Por Hernán Andrés Kruse.-
“La llegada de la democracia a España fue, para muchos, un verdadero desafío, y creo que Savater no tardó en terciar en el terreno de lo público, en la mediación entre poder e individuo, a pesar de las desilusiones melancólicas –en su sentido teórico, porque pocos tan alejados de la melancolía como Savater– provocadas por el hecho de caer en la historia. No exactamente la caída en lo histórico de la que habló su admirado, y también refutado, Émile Cioran, sino en su acepción más elemental de tener que enfrentarse a lo posible desde la formalización estatal más amplia que la imaginación política ha ideado, la democracia. Cercano al socialismo del PSOE –pero con todas las características que ya he mencionado–, Savater siempre ha mantenido la primacía de la distancia como condición de su actitud intelectual. Distancia que nunca ha significado indiferencia o defensa –o inhibición crítica– de acciones concretas. Los más puros de pensamiento le han censurado que pudiera estar, en esta o aquella medida, cerca de los pronunciamientos del partido conservador, sin tener en cuenta que lo que hace Savater es pensar sus ideas y defender la verdad (la suya), porque la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero, Felipe González o José María Aznar, algo que nuestro secular espíritu gregario no termina de comprender.
Así pues, su anarquismo inicial, antiestatal, pasado el tiempo encuentra en el liberalismo a un interlocutor fértil y polémico. Sus ideas sobre ética, basadas en la aspiración a la coherencia y excelencia de acciones individuales, rectifican y controlan la posible voracidad del liberalismo entregado a un egoísmo sin ética en vez de (en el sentido de Savater) a una ética egoísta. Fernando Savater nunca ha estado en las filas de ningún partido ni creo que vaya a estarlo; tampoco es una presencia fácil para los socialistas o conservadores, ni para los ecologistas o antisistema. Es decir: uno de los aspectos más atractivos de Savater (y hay varios) es que no es un hombre que sabe su doctrina, y no ha estado dispuesto a tragar con las ruedas de molino de los demás, sean éstas productos del rigor geométrico, de la visión mesiánica o de la razón de Estado o de Partido. Por lo tanto, y aunque parezca que digo un lugar común, quiero señalar que Fernando Savater me parece que es un español que ha pensado por su cuenta, sobre esto y sobre muchas otras cosas; lo cual no es poca cosa en una país en el que todos creen pensar por su cuenta, cuando en realidad se hace dicha gimnasia a cuenta de otros.
En política y en ética, Savater está lejos del relativismo con el que ahora, de la mano de la (¡quién lo diría!) vieja izquierda universalista o derivado de una antropología conservadora (de museos tribales vivos, a veces de horrores) con la que coquetean algunos de sus compañeros de reflexión. Cuando digo que en política está lejos del relativismo quiero decir que no cree que los elementos fundamentales de lo político (libertades individuales y colectivas, separación de los poderes públicos, estado laico, etc.) sean lógicos para los europeos, pero no, por ejemplo, para los árabes, sean musulmanes o no. Para Savater la política es relativa por oposición a absoluto, pero no relativa en cuanto a su aspiración de excelencia a estas o aquellas culturas. Su invitación a la ética trata de fundarse no sobre una metafísica teológica, a la manera de Enmanuel Levinás, sino en algo más dialógico y cercano: en el reconocimiento de lo humano por lo humano. La ética, o es universal (el elemento de su meditación es el hombre, no esta o aquella sociedad, leyes, Constitución o forma de Estado) o es una moral (preceptos tácitos o explícitos sobre el comportamiento).
Llegados a este punto, es obligado que pensemos en el nacionalismo, sobre el que Savater ha escrito multitud de trabajos y contra el que ha combatido como escritor y como defensor de plataformas ciudadanas (“Gesto por la Paz”, “Foro de Ermua”, “¡Basta ya!”, etcétera). Isaiah Berlin, al que nunca leeremos lo suficiente, dijo aquello de que el nacionalismo es una inflamación patológica de una conciencia nacional herida; pero quizás olvidó añadir que esa herida puede ser inventada, producto de una imaginación compensadora y socarrona, y como en el fondo siempre hay una herida, aunque sea la de haber nacido (mortal), no faltarán quienes encuentren para esa herida un causante (el otro, el enemigo sempiterno), soporte del discurso delirante. Contra esa inflamación que no da ideas pero sí que pensar, ha escrito Savater con valentía reflexiva y valentía civil: contra los nacionalismos y contra el terror que adoptan sus ideas (el plural es gentileza mía) al instrumentarse en violencia, en crimen.
También, contra los que basándose en otro nacionalismo arguyen con premisas similares a lo criticado. Salvo aquellos que se dedican casi exclusivamente –como ensayistas– a los problemas del nacionalismo, como es el caso de Jon Juaristi, autor de libros imprescindibles sobre este tema, ningún otro intelectual español ha escrito tanto y tan continuadamente sobre esta lacra. Y lo ha hecho, como decía, desde la base crítica de repugnarle cualquier articulación política que tenga por origen el espíritu nacionalista, cuya bolsa de tópicos contiene siempre el amor irracional a la propia tierra (amor del que necesita la participación identitaria de sus vecinos), la xenofobia como corolario de este primer amor, el amor a la patria como Persona, epítome de la identidad que cada cual posee como hijo de la misma, la defensa de la lengua identitaria por encima y antes de los contenidos intelectuales y artísticos (la Generalitat apoya a los escritores catalanes – por poner sólo un ejemplo– que escriben en catalán, no a los que escribe en español, que ni siquiera son considerados escritores catalanes, tales los casos de Marsé, Azúa y tantos otros).
