Por Hernán Andrés Kruse.-
JUAN B. JUSTO ANTE LA GRAN GUERRA. DE LA NEUTRALIDAD INCÓMODA AL «INTERNACIONALISMO» LIBRECAMBISTA (1914-1915)
UN NEUTRALISMO INCÓMODO
“Cuando la guerra finalmente estalló, a comienzos de agosto de 1914, generó un profundo impacto social y político en Argentina. Si bien tanto el presidente conservador Victorino de la Plaza como el radical Hipólito Yrigoyen, que lo reemplazó en 1916, mantendrían una política de neutralidad, el país se vio atravesado por un clima de movilización y agitación que se profundizó con el transcurrir de la contienda y conformó un complejo cuadro en el cual surgieron diversas posiciones, reflejadas en tribunas políticas, periodísticas y parlamentarias. Según María Inés Tato, «el legado más importante de ese clima político fue un marcado activismo social, reflejado en la aparición por doquier, en diversos puntos del país, de agrupaciones favorables a los Aliados o partidarias del estricto mantenimiento de la neutralidad».
El socialismo argentino no fue una excepción: como no podía ser de otro modo, la cuestión de la guerra pasó a ocupar un lugar absolutamente central en sus formulaciones y reflexiones políticas. El 2 de agosto de 1914, apenas iniciada la guerra, La Vanguardia publicó un extenso editorial de Juan B. Justo en el que podía encontrarse una primera interpretación de la guerra mundial. Justo caracterizaba la guerra como una gran tragedia que interrumpiría «por meses o por años», el trabajo de millones de hombres, «las relaciones económicas entre grandes colectividades humanas vecinas», las producciones artísticas y culturales. Semejante golpe al progreso debía tener una explicación: para el principal dirigente del socialismo argentino las causas no podían encontrarse en la escasez de territorios —»cada uno de esos países puede alojar una población mucho mayor»—, en algún tipo de «incompatibilidad biológica» entre los diversos pueblos, ni en la necesidad de «abrir nuevas vías para el comercio». La nueva guerra no tenía ninguna de las características que, según lo expuesto por Justo en su libro de 1909, podían «justificar» una guerra históricamente progresiva. Por el contrario, «la guerra que empieza no tiene explicación posible que la presente como una fatalidad necesaria, ni como un conflicto generador de progreso».
En esta editorial inicial se hallan contenidos buena parte de los elementos que marcarán la caracterización justiana de la guerra: para quien había considerado que la principal base para una paz duradera había sido el desarrollo económico de los años previos y solía criticar el elemento dialéctico del pensamiento marxista, no existía ningún elemento propio del desarrollo capitalista que llevara al estallido de la guerra. Por el contrario, la guerra era consecuencia de la falta de desarrollo; de la persistencia de elementos arcaicos, de la desigualdad en la evolución de las diversas partes componentes del organismo social. Para Justo, la guerra era un «choque innecesario y evitable de pueblos que nada pueden ganar desangrándose y barbarizándose recíprocamente», provocado por formas arcaicas de gobierno, vanidades e intereses dinásticos y de casta [que] apoyándose en lo mucho que hay aún de ciego e instintivo en los movimientos de las grandes sociedades humanas, hacen aparecer al esclarecido pueblo alemán y al revolucionario pueblo ruso y, todo lo hace temer, al inteligente pueblo francés, como pasta sumisa y dócil a las manipulaciones de cancilleres y de príncipes, como absolutamente sujetos a la monstruosa pasión de poderío de sus malos pastores.
Poco menos de un mes después, sin embargo, un artículo editorial de Enrique Dickmann, otro importante dirigente del partido, aportaba ciertos matices a la línea de interpretación desarrollada por Justo apenas comenzada la guerra. El editorialista partía de confesar la profunda incapacidad que habían tenido los socialistas para pronosticar el curso de los acontecimientos: «hasta la víspera misma de la erupción, nadie creía en ella». Dickmann reconocía agudamente que una visión evolucionista había guiado la perspectiva socialista e impedido notar el carácter contradictorio del desarrollo del periodo previo: “Los enormes intereses materiales —la técnica y la economía— como los grandes valores éticos y mentales —la política, la ciencia y el arte— parecían ser puntales inconmovibles de la paz del mundo […] El continuo crecimiento de la conciencia histórica del pueblo trabajador y el avance considerable, en los últimos años, de los partidos socialistas en las principales naciones europeas, parecían ser factores poderosos e indiscutibles de paz y de armonía entre las naciones”.
