Por Carlos Tórtora.-

De ser así, el dato clave será si Aníbal Fernández gana.

Las PASO de hoy tendrán lugar en un contexto con al menos tres características particulares. La primera es que la Argentina se encamina a definir su destino político en medio de la mayor crisis regional de la década. Brasil, la sexta economía mundial, ingresó en un doble tembladeral económico y político que nos golpea mucho más que la otra crisis regional, la de Venezuela, que el 6 de diciembre tendrá elecciones legislativas en medio del derrumbe del oficialismo en las encuestas y con un clima de pre-guerra civil.

La segunda particularidad es que la narcopolítica escaló hasta colocarse en el centro de la campaña electoral, en torno a las acusaciones contra el funcionario de más alto rango -jefe de gabinete- y candidato al segundo cargo más importante, gobernador de Buenos Aires.

Por último, si le damos crédito a la mayor parte de las encuestas, estas PASO tendrán un significado muy distinto a las del 2011. En aquellas, su resultado definió el destino de la primera vuelta. El contundente 51% obtenido por CFK instaló el “ya ganamos” y convirtió a la primera vuelta en un mero trámite, que el Frente para la Victoria liquidó con el 54% de los votos. Ahora, casi todas las mediciones indican que los números de hoy dejarán abierto el resultado del 25 de octubre y también la posibilidad de que, por primera vez, haya una segunda vuelta en una elección presidencial.

La excepción a esta probable carencia de definición de la elección de hoy será el duelo entre las dos fórmulas para gobernador y vice de Buenos Aires por el Frente para la Victoria. Ante la denuncia de Jorge Lanata, la presidente reaccionó interpretando que el derrumbe de Aníbal Fernández por un tema de corrupción sería un llamador para que la justicia avance contra ella después del 10 de diciembre, ya sea a través de la causa Hotesur o del caso Báez, que tiene su costado más crítico en un juzgado de Nevada (EEUU) donde el juez Cam Ferenbach investiga docenas de sociedades formadas por el constructor preferido de la Casa Rosada. Así las cosas, ella se definió y el cristinismo hoy dará batalla por Aníbal, que encabeza las encuestas. Si éste le gana a Domínguez, Daniel Scioli deberá cargar hasta el 25 de octubre con un lastre que puede hundirlo: tener que sacarse casi a diario fotos con el jefe de gabinete y defenderlo de las acusaciones, ya que será nada menos que el candidato a sucederlo en La Plata. Todo un regalo para Mauricio Macri y Sergio Massa, que toman nota de que el gobernador bonaerense abandonó en los últimos días su expresión triunfalista y muestra una mirada de honda preocupación. No es para menos: anteayer en la misa de San Cayetano, el moderadísimo Arzobispo de Buenos Aires Mario Poli, un vocero directo del Papa, condenó la inacción estatal ante el narcotráfico. Hasta ahora, la fórmula de Scioli para llegar a ser el candidato oficialista fue acomodarse a las circunstancias y ser más cristinista que Cristina. Ahora le toca una prueba de fuego. Tal vez deba defender a capa y espada al hombre que se convirtió en el símbolo de los grupos mafiosos que controlan el poder. Luego de esta intensa semana, queda sin develar una incógnita clave sobre el cambio que sufrió el escenario electoral: ¿por qué Héctor Magnetto dejó que Lanata disparara munición gruesa contra Aníbal F., sabiendo que el narcoescándalo podría convertirse en un salvavidas de plomo para Scioli? El 31 de julio, este último visitó la redacción de Clarín y al llegar allí dijo: “¿vieron que vine?” Horas más tarde, el principal periodista del grupo lanzó el ataque que puede poner al ex motonauta en jaque. Una interpretación es que este giro podría implicar que las relaciones entre Scioli y Magnetto, consideradas muy buenas, ya no lo son tanto. Esto lleva a otra pregunta y es si la firme decisión de Scioli de no definir nada de lo que hará -tampoco en reuniones privadas y sobre todo en relación a la economía- no estaría llevando a algunos sectores del establishment a la suposición de que éste terminará obedeciendo las instrucciones que le imparte Carlos Zannini en nombre de ella. La obsesiva apelación de Scioli a que aplicará el gradualismo en todos los temas se parece bastante a una especie de promesa de continuismo, con pequeños retoques de estilo.

Las variantes menos probables

Entonces, si se da hoy lo previsto por las encuestas, Scioli hoy flotará entre el 36 y el 38% y Macri unos 10 puntos más abajo, en tanto que Massa podría alcanzar los 20 puntos y Stolbizer no más de 6. Un resultado lo suficientemente ambiguo como para que todos mantengan en pie para octubre sus respectivas expectativas. Esto es, Scioli apuntará a que puede llegar al 45% y ganar sin ballotage, mientras que Macri acentuará el esfuerzo para que el mismo se concrete y Massa alimentará la esperanza de una gran subida que lo deje en octubre en el segundo lugar.

Pero las encuestas no pertenecen a las ciencias exactas y hoy también pueden darse resultados menos previsibles. Por ejemplo, un gran éxito de Scioli por más de 12 puntos sobre Macri. De ocurrir esto, el kirchnerismo empezaría a sentirse seguro de la victoria. La consecuencia es fácil de predecir: la guerra interna por la futura distribución del poder y la continuidad o el cambio de la política económica se intensificaría rápidamente. Es que Scioli podría pensar que ya tiene poder propio, algo que su jefa no está dispuesta a aceptar.

La alternativa contraria, una diferencia a favor de Scioli de 8 puntos o menos, pondría al kirchnerismo en estado de emergencia, porque ella se vería reflejada en el espejo de Dilma Rousseff, con altas probabilidades de que la justicia federal rompa la actual tregua y avance con las causas por corrupción, mientras que el dólar podría descontrolarse.

También, entre las variantes hoy no tan probables, Macri podría dar un salto y llegar a más del 30%. El resultado de esto sería que se produciría una extrema polarización, de la cual sería víctima Sergio Massa, al cual se le podrían escapar -en una u otra dirección- buena parte de sus votantes para octubre.

Pero también podría ocurrir lo contrario. Es decir, que Massa muestre una recuperación que lo acerque al resultado de Macri. De ser así, la oposición quedaría dividida en partes casi iguales y al FpV se le facilitaría llegar al 45% en primera vuelta. La canibalización entre Macri y Massa sería un escenario casi ideal para el cristinismo.

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