Nación, patria, pueblo, la santísima trinidad que a los ojos de Savater no oculta sino formas de opresión del ciudadano, del ser humano en tanto que humano (la noción circular de su ética, cercana, en parte, a la de Foucault), la articulación de lo social por un absoluto particularista que se complace en la expulsión del otro o su sometimiento, pero nunca en el libre juego de la igualdad. Savater ha denunciado –con una pedagogía reflexiva que debemos agradecerle– de manera general la mitología esencialista, casposa y represora de los discursos nacionalistas, pero ha atacado y desvelado sobre todo a aquellos que han articulado violentamente dichas ideas, una y otra vez ha desenmascarado la “fascinación fetichista por la identidad”, el odio a lo otro porque representa precisamente la alteridad que el nacionalismo quiere reducir a lo uno.
Y Savater, desde su infancia, ha sido politeísta. Por lo tanto su lucha prioritaria como intelectual ha sido la banda terrorista ETA y su entorno, que en ciertos momentos ha abarcado al PNV en cuanto que dicho partido, que gobierna Euskadi desde el comienzo de la democracia, se ha apoyado en una violencia, que no legitima, o no de manera clara sino con retruécanos jesuíticos (Ardanza, Arzalluz, Eguibar), para imponer su hegemonía ideológica, desde los medios autonómicos de comunicación a la enseñanza. En alguna ocasión escribió Savater que “lo que impone la democracia es la renuncia al privilegio discriminador del origen para que tenga lugar la participación voluntaria en la gestión política y en la configuración plural de la unidad colectiva”. No es lo que fuimos, en la configuración nebulosa y caprichosa del origen, interpretado según las meninges inflamadas de este o aquel, sino lo que queremos ser: eso será lo que nos constituya. Por lo tanto, nuestra convivencia y proyecto político no podrá basarse en una noción de raza o pueblo sino en la de ciudadanos que se reconocen (o pueden hacerlo) en los ciudadanos, no el código telúrico y monologante de la tribu.
Su actitud crítica y lúcida ha sido también valiente –insisto– y le ha costado mermas en su vida personal, como son la imposibilidad de dar clases (al ser un objetivo prioritario de ETA) y no sólo en Euskadi sino también en Madrid, y tener que vivir protegido por guardaespaldas, con las complementarias limitaciones que supone. Así, hay que decir –y yo aprovecho este artículo para decirlo– que Fernando Savater es un ciudadano excepcional por la excelencia de su actitud intelectual y cívica. No a todo el mundo es exigible que llegue a tanto – aunque, paradójicamente, todos deberíamos serlo con nosotros mismos–, así que los que no han llegado ahí deberían (deberíamos) no olvidar las diferencias”.
(*) Juan Malpartida (Universidad de Sevilla-España) titulado “Política en Fernando Savater” (ARAUCARIA-Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades-2007).
04/08/2025 a las 11:14 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Milei se juega la reelección en octubre
Joaquín Morales Solá
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
3/8/025
Alguien debería decirle a Javier Milei que Victoria Villarruel no es la dueña del Senado, sino solo la presidenta de un cuerpo colegiado donde prevalece la oposición. Alguien debería aclararle que los inesperados movimientos del dólar no son culpa de la vicepresidenta de la Nación, sino más bien del innecesario cacareo del ministro de Economía (“Comprá, campeón”, refiriéndose a los que sostenían que el precio del dólar estaba atrasado) o al período preelectoral, que coloca a los argentinos otra vez en la opción entre mileísmo o peronismo kirchnerista. Alguien debería advertirle al Presidente que su forma de insultar en público a personas y a instituciones (lo acaba de hacer con el Senado) y de usar palabras groseras como herramienta de construcción política no lo ayuda con los mercados –el riesgo país no baja de los 700 puntos básicos–, ni con el dólar, ni con los argentinos que no hablan así, que felizmente son la mayoría.
Es difícil, si no imposible, imaginar un Milei distinto del que conocemos, con sus méritos y sus deméritos. En la penúltima semana percibió, con razón, que caminaba por un floreciente jardín primaveral: el Fondo Monetario había aprobado el cumplimiento del primer tramo del acuerdo por parte del gobierno argentino, aunque no lo cumplió totalmente, y que la inflación de junio había sido de apenas el 1,6 por ciento.
En el fin de esa semana, cuando se pavoneó por el predio de la Exposición Rural y por el estudio de Radio Mitre, donde fue a pesar de sus permanentes agravios al Grupo Clarín, propietario de esa emisora, destrató a todos los que no integran su círculo más íntimo; fue uno de los momentos verbales más guarangos del jefe del Estado. Llegó a tal extremo que un periodista de espectáculos, Marcelo Polino, conocido de Milei, debió aclararle que hablaban ante micrófonos de una radio y, elípticamente, que ya el Presidente se despeñaba por el abismo de la procacidad.
En la semana que acaba de pasar, la melodía fue otra: el dólar se le disparó por primera vez desde la devaluación que dispuso poco después de acceder al poder. Pero la violencia volvió a estar en su léxico, tal vez porque siempre busca en otros, hasta que la encuentra, la culpa de sus desdichas. Fue Villarruel la culpable del salto del dólar. Lo cierto es que debió subir las tasas de interés por encima de la inflación para frenar la escalada de la moneda norteamericana que pone en riesgo la baja de la inflación. Sin embargo, esas tasas altas podrían frenar aún más la actividad económica, que viene amesetada desde abril, con las excepciones de los sectores agropecuarios, del petróleo y de la minería.
