriores. La historia no hace más que corroborar esta afirmación. Cada vez que el gobierno de turno acordó con el FMI la inmensa mayoría de los argentinos pagamos las consecuencias. Mientras que el presidente lanzó el mensaje enarbolado por los presidentes anteriores que se acercaron al prestamista internacional de última instancia: no había otro camino.

Ese 28 de enero fue el mejor día para el gobierno nacional. Sin embargo, poco duró la alegría. El lunes 31 Máximo Kirchner, presidente del bloque de diputados nacionales del FdT e hijo de la vicepresidenta, publicó una carta en la que anunciaba su decisión de renunciar a su cargo para permitirle al presidente que ponga en ese lugar a un diputado que comulgue con la estrategia seguida por el gobierno para acordar con el FMI. El mensaje era cristalino: Máximo Kirchner mostró su profundo desacuerdo con la forma elegida por el presidente para negociar con Georgieva, es decir, con el gobierno de Estados Unidos. La decisión de Kirchner fue un feroz golpe al mentón de Alberto Fernández. Da toda la sensación de que el hijo de Cristina sorprendió al presidente con semejante decisión. Lo primero que hizo el primer mandatario fue tratar de restarle trascendencia al asunto, dejando bien en claro que se trataba de una decisión personal de Máximo Kirchner que no contaba con la aprobación de Cristina. Realmente cuesta creer que Máximo Kirchner haya decidido abandonar un cargo tan relevante sin contar con el apoyo de su poderosa madre.

Con su renuncia Máximo Kirchner puso en evidencia su intención de despegarse del acuerdo anunciado por el presidente. ¿Ello significa que el cristinismo votará en contra del acuerdo cuando se discuta en el congreso? Si ello llegara a suceder el FdT habría llegado a su fin. ¿Se atreverá Cristina Kirchner a quebrar la coalición de gobierno? Esa es la pregunta que nadie, salvo la propia Cristina, está en condiciones de responder. Otro hecho que llamó la atención fue la designación de un delfín de Agustín Rossi en la jefatura del bloque de diputados nacionales del FdT. ¿Rossi rompió con Cristina? Hay que recordar que la relación entre ambos se enfrió a raíz de la decisión de Rossi de competir en las últimas PASO desafiando el acuerdo celebrado entre Omar Perotti, Alberto Fernández y Cristina. ¿Acaso el presidente pretende aislar a Cristina? Tratándose de la Argentina, todo es posible, incluso la decisión de Alberto Fernández de desafiar a su mentora.

El martes 1 de febrero el presidente y su comitiva partieron rumbo a Rusia y China. El viaje mereció ácidas críticas de la oposición y de los medios de comunicación enfrentados con el gobierno. ¿Qué sentido tiene, bramaron, visitar a Putin y Xi Jinping justo ahora, cuando el gobierno depende del visto bueno de Joe Biden, enfrentado con los gobierno de Rusia y China, para garantizar el éxito del acuerdo con el FMI? La pregunta es por demás lógica. Sin embargo, Alberto Fernández consideró que esta visita era una demostración palpable de la independencia de la política exterior de su gobierno. Los hechos demostraron que esta visita significó un fuerte alineamiento con Putin y Xi Jinping. ¿De qué independencia estamos hablando? Al dialogar con el jerarca ruso, el presidente afirmó que la Argentina podía transformarse en la puerta de acceso de Rusia a Latinoamérica. ¿Era necesaria tanta genuflexión justo ahora cuando la paz mundial pende de un hilo? Horas más tarde, ante el jerarca chino, Alberto Fernández firmó un acuerdo que introduce a la Argentina en la Ruta de la Seda, lo que en la práctica significaría en principio una ayuda financiera de China de gran envergadura. Tal como lo hizo con Putin, el presidente argentino se arrodilló ante Xi Jinping expresándole que si fuera argentino, hubiera abrazado la causa de Juan Perón.

Mientras el presidente estaba siendo considerado “un buen pibe” por Putin y Xi Jinping, el ex presidente Mauricio Macri, responsable de la deuda contraída con el FMI, intentó sacar provecho político del viaje de Alberto publicando la siguiente carta:

NO ES UN MOMENTO PARA LA IMPROVISACIÓN

“Las relaciones internacionales deben ser cuidadosas y responder a un plan coherente que se extienda en el tiempo, mucho más allá de la duración del mandato de un gobierno. Se busca siempre que esas relaciones sean beneficiosas para el país, manteniendo para eso la mayor cantidad de socios posibles. Así fue durante mi gobierno la política exterior, que mantuvo al mismo tiempo y sin contradicciones excelentes relaciones políticas y comerciales con Estados Unidos, Rusia (vale aclarar que tuvimos cuatro fructíferas reuniones bilaterales con el presidente Putin), China, Japón, todos los países europeos, los países clave de cada continente y casi todo los países de nuestra región, así como con casi todas las organizaciones internacionales que reúnen los intereses de los países. El G20 realizado en Argentina fue la expresión más lograda de esa política equilibrada. Una gran parte del futuro de lo que la Argentina puede llegar a ser se juega en el cuidado de esas relaciones que, lamentablemente, el gobierno actual se empecina en dilapidar. Un error en el posicionamiento internacional puede ser la ruina económica e incluso hacer peligrar la paz del país y la región.

En el día de ayer, el presidente Fernández realizó riesgosas declaraciones frente al presidente de la Federación de Rusia, Vladimir Putin, que pueden alterar la posición internacional que la Argentina ha mantenido por años, además de potencialmente hacer peligrar el acuerdo aún no firmado entre la Argentina y el FMI.

Fernández dijo “yo estoy empecinado en que la Argentina tiene que dejar esa dependencia tan grande que tiene con el Fondo y los EEUU, que tiene que abrirse camino hacia otros lados y ahí es donde me parece que Rusia tiene un camino muy importante”. Además el presidente ofreció que la Argentina sea la “puerta de entrada” para que Rusia ingrese a América Latina.

Semanas antes, funcionarios argentinos se habían reunido con autoridades norteamericanas para solicitar la ayuda de EEUU frente a las negociaciones con el FMI. Todos sabemos que no se puede al mismo tiempo pedir ayuda y después declarar rechazo a quien nos está ayudando. Eso es lo que hizo la Argentina ayer con las palabras del Presidente.

No es un momento para la improvisación en política internacional. La amenaza de un conflicto armado pone en peligro la estabilidad mundial. Se necesita extremada prudencia, sensatez, crear confianza, escuchar a los expertos, atender el conocimiento profesional y tener modestia. Nada de lo que este gobierno ha mostrado hasta ahora”.

La política de las piaras está, qué duda cabe, más vigente que nunca.

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