Por Carlos Tórtora.-

La credibilidad no es precisamente el punto fuerte de Javier Milei. El domingo pasado, golpeado por la derrota, prometió cambios políticos y hacer una autocrítica. Cuarenta y ocho horas después, presidió la supuesta nueva mesa política del gobierno, que incluye a Karina Milei y Martín Menem, y después de la reunión se dejó trascender el mensaje: «vamos a defender este modelo con uñas y dientes». ¿Que pasó desde el domingo para que Milei optara por no cambiar nada?

Para empezar, si bien el dólar inició su carrera ascendente, no lo hizo en forma explosiva y Luis Caputo ironizó sobre que no había llegado a 2000 pesos como muchos decían. En segundo lugar, habría en la Casa Rosada una extraña creencia en que el Karinagate se va a empantanar y perderá espacio en la opinión pública.

En tercer lugar, Milei funciona con la lógica de los dictadores y no de los presidentes democráticos. Para él negociar es ceder y perder autoridad. Y más aún, esto es verdad para Karina, aparentemente incapacitada para negociar políticamente y sin imponer su palabra. El oficialismo apuesta así a que la crisis baje sola de nivel y que la oposición continúe en su actual desconcierto, porque nadie esperaba los 14 puntos de diferencia que hubo.

En otras palabras, el dúo que ejerce el poder estaría convencido de que cualquier concesión en materia económica o política aceleraría el derrumbe del gobierno. Pero también el miedo jugaría un papel fundamental. No hay ninguna garantía de que, si se entrega, por ejemplo, la cabeza de Lule Menem, éste no se vengue hablando de más y agravando la situación de los Milei.

El mantenimiento de la omertá es entonces fundamental, luego de que Santiago Spagnuolo la violara hablando de más.

El desafío

El «aquí no ha pasado nada» es entonces un claro desafío al Juez Federal Sebastián Casanello y al Congreso. El primero está obligado a avanzar con la investigación del Karinagate, porque en caso contrario será tildado de hacerle el juego al gobierno. Y la oposición debe recoger el mandato de las urnas bonaerenses y recortarle poder a Milei. Por ejemplo, dándole Diputados la media sanción que falta a la nueva reglamentación de los DNU establecida por el Senado. Con decretos que se caen si no son aprobados por ambas cámaras en  90 días, Milei se quedaría sin instrumentos para gobernar si no consensúa con la oposición.

Por el contrario, si el Congreso y la justicia no avanzan, Milei continuaría tensando la cuerda, creciendo la posibilidad de una situación fuera de control. En este contexto, el 26 de octubre es sencillamente el larguísimo plazo.

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