Por Luis Alejandro Rizzi.-

La apertura de los cielos era una de nuestras “viejas” propuestas que tenía por finalidad promover el cambio de “cultura en el transporte aéreo”.

La Argentina estuvo aferrada hasta no hace más de un año a las políticas de transporte aéreo propias de los primeros ochenta años del siglo pasado.

Es lo que se enseñaba en los cursos de “especialización” y los criterios que mantenía nuestra legislación hasta el inicio de este gobierno. En esa cultura se desarrolló el gremialismo alrededor de Aerolíneas Argentinas, que hasta la derogación de la vetusta ley 19030, era el instrumento elegido para ejecutar la política internacional de transporte aéreo y las empresas privadas argentinas podían acceder al internacional regional, previa conformidad del “instrumento”.

Entre esa ley el código aeronáutico se conservaba el principio de la propiedad sustancial, en pleno siglo XXI, que equivale a creer en la cigüeña volando desde París; los horarios, frecuencias y tarifas debían ser aprobadas por la autoridad de aplicación -ANAC-, se seguía hablando de la TER, en fin, una legislación y una forma de pensar cavernícola.

Era necesario adaptar la enseñanza de la materia, un mix de derecho administrativo y comercial, reitero, no creo en la existencia, como rama autónoma, del derecho aeronáutico, y mucho menos del llamado “aeroportuario”.

El gobierno también debió iniciar una tarea de persuasión sobre los cambios que se produjeron, no sólo en el transporte aéreo sino en la vida en general.

En materia de servicios, existen nuevos conceptos económicos que se sustentan en los “flujos”. La compra de aeronaves ha sido sustituida por las diversas formas de leasing. Cambió radicalmente la conformación de las tarifas. La tendencia es a los vuelos directos; hoy el radio de acción -autonomía- de los aviones permite explotar rutas cuyo recorrido lleva hasta 15 horas de vuelo o más.

Como nos pasa en muchas otras cosas, nuestra “cultura” es vieja, no está a la altura de los tiempos.

He leído en el portal “El mensajero” un comunicado de APLA en el que se “…destaca que permitir vuelos internos con aeronaves de matrícula extranjera y tripulantes de otros países desarticula el esquema de control local. Conlleva la pérdida de control y la falta de trazabilidad sobre una actividad tan estratégica como fundamental”.

La verdad que me parece un sueño imposible leer ese texto, ya que con el criterio aplicado ninguna aeronave con matrícula extranjera y personal de otros países no debiera sólo aterrizar en territorio argentino por razones de seguridad, sino sobrevolarlo, para prevenir daños a terceros en la superficie.

Luego, siempre según el mismo portal, APLA descalifica a la empresa LATAM, beneficiaria del derecho acordado en la disposición 46/25 de la Subsecretaría de Transporte aéreo: “El sindicato no ahorró calificativos al referirse a la trayectoria de la línea aérea de origen chileno-brasileño, describiéndola como una “cultura empresarial hostil”. Según el texto, la empresa busca apropiarse del mercado nacional mediante prácticas antisindicales y una falta de disposición al diálogo colectivo.”

Es obvio que ni LATAM ni la misma Aerolíneas Argentinas están para hacer beneficencia.

La cuestión es que Aerolíneas Argentinas no es un vehículo cuya finalidad sea traer pasajeros de otros mercados sino facilitar la salida de pasajeros locales para importar servicios de turismo. Su fundamento parece ser la tercera libertad en el mercado internacional.

Pero en definitiva, en materia de transporte aéreo, ésa es la mentalidad que hemos desarrollado y mantenido hasta hoy, a lo que se suma un erróneo concepto del estado burócrata, en el que el concepto de “policía administrativa” se confunde con el formulario, el sello, la media firma y el “señor” inspector.

En verdad, en las facultades de derecho se enseña poco y mal el derecho administrativo.

Pasa lo mismo con el llamado derecho del trabajo, que poco a poco está siendo absorbido o reabsorbido por el derecho común; pero en nuestras facultades se enseña el derecho laboral propio de la “revolución industrial”; estamos más de 150 años atrasados. Seguimos creyendo en “in dubio pro operario” y que los sindicatos son seminarios de castidad.

El derecho laboral contribuyó a crear valores culturales respetados en el derecho común.

En el proyecto de “reforma laboral”, se discuten temas viejos y sistemas de poder gremial.

La “industria del juicio” no sólo existe en el fuero laboral; los “caranchos” lucran con otros hechos, ajenos a lo laboral.

El tema del “negocio judicial” no se eliminará con una reforma o “reformita” laboral.

Hay exceso de abogados y eso explica un poco la industria del juicio; quizás la cuestión esté en el exceso de oferta de escuelas del derecho.

El acceso gratuito debe revisarse por lo menos en alguna carrera, para desalentar su ingreso.

Volviendo al transporte aéreo, la prestación de servicios de cabotaje no deja de ser una inversión, aunque la oferta se dirija como será a las rutas más rentables.

Pd. Estimados lectores, este “furgón” se tomará unas vacaciones y volverá a circular a partir del 7 u 8 de enero.

Muy lindo 2026 y hagamos lo que podemos.

Saludos.

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