Por Luis Alejandro Rizzi.-

Agustín Salvia así lo explicaba en Perfil: “es la autopercepción, a partir de la experiencia, de si el hogar pudo ahorrar o no durante el último mes y si le alcanzó o no para cubrir sus necesidades. Obviamente, las necesidades son distintas para distintos estamentos sociales, pero el parámetro de la experiencia permite captar a través de una especie de acuerdo intersubjetivo acerca de lo que es cubrir las necesidades”-

Eso significa que, para un segmento social muy importante de la sociedad, sus ingresos no alcanzan para cubrir sus necesidades mensuales.

Este panorama social se agrava por el hecho que se debe recurrir al crédito para financiar gastos corrientes familiares, lo que a su vez agrava el problema, ya que el pago del crédito implica otra disminución del ingreso y se llega al extremo actual de incremento de la morosidad en el pago de créditos y tarjetas de crédito.

Durante el gobierno de Milei, se está produciendo un fenómeno negativo social que consiste en el “empobrecimiento estructural” a la par de mayor desigualdad, lo que parece ser una consecuencia lógica.

En otra parte de la entrevista, Salvia dice: “Con un problema, que es que construimos instituciones, construimos expectativas, construimos cultura, educación, salud, proyectos de vida en una sociedad que hace 30, 40 años proyectaba todavía ser una sociedad parecida a los europeos. Y hoy por hoy, claramente, una sociedad fragmentada en tres, con un fuerte componente de clase media vulnerable. No ya en ascenso, sino muy vulnerable, que no va a desaparecer, pero que va a ser muy vulnerable.”

En ese párrafo se representa lo que llama “decadencia argentina”.

Diría la Argentina eufemista de la que habló Ortega en 1928, la Argentina del relato que se creyó performativo. Se creó esa fantasía con visos de realidad, que refirió Salvia, que en verdad nunca llegó a existir o sólo existió en las fachadas.

Argentina converge con nuestros vecinos latinoamericanos, con la excepción de Venezuela, todos crecen y Argentina decae.

Faltaría agregar que esta decadencia la hizo estallar el gobierno de Milei, como le podría haber ocurrido al de Massa si hubiera ganado el ballotage. Nos pasó lo que quizás debió haber pasado, en la crisis del “rodrigazo” o en la del 2001/02.

El gobierno afirmó que en sus meses de gobierno salieron once millones de personas de la pobreza, lo que es una tremenda mentira, que en porcentajes significa una disminución supuesta del 54% al 31%, algo materialmente imposible.

Es posible que la baja de la inflación, real por cierto, impactó de modo negativo en las capacidades de consumo.

En los hogares hay dos tipos de consumos, fijos y corrientes; la capacidad de consumo se trasladó a los fijos y a su vez cayó verticalmente el consumo “corriente”.

Este fenómeno no se puede imputar sólo a este gobierno, porque el “consumo” se promovió durante los 16 años de gobiernos “K”, subsidiando los consumos en “gastos fijos”, mientras se trasladaba la capacidad de consumo, de estos últimos a los corrientes.

La caída de esta capacidad de consumo, es “empobrecimiento estructural”, es lo que Salvia llama “estrés económico”.

En este cuadro de “estrés económico” parece imprudente vanagloriarse de un supuesto superávit fiscal, sólo matemático, que no acredita ni calidad en el gasto ni buen uso de los recursos disponibles.

Quizás hubiera sido más inteligente un “déficit fiscal” razonable, sanamente financiado.

Por algo el gobierno administra sin presupuesto nacional, un síntoma de mala gestión administrativa.

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