Por Carlos Tórtora.-

El nuevo escenario político se caracteriza por un amplio espectro de interrogantes. Para empezar, es difícil predecir cuánto durará la centralidad de Cristina Kirchner, que este miércoles tendrá su pico cuando se presente en los tribunales de Comodoro Py. Ella debe decidir cómo funcionar a partir de su casi segura prisión domiciliaria. Sólo si se le ordenara residir en un penal la situación política sería distinta, porque aumentaría mucho su victimización. Ella debe decidir rápidamente qué rol adoptar. Si se dedica a cuidar la unidad y los acuerdos partidarios para las elecciones, podría conservar su rol de jefa. Pero si pretende imponer a Máximo como su reemplazo en la candidatura a diputado provincial, además de otros camporistas discutidos, podría acelerar entonces las reacciones en contra. Las últimas encuestas indican que para septiembre se perfila una fuerte tendencia de empate técnico entre el PJ y LLA en Buenos Aires. Es decir que puede ganar el que menos se equivoque.

El segundo interrogante es si efectivamente Axel Kicillof quedó debilitado por el destrato que le hicieron los cristinistas en la última reunión de la conducción partidaria. Una lectura objetiva de la realidad indica lo contrario: que ella no pueda ser candidata lo fortalece, porque queda como el único presidenciable con poder propio como para transitar hacia el 2027.

Lo concreto es que a partir de ahora la expresidenta dependerá cada vez más del sustento que le dé el gobernador. El peronismo sigue implacablemente las reglas del poder y Kicillof está en carrera mientras que ella ya no.

Una negociación obligada

Con estos elementos de juicio, el juego interno del peronismo, ni bien se resuelva dónde cumplirá prisión Cristina, pasaría por el armado de las listas de candidatos para septiembre. A falta de ella, crece la versión de que Sergio Massa podría encabezar la lista de diputados por la Primera Sección Electoral y la mesa chica para digitar los nombres seguiría compuesta por Massa, Cristina y Kicillof. Las posibilidades de una ruptura ya casi no existen y sólo podría producirse si, como dijimos, Cristina se obsesiona con que Máximo sea el abanderado del peronismo, cuando tiene los peores números en las encuestas.

Un punto fundamental en el nuevo tablero es qué pasará con el pacto preexistente entre Cristina y Javier Milei. Hasta el fallo de la Corte, ambos se dedicaron a polarizar al electorado. El gobierno la protegió boicoteando, por ejemplo, la sanción de la Ley de Ficha Limpia y ella era la candidata ideal para Milei por un su alto nivel de rechazo y porque le permitía al presidente unificar el antiperonismo. Pero sin Cristina 2027, el pacto daría la impresión de disolverse. A menos que el gobierno, para evitar el crecimiento de Kicillof, trate de apuntalarla a ella para que lo esmerile. Un Kicillof con vuelo propio sería la peor noticia para Milei, porque no tiene en contra indicadores de rechazo altos y puede presentarse como un lavado de cara del PJ.

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