Por Hernán Andrés Kruse.-

EL GRUPO INTERNO

“Consecuente con esta concepción colectiva del hombre y de la naturaleza ‘construida’ de su realidad se imponía considerar un nuevo diseño del psiquismo que diera cuenta de esta concepción; sin menoscabo de la primera y segunda ‘tópica’ Freudiana. Y este nuevo diseño del psiquismo lo constituye la noción de ‘grupo interno’ que Pichon Rivière introduce -se podría decir- casi como al descuido, dado que no dedica más que dispersas menciones a él a lo largo de toda su obra escrita. Una de las citas más explícitas se halla en su colección Del Psicoanálisis a la Psicología Social en el imperdible artículo titulado: ‘Freud: Punto de partida de la Psicología Social’; allí dice: “… se trata de relaciones sociales externas que han sido internalizadas, relaciones que denominamos vínculos internos y que reproducen en el ámbito del yo relaciones grupales y ecológicas…”, y propone los conceptos de vínculo y grupo interno que define: “Estas estructuras vinculares que incluyen al sujeto, el objeto y sus mutuas interrelaciones, se configuran sobre la base de experiencias precocísimas [. . .]. Asimismo, toda vida mental inconsciente, es decir, el dominio de la fantasía inconsciente, debe ser considerada como la interacción entre los objetos internos (grupo interno) en permanente interrelación dialéctica con los objetos del mundo exterior” (resaltado mío).

De este condensado párrafo se podrían subrayar los siguientes puntos: a) una teoría del desarrollo evolutivo que se diferencia de las clásicas Freudiana y Kleiniana: ya no se trata de que el psiquismo se construye solo con la internalización de ‘representaciones’ (Freud de la primera tópica) o con ‘objetos’ (Freud de la segunda tópica, Klein y Fairbairn) sino con la internalización de ‘vínculos’, b) una definición de vínculo como organización compleja que pone en juego no solo al sujeto y al objeto, sino además el ‘contenido’ de esas ‘mutuas interrelaciones’ que se incorporan, como “experiencia” en las etapas más tempranas de la vida humana. c) consecuentemente con un diseño grupal y ecológico del aparato psíquico se facilita dar cuenta de la permanente interacción entre el psiquismo, así configurado, y los diversos grupos humanos de la realidad fáctica.

Este modelo de aparato psíquico, dada su versatilidad, admite su pertinencia no solo en encuadres individuales sino también en los diversos encuadres colectivos. Pichon Rivière no define el término “ecológico” en forma sistemática, sino que le agrega cierto énfasis local con vocablos del patrimonio argentino gauchesco; a saber: “pago”, “querencia”’, términos que me condujeron a conjeturar la dimensión ecológica como la inasible atmósfera ambiental sensorial y afectiva que es incorporada en el psiquismo por los ‘receptores proximales’ (tacto, gusto, olfato) simultáneamente con las ya aludidas ‘mutuas interrelaciones’ desde el momento mismo en que el bebé humano inspira su primera bocanada de aire. Ecológico pues, alude a mi juicio, a la más temprana experiencia de ‘intimidad’; intimidad que sería, por esta razón, el fundamento de las tonalidades estéticas y éticas del hombre que hacen a su más genuina singularidad. Por eso en algunos escritos anteriores relacioné la dimensión ecológica con las fuentes personales de la vocación e inquietudes artísticas de las personas.

Este tema de la noción de grupo interno y dimensión ecológica, como muchos otros tópicos que el maestro dejó en estado embrionario y pudo ser luego desarrollado por sus más creativos continuadores, pone en clara evidencia esa potencialidad creativa que al principio de este artículo comparé – quizás en forma indebida – con la mayéutica Socrática. Este tema, redundo, lo he tratado de abordar en varios trabajos. Atendiendo, entonces, a la carencia de un desarrollo pormenorizado y sistemático de este modelo de aparato psíquico, en mis trabajos mencionados más arriba he tratado de centrarme y proveerle la entidad merecida a esta pieza teórica que considero clave de su pensamiento.

