Por Paul Battistón.-

Una pequeña civilización desaparecida hace 2 milenios nos sigue dominando: los helenos. Como ellos, seguimos contando las piedritas que reúne cada candidato para someternos a su sabiduría (no importa si la tiene). El peso no cuenta; todas miden uno pero algunas pesan por muchas.

La piedra de Máximo Kirchner pesó con claridad aun sin contar por ser piedra de otra cantera. Su candidato está erigido.

A puro apuro, tres candidatos listos desde una parte de la coalición. Dos mujeres y Horacio Rodríguez Larreta. Macri postuló su silencio.

Horacio, ése que alguna vez dijo “con Máximo tengo buen diálogo”. Lo tuvo también con Kicillof, de ahí en más todo se puede. Y fue triunviro pandémico junto a este último y Alberto, de ahí su capacidad de maniobra extrema sin romper semieje (entiéndase, no perder la dirección).

El resto de la coalición ni mu… los tomó por sorpresa (es su naturaleza), miden para secundar. Lilita podría animarse; no tiene inconvenientes en ejercitar un solo dígito en ligas menores o mayores; su peso pasa por otra parte.

Repentinamente, el inconveniente Alberto negado a abolir las PASO se reconvierte en la estrategia necesaria para sostenerlas sin que se note la conveniencia adecuada para HRL o, mejor dicho, Máximo Kirchner. Lo de simultáneas y abiertas podría convertirse en simulacro artero.

Máximo ya no es Máximo; es Néstor en segunda vuelta y el kirchnerismo ha sabido lograr sus triunfos con la elección adecuada de sus adversarios derrotables en las urnas o en su ideología, Binner, Lilita, Raúl Ricardo.

Con HRL se puede discutir, debatir, consensuar y hasta competir con los otros postulantes; ocurre que la polarización sea casi inevitable y no es buen momento para hacerlo cuando la economía se opone y todo apunta a que apenas se pueda conservar el núcleo duro y, para peor, reducido a un 25%. Ahora también le falta a Máximo elegir al perdedor de la coalición gobernante; debería ser alguien que al perder les dé un triunfo (un beneficio). El beneficio, por ejemplo, de que su figura tuviera el peso para opacar cualquier otra fórmula peronizada acabándola antes de comenzar pero además acabarse a sí misma con su derrota y llevarse para sí las culpas de este gobierno del cual Máximo se ha alejado (Maquiavelo a la sexta potencia).

Cristina tiene otras luchas, contra el embate judicial al cual le jugará muy convenientemente desde el borde invirtiendo las circunstancias a partir de su atentado y, con Mauricio Macri, una guerra con actos de silencio y observación.

Hoy es así; mañana puede haber un nuevo jaque tras resolver uno anterior; minimizar a Máximo es valuar en la dirección equivocada, como cuando lo de volver mejores fue descreído ante las pruebas de la realidad. Es obvio que volvieron mejores (pero en lo suyo).

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