Por Ricardo Bustos.-

Después de nueve meses de aislamiento y frustración anímica, por estrés psicofísico, producto de las malas decisiones gubernamentales, hemos llegado a un punto dónde se hace necesario nos reconozcan como personas en un «todo» y no como potenciales portadores y transmisores de un virus contagioso. Necesitamos cuidarnos pero también trabajar para llevar el pan a la mesa, abonar los servicios esenciales del hogar, compartir con nuestros seres queridos más cercanos aunque sea un día a la semana. Lo virtual es inexistente a la hora del abrazo, el beso, el calor de una piel, la mirada cercana, el perfume flotando en el aire y la voz en el oído pero desde los labios no en un parlante. No necesitamos que nos ordenen, pero sí que nos den ejemplos desde las altas esferas del poder para creerles, algo que está muy lejos de haber ocurrido hasta la fecha. Ahora el flamante Presidente electo de Estados Unidos, nos dice que se avecinan meses muy oscuros y entonces me pregunto…. ¿Más oscuros que los que hemos vivido desde marzo de 2020?

La gente se cansó, está agitada y agotada porque les cerraron las puertas de sus propias vidas y escondieron las llaves. Hay millones de argentinos respetando las normas pero pasando hambre porque con el tapabocas sin trabajar no hay alimentos para su familia y desde el Estado la poca ayuda que llega no alcanza ni para las necesidades mínimas y los servicios se pagan todos los meses igual.

Un futuro que no se ve claro porque tampoco existe en los papeles de la política y una sociedad que deambula como hormigas que se le inundó el hormiguero. Dios aclare un poco la mente de gobernantes y gobernados y vivamos una tranquila Navidad y un fin de año en paz… Por lo menos.

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