Actividades dinámicas de la economía, pero módicas en la creación de empleos. Tales aclaraciones son necesarias porque las palabras del Presidente están innecesariamente estresando la política nacional cuando todavía faltan casi tres meses para las elecciones legislativas nacionales del 26 octubre. En efecto, Villarruel no hizo nada para desestabilizar el dólar porque nunca pudo evitar la reunión del Senado en la que se aprobaron proyectos de leyes que, es cierto, ponen en riesgo el equilibrio fiscal. Fue una reunión ordinaria del cuerpo, y la oposición reunió el quorum para sesionar. Villarruel podía no haber presidido esa sesión, pero no podía evitarla. Una pregunta sobre lo que podía y no podía: ¿hubiera sido correcto que incumpliera el mandato constitucional que le ordena presidir las reuniones del Senado? No, pero es lo que Milei quería. Mucho peor le hizo al dólar (y a la imagen de la economía) que el Presidente se presente en una canal que se emite por streaming para divulgar sus ideas y lanzar su candidatura a la reelección en 2027, acompañado no solo por el ministro Luis Caputo, sino también por el presidente del Banco Central, Santiago Bausili. El Banco Central es una institución autárquica y, se supone, independiente del gobierno nacional. Bausili no es un empleado de Milei; es un alto funcionario del Estado.
Debemos ser justos. También hubo razones objetivas que empujaron el dólar. Una de ellas fue que en el primer semestre se liquidaron 4000 millones de dólares más porque el 31 de junio vencía una baja temporaria de las retenciones; nadie sabía entonces que el Presidente anunciaría en su discurso formal en la Exposición Rural una baja sustancial y permanente de las retenciones, sobre todo de la soja. Ese anticipo de las liquidaciones en el primer semestre dejó al segundo semestre muy demandante de dólares. Al mismo tiempo, miles de argentinos aprovecharon el fin del cepo para las personas y compraron una enorme cantidad de dólares sin pedirle permiso a nadie ni depender de la arbitrariedad de nadie. Esa fue una de las varias conquistas sociales promovidas por Milei, que las formas de Milei esconden. A esa compra compulsiva de dólares se le sumaron los viajes al exterior, que también requieren de dólares, y las importaciones de insumos o de bienes de consumo, que se deben pagar con la moneda norteamericana. El Presidente no puede modificar ninguna de esas decisiones si no quiere cambiar radicalmente las ofertas de su ideología. Al final de todas esas cuestiones concretas y palpables puede inscribirse la peripecia electoral.
En efecto, la mera posibilidad de que gane en la provincia de Buenos Aires el peronismo presidido por Cristina Kirchner, en alianza con Sergio Massa y Axel Kicillof, es suficiente para que muchos argentinos se refugien en el dólar. El peronismo no aprendió nada. Ni siquiera intentó una renovación. Abundan y se juntan los mismos que ya fracasaron, pero es peor: hasta el albertismo está presente en la nueva mezcolanza de lo que fue una fuerza política hegemónica. Veamos, si no: Gabriel Katopodis, que fue un leal ministro de Alberto Fernández, es el primer candidato a diputado nacional por la crucial primera sección bonaerense en nombre de ese hacinamiento de peronistas. Algunas encuestadoras están pronosticando que Juan Grabois, que convirtió a Massa en su bestia negra, podría cosechar, si se cortara solo, hasta el 10 por ciento de los votos en la monumental provincia. No se trata de la improbable seducción social de Grabois; es un síntoma del rechazo de la gente común a un establishment peronista pétreo, definitivamente invariable.
“Voy a ser reelecto en 2027”, afirmó categóricamente Milei en ese paseo por el canal de streaming Neura. Una parte no menor de su reelección de dentro de dos años se jugará en las elecciones de octubre próximo. Su triunfo parece inmodificable si la aparente opción nacional es el peronismo que hay. Pero son necesarias las respuestas a dos preguntas: ¿por cuánto ganará Milei? y ¿qué cantidad de argentinos irán a votar? La primera pregunta es significativa porque solo si ganara con el 42 por ciento de los votos nacionales alcanzaría la cifra mágica de entre 88 y 90 diputados nacionales propios. Propios es una manera de decir, porque aunque llegaran con la boleta de La Libertad Avanza, muchos candidatos del oficialismo vienen del menemismo, del kirchnerismo y del massismo. Nadie sabe cuál será la próxima estación de algunos de ellos. Pero son cruciales porque el Gobierno necesita 87 diputados nacionales para impedir que el Congreso insista con los proyectos vetados por Milei. Si el Congreso insiste con sus proyectos a pesar del veto presidencial, aquellos se convierten en leyes de obligatorio cumplimiento.
A veces, el Congreso tiene razón con sus proyectos, pero otras veces imagina gastos que pueden quebrar una sensata política de superávit fiscal. Las próximas elecciones legislativas son, por eso, decisivas. Un notable ausentismo en esos comicios beneficiará a los dos grandes bloques cargados de seguidores y fanáticos, el mileísmo y el kirchnerismo, y dejará sin muchos votantes a los que tratan de encontrar una tercera vía en el medio de una extrema polarización.
En esas correrías tercermundistas se metieron cinco gobernadores, entre ellos uno conocido, como el chubutense Ignacio Torres, y dos de provincias populosas, como el cordobés Martín Llaryora y el santafesino Maximiliano Pullaro. La nueva liga de gobernadores depende, por lo tanto, de la vocación de los argentinos por concurrir a votar ese domingo de octubre. Aunque lo beneficiará con el porcentaje de votos, el eventual ausentismo también le restará fuerza política a la probable victoria del oficialismo si, como sucedió en los comicios locales de la Capital y de Santa Fe, concurre a votar solo la mitad del electorado. La Capital y Santa Fe son dos de los cuatro distritos electorales más grandes del país (Buenos Aires y Córdoba son los otros dos). Nada indica, por ahora, que cambiará en octubre la indiferencia política de la gente común.
