Por Alexis Di Capo.-

Primero fue Juan Grabois, cuando expuso la necesidad de una reforma agraria. Después fue la presidente de Justicia Legítima, Cristina Caamaño, abogando por una reforma constitucional. Le siguió luego el ex Director de la Biblioteca Nacional Horacio González elogiando la guerrilla de los 70 y diciendo que Cristina Kirchner no puede ser nada más que vicepresidenta. Por último apareció Luis D’Elía para solidarizarse con Grabois afirmando que éste diría ciertas cosas urticantes que Alberto Fernández no puede decir. En medios tribunalicios se comentaba ayer que desde su prisión Julio De Vido estaría a punto de hacerse oír.

El caso es que desde distintos sectores del cristinismo se nota el creciente nerviosismo causado por, entre otras cosas, la distancia que Alberto Fernández pone con ellos en contraposición al rol de interlocutores que les asigna a los jefes de La Cámpora. Claro está que el silencio de Cristina Kirchner -ausente por ahora de las discusiones internas- contribuye a aumentar el nerviosismo de sus seguidores, que ven cómo los días pasan sin que haya señales de cuál será su participación en el futuro gobierno peronista. La tensión iría en aumento en los próximos días y se esperan más pronunciamientos con sabor a apriete. El candidato, por su parte, estaría dispuesto a hacer oídos sordos a las presiones, teniendo en cuenta que las mismas, hasta ahora, tienen escaso impacto en la opinión pública.

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