Por Carlos Tórtora.-

Desde abril pasado y durante varios meses, Alberto Fernández cosechó apoyos por su decisión de ponerse al frente de la lucha contra el Covid-19. Además, daba la impresión de que la cuarentena impuesta desde el primer momento había logrado minimizar los efectos de la pandemia en el país. Pero a partir de julio, confluyeron dos factores negativos: la sociedad se hartó de la cuarentena eterna y el número de contagios y muertos trepó por encima de lo esperado. El efecto que se produjo fue lógico y los aplausos para el presidente se convirtieron en críticas. Un balance indica que el gobierno no tomó en cuenta que la cuarentena no era sustentable por un tiempo muy largo y apostó todas sus cartas a contener el coronavirus de entrada. Un razonamiento equivocado, porque era por demás obvio que el virus se expandiría ni bien se relajara la cuarentena.

Lo cierto es que en el séptimo mes de cuarentena se producen hechos de alto impacto político. El recorte de la coparticipación a la Ciudad vino a coincidir con un éxito que Horacio Rodríguez Larreta se anota ahora en las estadísticas. El jefe de gobierno se mostró en todo momento partidario de acelerar la flexibilización de actividades en la ciudad, siendo frenado por Alberto y Axel Kicillof, defensores de mantener vigente el grueso de las medidas restrictivas. El caso es que Larreta, contra la opinión de aquellos dos y del comité de infectólogos que asesora al gobierno, reabrió la gastronomía al aire libre. La medida fue criticada por Ginés González García y el propio presidente. El kirchnerismo predijo así que se produciría en la ciudad una subida de casos debido a la “imprudencia” de Larreta.

Sorpresa

Pero el virus dio otra sorpresa -entre las ya muchas de su comportamiento- y no sólo no creció en la ciudad sino que bajó. Esto, al punto de que hoy la capital ya no está segunda en número de casos detrás de Buenos Aires sino que se ubica tercera con un promedio de 1000 casos diarios, siendo superada por la Provincia de Santa Fe con 1300 casos. Así es que Larreta cosecha ahora el éxito de haber acertado con una apertura amplia y sin efectos contraproducentes.

Para la Casa Rosada no sólo se trata de una derrota sino que lo que está ocurriendo en Capital pone en duda que la mayor circulación de gente produzca automáticamente el crecimiento de los contactos. El kirchnerismo activó su épica contra el coronavirus partiendo de premisas que la ciencia y la experiencia práctica parecen contradecir en más de un caso.

Tampoco habrían sido acertados los cálculos oficiales en relación a lo que está ocurriendo en el interior. Reiteradamente, Alberto señaló que los gobiernos provinciales estaban actuando en consonancia con la Casa Rosada pero los brotes de coronavirus en Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Salta y Río Negro parecen señalar que, una vez más, el gobierno nacional se equivocó en sus cálculos.

Share