Según mediciones de Isonomía, cuando Milei llegó al gobierno la inflación preocupaba al 60 por ciento de los argentinos y ese problema era, junto con la inseguridad, una de las dos grandes inquietudes sociales. Ahora, la inflación preocupa solo al 12 por ciento de la sociedad. Nada. Conclusión: la importante caída de los índices inflacionarios es ya una conquista para los argentinos. No obstante, las sociedades nunca se conforman definitivamente. Comienza ahora la demanda por una mayor capacidad de consumo, por una mejor oferta de empleo y por salarios más altos.
Cuidado: cuando las sociedades se cansan, se cansan de todo. Hasta de las malas palabras. Si Milei no se ocupa de estos temas, vivirá la paradoja de que el éxito de su política contra la inflación será la razón última de su traspié político. En los dos años que le restan del actual mandato, el Presidente deberá hacer también reformas importantes, como la laboral y la impositiva, además de la previsional. El presidente de la Unión Industrial, Martín Rapallini, aseguró que las importaciones son un problema para la industria nacional cuando la carga impositiva de la Argentina es del 52 por ciento, mientras en países vecinos es de solo el 30 por ciento. Rapallini aseguró además que la industria pierde entre 1000 y 1500 empleos por mes en los últimos tiempos. Mala noticia en tiempos de elecciones. La administración de Milei también deberá encontrar una manera de comprar reservas de dólares, que es la parte que incumplió con el Fondo. El organismo multilateral se lo hizo saber en el mismo documento en el que comunicó que le perdonaba el incumplimiento. Es razonable suponer que el famoso “no hay plata” sirvió para el momento inicial del gobierno del actual presidente, pero no puede ser un programa de gobierno. Es el caso de las indispensables obras públicas, que dejaron de existir, salvo las que hacen algunas provincias.
En esas enredadas condiciones comienzan a vencer los plazos electorales. El próximo jueves será el último día para inscribir alianzas para las elecciones nacionales de octubre. La hermanísima Karina Milei y dirigentes de Pro están negociando una alianza en la Capital, pero los militantes del macrismo son escépticos, aunque hasta habían aceptado colocarle a la alianza el nombre de Frente La Libertad Avanza, como lo hizo en Mendoza el gobernador radical Alfredo Cornejo. La Capital renueva tres senadores nacionales y doce bancas de diputados nacionales. Los delegados de Karina Milei le ofrecieron a Pro solo una banca de diputado nacional. Nada más. Decirles egoístas es poco. También exigieron que el jefe del gobierno de la Capital, Jorge Macri, no esté presente en ninguna foto de un eventual acuerdo. Mala señal; esa exigencia muestra que el jefe de la administración capitalina sobrelleva una importante crisis de popularidad. De todos modos, varios dirigentes nacionales de Pro dijeron que tales condiciones son inaceptables. Responden a Mauricio Macri, no a su primo Jorge. Podría haber acuerdo, pero solo si cambian las condiciones.
Pro se está preparando para sobrevivir más allá de las elecciones de octubre. La conducción de ese partido y Horacio Rodríguez Larreta iniciaron un proceso de aproximación y reconciliación, luego de la reciente división que dejó a Pro en la Capital, donde nació, con poco más del 16 por ciento de los votos, muy lejos de los libertarios y del peronismo kirchnerista. Si bien Mauricio Macri calla, es improbable que tales tratativas se hayan iniciado sin el consentimiento del líder partidario. La primera negociación consiste en que todos ellos encuentren una fórmula para que Rodríguez Larreta se disculpe ante su viejo partido por el cisma que provocó en mayo pasado, cuando sacó más del 8 por ciento de los votos capitalinos. Pro unido no hubiera ganado, pero habría cosechado casi el 25 por ciento de los votos, cerca del mileísmo y del peronismo. El propio Rodríguez Larreta necesita a Pro unido porque se propone volver a la jefatura del gobierno de la Capital en 2027. Ellos están diciendo algo más que lo que parece. Dicen que hay vida en la política con Milei o sin Milei.
04/08/2025 a las 11:16 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
El riesgo de que Milei se derrote a sí mismo
Eduardo van der Kooy
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
3/8/025
¿Tan bien le está yendo a Javier Milei? ¿O su permanencia inamovible como centro de atención de la política argentina responde a otras razones? Esos interrogantes parecen potenciarse a medida que se acerca el tramo decisivo del calendario electoral. Puede arriesgarse una conclusión: el Gobierno atraviesa un cúmulo de dificultades políticas y económicas, pero una mayoría social –o una primera minoría—asoma dispuesta a estirarle el crédito, al menos, hasta que cumpla la mitad de su mandato. Después, de acuerdo a cómo evolucione la realidad, podría comenzar otro partido.
Los libertarios cuentan a priori con una gran ventaja. La registra en sus trabajos cualitativos de opinión pública Shila Vilker, titular de la consultora Trespuntozero. No habría que reparar en los feligreses de Milei. La clave estaría entre quienes lo votaron, aunque resistan ahora algunas decisiones y su personalidad prepotente. Dicho núcleo preferiría apostar al presente (sintetizado aún bajo la idea del cambio) si la alternativa fuera únicamente un retorno al último pasado. Se abriría también un atajo peligroso que ha señalizado los ocho actos electorales realizados hasta ahora. La posibilidad de que ante aquella opción de hierro el desencanto se cristalice en la abstención. Vilker ha recogido una excusa, en ese sentido, entre votantes del oficialismo y la oposición: se trata de una elección legislativa. Si fuera Ejecutiva, el cantar podría ser distinto.
