Por Otto Schmucler.-

Sin estridencias, sin demostrar en sus actos y/o gestos esa “sed de venganza” o de “desprecio por el que está en la vereda de enfrente” que se observa en la inmensa mayoría de quienes habitan el espectro político, hoy, Victoria Villarruel suele dar pasos acertados en cada ocasión que tiene para mostrarse. Casi, casi, podría decirse que es la única persona que transmite paz, serenidad y sabiduría en su accionar.

El Presidente, en aquel lejano noviembre/diciembre de 2023, cuando se convirtió en Primer Mandatario argentino, creyó necesario demostrar su agradecimiento hacia la abogada que lo acompañó codo a codo en el Congreso, como diputados, y supo respaldarlo en sus apariciones mediáticas en televisión ofreciéndole la vicepresidencia para el mandato que concluirá en 2027.

Claro, en aquellos momentos iniciales todavía no conocíamos a las personas que influirían fuertemente en sus decisiones. Caputo sabíamos que era Luis, que había acompañado a Mauricio Macri durante su presidencia como ministro de finanzas y hacia el final como presidente del Banco Central pero no sabíamos que había otro Caputo, que no era Nicky sino Santiago, mucho más joven e impertinente, que tenía pasado en los servicios de inteligencia y se convertiría en asesor estrella, sin funciones en el gabinete y lo que es peor, con innegable influencia en las decisiones presidenciales. Esa presencia marcó un antes y un después en la relación presidencial con Villarruel, a quien pasó a destratar de manera impiadosa.

A pesar de ello, Victoria no sólo no respondió a esas provocaciones sino que siguió fiel a su estilo componedor tratando de obviar cada uno de los desaires sin responderlos aunque le pusieran un micrófono adelante.

Hoy, hemos observado en ella una actitud diferente ante el fortísimo embate que recibió desde el gobierno por su actitud de permanecer y habilitar la sesión en el Senado que marcó un duro traspié a las pretensiones del oficialismo. Sin perder la compostura pero con una respuesta firme ante la calificación de “traidora” que recibió, supo fijar con claridad meridiana su posición respecto de la situación de desesperanza que viven los jubilados y discapacitados al expresar que “un jubilado no puede seguir esperando y un discapacitado, menos”.

No pretendo analizar cómo puede terminar esta controversia desde mi lugar de ciudadano, pero advierto que, si lograra mantener este perfil moderado, Victoria Villarruel podría llegar a convertirse en la opción de centro (que tanto necesita nuestro país) que ayude a calmar las aguas y culmine las muchas cosas buenas que ha logrado LLA en lo económico para bien de la República.

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