Con estas premisas Pichoneanas como punto de partida, pude plantear luego como corolario mi propia definición: “El grupo interno es una manera de visualizar y conceptualizar en un sentido funcional el psiquismo humano en términos de un repertorio de estructuras vinculares organizadas en una unidad que las hace coherentes (en el mejor de los casos). Estas estructuras vinculares están en permanente intercambio de retroalimentación con las estructuras vinculares del mundo externo circundante presente. Fueron incorporadas durante el desarrollo evolutivo y reproducen refractado en el mundo interno el mundo social y cultural propio de cada sujeto. La infinita variedad de historias personales determina su singularidad y además con qué recursos psíquicos decodifica y procesa los universales sociales y la herencia cultural”.

También agrego por mi parte que el hecho de formular el psicoanálisis en términos de una psicología ‘vincular’, conduce en forma inevitable al planteo de la temática de los ‘roles’ tal cual se dan en la vida social, al que nuestro autor se ocupa en otros artículos de su obra escrita –más precisamente- y en relación a la funcionalidad de los ‘liderazgos’ ( ‘Técnica de los Grupos Operativos’ y ‘Grupos Operativos y Enfermedad Única’). Por eso consigno que, el repertorio de los vínculos intrapsíquicos incorporados a partir del desarrollo evolutivo se configuran como una estructura de roles que sustentarán el interjuego de los mismos en la vida social de la realidad externa. El rol -de acuerdo a mi definición- indica una posición determinada en relación a otras posiciones interdependientes en un contexto grupal, y es inherente a la estructura organizativa de los grupos en tanto regula el funcionamiento psicosocial de cada sujeto con relación al otro y al conjunto. De ahí que también puede entenderse a este enfoque como ‘perspectiva vincular del psicoanálisis’.

ALGO MÁS SOBRE EL ECRO

“La temática del ECRO Pichoneano ha sido repetidamente tratado por varios autores (por ejemplo, Zito Lema) y por mi mismo en diversos artículos. En este escrito me interesaría redundar acerca de lo que considero esencial de esta temática y que apunta a destacar cuales son los rasgos y valores de la personalidad arraigados en la construcción de esta textura formativa e informativa (el ECRO) encarnadas en la personalidad y que opera como instrumento para el abordaje de la realidad y, en este caso específico, la indagación científica. Entre estos rasgos y valores importa destacar que dicha textura implica una forma de acercarse al ‘objeto de la realidad a indagar’ con una actitud modesta y abierta a las sorpresas, evitando adelantarse a los hallazgos para solo confirmar lo ya conocido. Primaría, entonces, entre los mencionados rasgos y valores cierta laxitud y provisoriedad de nuestras ‘verdades’ que conlleva una permeabilidad atenta a considerar nuestros conocimientos y certezas siempre provisorios.

Esto último implica una gran disponibilidad para tolerar los cambios. Acá debemos recordar el énfasis que el recordado maestro dedicaba en todas sus enseñanzas a la “resistencia al cambio” y a las ansiedades – muchas veces paralizantes – que dichos cambios activan. El ‘cambio’ es así expresado con el mayor énfasis en tanto conforma el motor del “espiral dialéctico” del conocimiento y del crecimiento mental. A pesar de haber sido pionero y fundador de la Asociación Psicoanalítica Argentina, nunca se sintió cómodo con el estereotipo dominante de los colegas de su época, más decididos a considerar al psicoanálisis como una disciplina autónoma y autosuficiente que bregaba por destilar una ‘identidad psicoanalítica’ y por una pretendida ‘especificidad del análisis’.