La fortaleza de Milei parece resultar entonces hija, en parte, del enmohecimiento pero-kirchnerista. Hace casi dos años que la principal oposición fue desalojada del poder por una marea de votos y se mantiene en estado inmutable. Con los mismos protagonistas y un libreto al cual no se le ha incorporado ninguna innovación. Nadie, ni Cristina Fernández, se animó a desafiar a Milei con alguna propuesta diferente a la “motosierra” y el ajuste para provocar el descenso de la inflación. Se trata del pilar que sostiene a la gestión libertaria.
Aquella parálisis del pero-kirchnerismo representa a juicio del politólogo Gustavo Marangoni, titular de M&R Consultores, un dato nuevo en la historia de la democracia recuperada en 1983. Una suerte de agotamiento de ciclo. ¿Por qué motivo? Hasta el 2023 el peronismo, bajo sus diversas identidades, supo siempre renacer de las derrotas. Alumbró la renovación luego de la gran victoria de Raúl Alfonsín. Derivó en el encumbramiento de Carlos Menem durante dos décadas. Antes del final del menemismo emergió Eduardo Duhalde con su diagnóstico de la muerte de la convertibilidad que, paradójicamente, consumó con su caída la Alianza de Fernando de la Rúa. El ex gobernador de Buenos Aires y ex vicepresidente fue un mandatario de emergencia que administró la crisis del 2001 y promovió una salida electoral que consagró a Néstor Kirchner. Nació el kirchnerismo, otra variante del PJ, que se prolongó tres mandatos más con Cristina. En la agonía (2015-19) se produjo otro golpe de magia. Tal vez el póstumo. La designación de Alberto Fernández que llegó a la Casa Rosada empujado por el desafortunado epílogo de Mauricio Macri.
Nada hace prever ahora mismo que algún conejo salga de la galera. En la marquesina pero-kirchnerista figuran: Cristina (con arresto domiciliario), Axel Kicillof (ex ministro de Economía y dos veces gobernador de Buenos Aires), Máximo Kirchner, diputado y portador de apellido, y Sergio Massa, último ministro de Economía de la hiperinflación, abre puertas de Milei y persistente apostador electoral. En esa comarca merodean otros viejos conocidos que abonarían el espanto por el regreso al pasado de un importante segmento social: Juan Grabois, el dirigente piquetero que todos los días está por rebelarse; Guillermo Moreno, el ex secretario de Comercio que en su época de oro se encargó de adulterar las estadísticas del Indec.
Aquella legión de la oposición principal terminó de juntarse solo por un instinto de supervivencia. Pretende defender Buenos Aires en los desafíos de septiembre y de octubre. Una derrota podría significar la debacle definitiva. La necesidad, sin embargo, no ha logrado amalgamarlo todo. Se conocen las diferencias de Cristina y Máximo, jefe de La Cámpora, con Kicillof. Las de Massa con el irascible Grabois. De esa forma les resulta difícil coordinar una campaña que pueda terminar teniendo efecto en los llamados a votar.
La ex presidenta pretende que su arresto de seis años por corrupción se convierta en bandera ineludible. Para la inoculación de una épica que el relato kirchnerista ha perdido hace tiempo. El gobernador de Buenos Aires omite siempre la cuestión y despierta el enojo en San José 1111. Kicillof supone que la disputa con Milei pasa por otro flanco. Las secuelas económico-sociales-productivas del ajuste libertario. “Mucha gente la pasa muy mal, reconoce a Cristina, pero sus prioridades son ahora otras”, apunta uno de los estrategas de la gobernación. Massa compartiría esa mirada, pero jamás podrá reconocerlo porque su subsistencia política en ese conglomerado depende de conservar un pie en cada orilla.
En la gobernación consideran perentorio poner en acción la campaña –lo más homogénea posible– porque advierten en el kirchnerismo y posibles aliados un estado de desmotivación mayor que el que poseerían los votantes no incondicionales de Milei. Manejan números preliminares referidos a septiembre, aún precarios, que darían razón a aquella urgencia. El peronismo estaría ganando la Tercera Sección (Sur) por alrededor de cinco puntos. La candidata es la vicegobernadora Verónica Magario. Es su bastión. Estaría perdiendo la Primera Sección (Norte) por ocho puntos. El postulante es el ministro de Infraestructura Martín Katopodis. Las dos geografías reúnen diez millones de habitantes. Nada se conoce todavía sobre los seis distritos restantes.
Milei ha comenzado lentamente a hacer lo suyo. El anuncio de la baja de retenciones que hizo en la Sociedad Rural tiene para el campo un impacto global. No se puede desconocer el efecto electoral que generaría en el Interior bonaerense, lejos del Conurbano. Podría estar en línea con el análisis que trazó días pasados sobre la crisis kirchnerista el sociólogo y antropólogo Pablo Semán. Sostuvo con una dosis de mordacidad que el líder libertario no tendría “contra quién perder”. Interpretado: el oficialismo podría ser derrotado por sus propios errores, por dislates políticos o descontrol de la economía antes que por cualquier seducción opositora.
El Gobierno muestra una gran facilidad para complicar sus problemas. El Presidente debió blanquear después del armado electoral bonaerense la detonación que sucedió en el Triángulo de Hierro por el sometimiento político que Karina, su hermanísima, impuso a Santiago Caputo, el arquitecto de la comunicación. Para disolver la idea de un poder bicéfalo incorporó a Guillermo Francos, el jefe de Gabinete, como integrante de la tríada. Se reservó un lugar supuesto por encima de ellos. Fantasía: los hermanos Milei seguirán monopolizando todo.
La cuestión no radica en la geometría de las figuras. Pesan la extraña brújula de la gestión y las decisiones políticas. Milei enviará en horas el veto al Congreso para frenar el aumento a los jubilados y la emergencia por discapacidad. Es probable, luego de un pasteleo con varios gobernadores, que alcance los dos tercios de los presentes para concretar su objetivo. Pero sucede lo de siempre. Los mandatarios provinciales se sienten desprotegidos, sin ninguna compensación. “Es el método Karina”, denuncian.
