Por Carlos Tórtora.-

Desde el 2003, cuando Néstor Kirchner llegó al poder, el kirchnerismo jamás tuvo una situación de debilidad como la actual. Los gobernadores peronistas culpan a Cristina Kirchner por la derrota electoral y el salteño Gustavo Sáenz lo dice en público. La CGT se está manifestando en el mismo sentido y los 50 intendentes que responden a Axel Kicillof quieren que éste rompa con los Kirchner y se ponga al frente de la renovación peronista. Todos ellos están convencidos de que, si Cristina sigue abrazada al gobernador, la candidatura presidencial de éste puede encaminarse hacia una derrota.

Pero Kicillof está dejando pasar la que sería la que puede ser la mejor oportunidad de su carrera política. Lejos de mostrarse rupturista, en estos días le hizo llegar mensajes tranquilizadores al cristinismo, a pesar de que Mayra Mendoza y otros salieron a culparlo por la derrota.

Es más, en uno de estos mensajes aclara que no va a disputar con Máximo Kirchner la presidencia del PJ bonaerense, cuyo mandato vence el 18 de diciembre próximo. A todo esto, la tensión interna sigue aumentando y esta semana las sedes nacional y bonaerense del PJ aparecieron tapizadas de afiches contra los Kirchner que decían: «Basta de monarquía».

El temor a un tembladeral

Hay una sola explicación razonable de por qué Kicillof está volviendo a dejar pasar la oportunidad de desplazar al cristinismo. Lo que estaría en riesgo si se precipita la crisis es nada menos que la gobernabilidad de Buenos Aires. Kicillof no cuenta con mayoría propia en ninguna de las dos cámaras. En Diputados hay una disputa abierta del gobernador con Máximo y con Sergio Massa por colocar al futuro presidente de la cámara. Kicillof quiere imponer a Mariano Cascallares, Máximo a Mayra Mendoza y Massa a Alexis Guerrera. El trasfondo de este conflicto tiene varias aristas: está la discusión del presupuesto 2026, la designación de nuevos miembros de la Corte Suprema de Buenos Aires.

En esta agenda se incluye también la autorización legislativa para que el gobierno se endeude. Como es obvio, si los legisladores de La Cámpora se confabularan con los del PRO y LLA, la situación de Kicillof sería muy incómoda. Y todo esto sin hablar de que medio gabinete provincial sigue estando en manos de La Cámpora.

Ya experta en este ajedrez, Cristina vuelve a colocar a Kicillof ante una opción muy difícil. Tiene que optar entre seguir negociando con el cristinismo y mantener la gobernabilidad o romper el PJ y arriesgarse a que estalle también una crisis provincial.

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