En contraste, su propio ECRO se enriquecía de distintas y variadas usinas del pensamiento de vanguardia de su época. Por ejemplo, la noción de ‘praxis’ que partía del marxismo y de la filosofía Sartreana fue esencial justamente en la propuesta del ECRO y de los Grupos Operativos; para estos últimos la Teoría del Campo de Kurt Lewin, la Teoría de la Comunicación de G. Bateson y del ‘Interaccionismo Simbólico’ de George H. Mead, fueron, a su vez, esenciales para la noción del Grupo Interno. En cuanto a sus fuentes psicoanalíticas también pueden destacarse la amplia base de autores de la época; pero no puede ocultarse su mayor adhesión a una psicología de las ‘relaciones de objeto’, en ese entonces lideradas por Melanie Klein y Ronald Fairbairn.

Tampoco su pasaje previo por la psiquiatra fue confortable dadas sus notorias diferencias con las anquilosadas estructuras del establishment de la psiquiatría clásica de su época que terminaron de expulsarlo del antiguo Hospicio de la Merced. Y, sin embargo actualmente, contando con la ventaja de la perspectiva del tiempo, se puede afirmar que esa incursión por el Hospicio no fue inocua ni para él ni para la psiquiatría, en tanto se lo considera desde tal perspectiva como un precursor de la psiquiatría ‘dinámica’ moderna. ¡Simplemente, nuestro maestro no se ajustaba a ningún corsé! Todo esto indica en el autor que nos ocupa una amplia postura pluralista y multidisciplinaria que requería complementarse con un instrumento que organice y dé coherencia a tanta multiplicidad de fuentes; y ese instrumento lo constituye, justamente, su noción del ECRO, acrónimo de Esquema Conceptual, Referencial y Operativo.

Tratando de definir cada uno de estos términos, cuando Pichon Rivière se refiere al término ‘Esquema’ alude a un conjunto articulado de conocimientos; lo de ‘Conceptual’ es porque ese conocimiento está expresado en forma de enunciados con un cierto nivel de abstracción y generalización propios del discurso científico; el aspecto ‘Referencial’ atiende a trazar los límites jurisdiccionales del objeto de indagación; y finalmente la noción de ‘Operativo’ pretende no limitar solo al tradicional criterio epistemológico de ‘verdad’ nuestros esfuerzos sino que conlleva la idea de la producción efectiva de cambios como ya fue mencionado con cierto énfasis más arriba; de ahí la noción de ‘praxis’. En síntesis: se puede decir que su ECRO se define no sólo como instrumento de indagación de un sector de la realidad, sino que implica la convicción de que la ‘tarea’ misma opera como un proceso dinámico y constante de transformación, tanto del objeto de la indagación como del sujeto que indaga. A mi entender la noción de ECRO aboga a favor de una revisión crítica permanente de nuestro conocimiento de la realidad interna y externa, previniendo contra la fosilización de las cosmovisiones que conducen al dogmatismo. También aboga por superar la oposición entre el aprendizaje por los libros versus el aprendizaje por la experiencia vital; si se me permite un término coloquial, “la calle”: en condiciones ideales ambos aprendizajes deberían complementarse mutuamente.

A modo de conclusión plantearía la conjetura de que Enrique murió lamentablemente convencido de que en su trayectoria se había apartado del psicoanálisis para arribar a la Psicología Social como lo indica el título de la compilación de su producción escrita. En desacuerdo con él en mis ya largos años de psicoanalista, mis inquietudes teóricas me condujeron a considerar que la obra de nuestro homenajeado es lo contrario de esa visión. Afirmaría que Enrique dejó las bases para una visión ampliada y moderna del propio psicoanálisis y de esta manera hacerlo más apto para dar cuenta de los cambios epocales contemporáneos. De ahí que considero sus contribuciones como ‘vertiente psicosocial’ o ‘perspectiva vincular’ del Psicoanálisis”.

(*) Samuel Arbiser (Médico, Psicoanalista, Miembro de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires y Profesor Titular del IUSAM): “Enrique Pichon-Rivière a 40 años de su muerte” (trabajo publicado en Actualidad Psicológica-2017).

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