Esa ausencia de reciprocidad genera deslizamientos. Seis gobernadores (Santa Fe, Córdoba, Chubut, Jujuy, Corrientes y Santa Cruz) lanzaron una propuesta electoral para octubre que aspira a matizar la polarización que exhiben las encuestas. No piensan en una guerra santa, aunque forzarán en Diputados la aprobación de la ley con media sanción del Senado que restituye fondos a las provincias. La tolerancia libertaria suele ser estrecha: el Gobierno no autorizó un endeudamiento de US$ 1.200 millones conseguido en el exterior por Maximiliano Pullaro, gobernador de Santa Fe, para obras de infraestructura que faciliten la exportación. También rechazó un crédito menor para la realización de los Juegos Suramericanos en 2026 en aquella provincia.
Ese comportamiento errático se proyecta también en la administración de las turbulencias que presenta la economía. Hay una narrativa que no se condice con los hechos. Cuando el Gobierno suscribió en abril un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que le permitió salir parcialmente y airoso del cepo Milei y Luis Caputo, el ministro de Economía, sostuvieron dos cosas: que se inauguraba un tiempo de libre flotación del dólar; que la cotización de la moneda estadounidense se “caería como un piano”.
Tres meses más tarde se observa que el Gobierno recurre a elevadísimas tasas de interés para frenar la cotización del dólar cuya demanda incesante incrementa su valor. Un fenómeno que empieza a amenazar a la inflación. El Presidente, ante la imposibilidad de explicar esa realidad, prefirió incursionar en el pantano de la política. Ninguna novedad que la Argentina no haya conocido en las últimas décadas. Explicó que la presión sobre la moneda estadounidense se habría desatado por la convergencia intencional de varios factores.
Aquella sesión del Senado que aprobó el aumento a los jubilados y la emergencia por discapacidad promovida por “la traidora” Victoria Villarruel. Las declaraciones del Nobel de Economía, el estadounidense Joseph Stiglitz, que vaticinó que “la Argentina está a las puertas de otra crisis”. La confabulación de tres bancos, uno de ellos, al parecer, ligado a Sergio Massa. El fantasma “kuka” que siempre sobrevuela.
Desopilante y demostrativo, tal vez, de que el gobierno libertario puede ser el peor enemigo de sí mismo.
04/08/2025 a las 11:18 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Un “grito federal” contra Javier Milei: los gobernadores que le disputan fondos y ahora también votos
Marcos Novaro
Fuente: TN
(*) Notiar.com.ar
3/8/025
Los gobernadores se han convertido en actores destacados de la política nacional en los últimos meses, gracias a una novedosa capacidad de sellar acuerdos entre ellos, con distintos formatos y objetivos.
El primero, que logró unir a todos ellos, fue el que apuntó a disputarle al Gobierno nacional una porción mayor de la recaudación y redundó en varios proyectos de ley que buscan transferir recursos automáticamente de las arcas del Tesoro a las de los distritos.
Le siguió uno más simbólico que práctico, pero igualmente revelador de su capacidad de coordinación: el faltazo que casi todos ellos pegaron a la celebración del 9 de julio en Tucumán, y que forzó a Milei a poner una excusa climatológica bastante ridícula para la suspensión a último momento también de su participación. Con lo que no pudo evitar que quedara a la vista el notable retroceso que ha experimentado la autoridad presidencial sobre los jefes territoriales a lo largo del último año.
El último, que hasta ahora reunió a cinco mandatarios distritales, pero que puede que pronto participen seis, siete, o más, es mucho más ambicioso que los anteriores: apunta a disputarle a Milei el control de los diputados y senadores nacionales que van a ser electos este año, y tal vez en próximas elecciones, se verá si dura, a través de una lista compartida para esos cargos, bajo el lema “grito federal”. Tal vez evocando el “grito de Alcorta”, el cual resultó más de un siglo atrás un amplio movimiento ruralista con centro justamente en Santa Fe y Córdoba.
Lo primero que cabe preguntarse es a qué se debe este creciente protagonismo de los gobernadores: ¿por qué si durante tanto tiempo estuvieron casi totalmente ausentes de la política nacional, y fue muy acotada la cooperación entre ellos, ahora resulta tan fácil, tan pujante y se está volviendo tan ambiciosa?
En este giro que ha tomado la política federal se adivina primero una falencia de la oposición, y segundo, una de Milei.
A los jefes distritales les resulta atractivo y sencillo unirse y cooperar porque sus distintas pertenencias partidarias ya no valen nada o casi nada. Que sean radicales, peronistas o del PRO no dice mucho sobre su futuro político, porque ninguna de esas filiaciones les ofrecen un horizonte prometedor para sus carreras, siquiera uno mínimamente asequible. De allí que se sientan todos tan “provincialistas” como los que lo son abiertamente, y que nada les impida compartir planes, reclamos, enemigos y también ahora votos con sus pares.
También Milei los ha estado empujando a hacerlo porque él y La Libertad Avanza (LLA) extreman un rasgo que han tenido en común todas las corrientes no peronistas ocasionalmente exitosas desde hace décadas: forman mayorías electorales sin territorio. Con lo que profundizan el desdoblamiento de lealtades electorales de muchos ciudadanos, que votan el gobernador “provincialista”, peronista, radical o del PRO, y a nivel nacional votan a Milei. En las elecciones de 1983, de 1999, de 2015 esto fue así en algunos distritos, pero en la 2023 fue lo que sucedió en absolutamente todo el país.
