Por Ovidio Winter.-

Escuchar a CFK alabar, como nunca antes lo ha hecho, al peronismo en Santiago del Estero y tratar de digerir un largo monólogo (con innumerables idas y vueltas a través de una historia que sólo ella puede armar, como si se tratara de un juego de niños) me llevaron a que, tras 20’ de escucharla, me volvieran a la memoria aquellas larguísimas cadenas nacionales y tuve que ir a por un Reliveran, que siempre tengo a mano para casos como éste, en que las ganas de vomitar me estrujan el estómago.

Ver a los concurrentes de pequeños estadios (cada vez menos convocantes) con caras de no entender lo que esta delirante vociferaba pero que sabían que cuando se escucharan los primeros aplausos (de aquellos asistentes a sus actos con la misma función que les cabe a los “grupines, en los remates”) ellos los acompañarían logrando así darle fondo sonoro a un discurso que pretende instalarse como polo opuesto al mileísmo ponderando el rol que le cabe al Estado, por encima del privado.

Seguidamente elogió a la militancia, para concluir en una verdadera apología del militante. Porque, sobre el final decía, “quienes militamos somos conscientes de que militar no tiene fin, se milita toda la vida” (algo así como que es un camino, no un fin en sí mismo) porque de esta vida… sólo le hubiera faltado, para darle un remate potente decir que “la mortaja no tiene bolsillos”.

Tal vez lo pensó pero algo desde su interior le advirtió que eso le sería muy aplicable a ella misma (que nos enteramos por el presidente de la ANSES que presentó un certificado de domicilio en Santa Cruz para percibir $ 6.300.000 adicionales a su jubilación de privilegio un suplemento por zona austral (la mía… la quiero todaaa y no se toca).

¿Hasta cuándo tendremos que seguir soportando tanta humillación? Muy probablemente hasta que la justicia asuma su rol en la sociedad y defina si Cristina es una perseguida o una cínica culpable.

Pero ojo, que la justicia la ejercen hombres y mujeres, que hasta ahora no han cumplido con los preceptos supremos que les delegó la Constitución.

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