La totalidad de los mandatarios distritales aspira, por lo tanto, a que esto siga siendo así. Su posibilidad de ser reelectos en dos años, o de hacer elegir entonces a algún delfín, sobre todo si el gobierno libertario tiene éxito y el actual presidente es reelecto, dependerá de conseguirlo.
Para lo cual necesitarán varias condiciones: elecciones desdobladas, que se mantengan o amplíen sus coaliciones locales multipartidistas, para acotar la posibilidad de que candidatos locales de LLA nacionalicen el voto para las gobernaciones, y sacarle todos los recursos posibles a la nación, para financiar lo que siempre ha distinguido a las “buenas gestiones provinciales”, obras, ABL, pagar a tiempo los salarios de policías, docentes y médicos, y algunas cosas más por el estilo.
Hasta ahí, las razones de que las reuniones en el Consejo Federal de Inversiones se hayan vuelto tan frecuentes, estén teniendo asistencia perfecta, y de ellas hayan resultado iniciativas legislativas bien coordinadas y bastante exitosas, por ejemplo sobre el impuesto a los combustibles y los ATNs.
Pero, no conformes con eso, al menos algunos de esos gobernadores se están juntando ahora detrás de un objetivo electoral más inmediato, y aún más desafiante para Milei: disputarle no solo recursos fiscales, y no solo frustrar sus esfuerzos para que LLA gane territorialidad, manteniendo desdobladas las lealtades electorales en los distritos, sino pelearle los votos que se emitirán a fines de octubre, para determinar la composición del Congreso nacional.
Es lo que acaban de hacer los mandatarios de Córdoba, Santa Fe, Jujuy, Chubut y Santa Cruz, y a lo que muy probablemente se sumen pronto varios más. En los que influyó además otro problema, que se les reveló semanas atrás en Corrientes, cuyo mandatario, Gustavo Valdés, está pronto a sumarse al “grito”: cuando los libertarios quisieron primero imponerle su criterio para acordar, que resignara la lista de legisladores nacionales, a cambio de un apoyo que él estimaba no muy necesario para retener la gobernación, para luego dejarlo colgado del pincel, presentando su propia lista distrital, mostraron su pretensión de “ir por todo”, de querer limar el poder de sus ocasionales aliados, para borrarlos progresivamente del mapa, con la idea de que todos ellos eran, finalmente, iguales a Macri y Cristina.
Ante lo cual estos jefes distritales reaccionan ahora, poniendo sobre la mesa una virtud que los distingue de esas figuras del pasado, y creen compartir con el presidente. Lo más valioso que tienen para jugar en esta disputa: que ellos también son “líderes nuevos”.
Ninguno de los que participó de la gestación del “grito federal” era gobernador, o siquiera una figura muy conocida, antes de 2023. Igual que Milei, son hijos de este tiempo, de una renovación muy amplia de la dirigencia que está en curso todavía, y de la que aspiran a emerger como protagonistas en pie de igualdad con el actual presidente, por tanto capaces de disputarle la “titularidad del cambio”. Para lo cual necesitan hacernos ver que no son responsables de los problemas, y que sí son parte de las soluciones.
Descuentan que no se están tirando a una pileta vacía, porque las encuestas dicen que hay muchos votantes que se resistirán en octubre a optar entre Milei y los K, igual que sucedió dos años atrás, hasta que fueron obligados a hacerlo en el balotaje.
Y ven además que las fuerzas que antes representaban al centro político, el PRO, la UCR, incluso la tercera vía del peronismo disidente, ya no tienen arrastre ni capacidad de convocatoria. Si alguien puede reunir ese disperso espacio moderado, tras la explosión de Juntos por el Cambio, no va a ser alguien que actúe en nombre de esas fuerzas nacionales, asociadas al fracaso y al pasado. Ni aparece tampoco, al menos por ahora, una figura de otro signo partidario para intentarlo. Así que la voz que llene el vacío solo puede venir “desde el llano”, del interior, y el “grito federal” aspira a cumplir el papel lo mejor que pueda.
¿Podrá hacerlo si lo único que comparten sus integrantes es que no son ni mileistas ni kirchneristas, pero no pueden decir qué es lo que sí son?, ¿podrá fortalecerse y durar una alianza de este tipo si la misma premisa para su creación es que nadie destaque demasiado en su seno, que no haya un líder sino una cooperativa de pares? Muy difícil. Pero por ahora al menos pueden dejar estos problemas para más adelante y decir lo que han dicho: “queremos estabilidad, pero no atropello”, “el superávit está muy bien, pero hay que lograrlo respetando al país federal”, “no queremos volver al pasado, porque no tenemos nada que ver con el kirchnerismo, pero el país del futuro no puede ser tan chiquito, improvisado y poco democrático como el que pretende Milei”.
Si bien la polarización seguramente hará su trabajo, no hay que descartar que algunos diputados consigan. Y sobre todo logren preservar una bancada medianamente coordinada con los que ya están en el Congreso, responden a estos gobernadores y cada vez menos a los partidos a los que pertenecen.
04/08/2025 a las 11:20 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
El mito de la sociedad buena y el gobierno cruel
Claudio Scaletta
Fuente: El Destape
(*) Notiar.com.ar
3/8/025
Hay un debate antiquísimo de las ciencias sociales, la dicotomía entre la naturaleza humana y el sistema, entre quién formatea a quién. Entre “el hombre es bueno, pero el sistema es malo” de Rousseau y “el hombre es el lobo del hombre” de Hobbes. Según sea una u otra la visión de dónde está “el mal” será la propuesta para el ordenamiento político, para el contrato social o el Leviatán. El balance contemporáneo, o no tanto si se recuerda a Maquiavelo, es que siempre es preferible excluir del análisis a las valoraciones morales, una tarea particularmente difícil, mucho más si a la naturaleza humana y al sistema se le suma el problema de las clases y el Estado. Por ejemplo, para parte de la izquierda, los culpables de los males del presente son los empresarios, o en términos más generales, la “clase capitalista”, de la que el Estado es su aparato de dominación, visión que necesita convivir con la idealización de la inocencia de la clase trabajadora. Si se extiende el razonamiento, los problemas de Argentina se deberían a que tiene peores empresarios que, por ejemplo, Chile o Brasil. Lo mismo corre para la derecha más rancia, que cree que la culpa de todos los males del país fue el empoderamiento de los trabajadores y sus representantes, lo que se atribuye exclusivamente al peronismo y que, por supuesto, idealiza a las clases dominantes, hasta el punto de considerarlas “la reserva moral de la nación”, cuando no la Patria misma.
Acercándonos al presente, siempre dentro de la dicotomía de buenos y malos, seguramente puede recordarse un eslogan publicitario de los gobiernos kirchneristas, el que rezaba “Argentina, un país con buena gente”. Esta visión puede relacionarse con la idea de “crueldad” como atributo del gobierno de La Libertad Avanza (LLA). La síntesis es inmediata, habría una sociedad buena, pero un gobierno cruel. Es evidente que no solo se trata de una visión demagógica y tranquilizadora, en tanto se exculpa a los votantes y se delimita “el mal” a la minoría de quienes hoy gobiernan, sino que va contra un principio central del sistema democrático, el de representación. Cualquier político fogueado en su profesión sabe que para ser elegido debe representar. Las vanguardias, iluminadas o no, son minoría por definición. Por ello existe el negocio de las encuestas, de los focus groups y los cambios de opinión repentinos de algunos políticos que escandalizan al intelectual purista. La primera conclusión preliminar parce clara: Político que no representa no gana, a lo que le sigue que los gobiernos elegidos por el voto popular son como la sociedad que los votó. Sociedad buena, pero gobierno cruel es una disociación.
LLA ganó porque representó. En los actos de campaña, el fondo de pantalla de los escenarios en los que se presentaba Milei eran explosiones, escenas que parecían tomadas de la película “Apocalipsis Now”. Al político acostumbrado a la búsqueda de consensos y a la formulación de propuestas esto debe haberle parecido un desatino. Sin embargo, fue todo lo contrario, las explosiones representaban a una sociedad harta que quería que todo lo conocido vuele por los aires. Este es el fenómeno que antropólogos, sociólogos e historiadores seguirán explicando en el futuro, pero fue el final del camino de más de 40 años de frustración democrática y el comienzo de un nuevo reseteo que, como el de la post crisis de 2001, también parece cumplir la función de terminar con las fuerzas políticas emergentes de aquel año, el macrismo y el kirchnerismo.
El motor de este proceso fue la impotencia social frente a la imposibilidad de encontrar un modelo de desarrollo estable. La economía se estancó desde 2011. El kircnmerismo perdió en 2015 por esta razón principal. El macrismo se propuso furente a la sociedad como la fuerza “republicana” y conciliadora que venía a “conservar lo que está bien y corregir lo que está mal”, pero fue un chasco de persecución política, endeudamiento y regreso al FMI que volvió a atar al país al dominio de los acreedores. En 2019 quedaba la ilusión de regresar al paraíso perdido de los altos salarios pre 2015, que ya se había mostrado insustentable, pero el combo de internas, falta de liderazgo, deuda heredada, pandemia y sequía histórica fue letal. En 2023 la sociedad ya no tenía adonde regresar y, en consecuencia, no solo votó contra el Frente de Todos, votó un nuevo “que se vayan todos”.
Y no votó a un gobierno “cruel”, sino a un gobierno que la representa, lo que lleva a la segunda conclusión preliminar: la sociedad cambió, sus valores cambiaron. Se trata de un proceso que se relaciona no solo con las transformaciones en el mundo de la producción sucedidas en Argentina, sino a escala planetaria, con el fin del empleo estable y formal como ordenador de la vida de los trabajadores y con el progresivo retroceso de los restos del Estado de bienestar. El crecimiento de la informalidad, del cuentapropismo y de la economía de plataformas se tradujo en el deterioro de lo que solía llamarse “conciencia de clase”. El espacio de reunión dejó de ser la empresa y el sindicato. El nuevo ágora es el universo virtual, la verdadera nueva “calle”, un mundo de individuos aislados, solos, en el que los vínculos de solidaridad se rompieron y en el que una granja de trolls eficiente puede generar mejores resultados electorales que la más multitudinaria de las manifestaciones callejeras.
El problema es que, enojada y frustrada, la sociedad votó a Milei porque quería algo nuevo, pero lo único nuevo del nuevo gobierno fue solo Milei quien, a la hora de gobernar, debió recurrir a los cuadros más curtidos de la vieja derecha. La sociedad votó que se vayan todos, pero como en 2001, volvieron todos. Volvieron las Bullrichs, los Sturzeneggers y los Caputos. Y acompañaron también los que nunca se fueron, los Sciolis y los Francos, los Ritondos y los Santillis. El resultado fue que no hay nada nuevo en el nuevo gobierno, que solo es una suerte de macrismo plus cerradamente sostenido por el “círculo rojo”. Sin embargo, la mini corrida cambiaria de esta semana, que el gobierno intentó explicar con la remanida hipótesis del golpe de mercado, un mercado que lo ama, puso en primer plano la precariedad del modelo. Un modelo que, como lo hiciera el macrismo, sigue desentendiéndose de la principal fuerza tectónica que históricamente expresó el desequilibrio de la economía local: el déficit externo financiado con endeudamiento, ese que siempre explota, el fondo de pantalla que siempre está.