Según Dickmann, una vez iniciada la guerra, era tarea de los socialistas tratar de interpretarla, ya que habían sido incapaces de preverla. El autor descubría entonces que la paz armada había sido en realidad una enorme contradicción, desde la cual «se iba elaborando y preparando, deliberada e intencionalmente, un estado de cosas absolutamente insostenible». Lo interesante es que su artículo, debido precisamente a su componente «trágico», incluía un matiz contradictorio y dialéctico en el análisis que estaba ausente en los de Justo y se permitía dudar sobre la posibilidad de que la guerra implicara la crisis final de todo un periodo histórico en el que los socialistas se habían acostumbrado a intervenir: “Mecánica y groseramente materialista —decía— nuestra civilización contradictoria y paradójica lleva en su seno los elementos de su propia muerte y destrucción […] ¿Será la actual tragedia el naufragio de una civilización nueva, más humana y más armónica? ¿Las nuevas fuerzas históricas serán capaces de salvar los valores materiales y morales de la vieja Europa y reconstruir aquel mundo en ruinas? ¿O es el aniquilamiento total y definitivo de una sociedad en descomposición?”
El 31 de agosto, sin embargo, otro artículo editorial sin firma, que responde indudablemente a la pluma de Justo, volvía a insistir sobre la necesidad de distinguir entre las guerras antiguas, que respondían a una necesidad histórica, y la que acababa de estallar, que era incomprensible en el marco del progreso que parecía haber alcanzado la humanidad: “Entre las sociedades bárbaras y primitivas la guerra era una necesidad, era el instinto primordial que animaba la historia, era la vida misma que la imponía, era una lucha cruenta por la propia existencia, era un factor inconsciente de selección biológica, era la naturaleza obrando en su propio seno. ¿Será acaso lo mismo para los pueblos donde la economía y la técnica, donde el arte y la ciencia levantan a los hombres a un nivel de vida más elevado y noble? No, no es lo mismo. Dentro del amplio campo social donde los hombres y las cosas nos acercamos cada día más, donde nos entendemos y compenetramos en ideas y sentimientos, la guerra es una monstruosidad”.
En la interpretación de Justo, donde «el desenvolvimiento histórico de los pueblos [es] un proceso consciente, regular y metódico», la guerra aparecía como una aberración, como un inexplicable retorno a un pasado ya superado: no podía entenderse por lo tanto más que como un producto de rémoras de etapas pretéritas. La conflagración bélica que asolaba a Europa y ponía en entredicho todo el progreso social era entendida en este contexto como consecuencia de los «intereses de casta, de clase o de dinastía». Como han señalado Patricio Geli y Leticia Prislei, «su primera decodificación del evento es la de leerlo como un retroceso barbarizante atribuible a la pervivencia de regímenes dinásticos arcaicos, a un todavía escaso desarrollo del socialismo y a la predominancia del discurso racista».
Sobre la base de esta conceptualización general de la guerra mundial y del lugar histórico que ocupaba, la interpretación de Justo comenzó, tímidamente primero y en forma más decidida un poco después, a evaluar de manera bien desigual las responsabilidades que le cabían a las distintas fuerzas en pugna. En efecto, si la guerra era consecuencia de los elementos arcaicos que sobrevivían en Europa, y en particular de los odios dinásticos y los regímenes políticos menos democráticos, la figura del imperialismo y el militarismo alemanes comenzó a ser vislumbrada como el principal responsable de la guerra. Se trata de una operación que no se procesó de inmediato, sino que puede captarse a lo largo de sucesivos artículos entre los últimos meses de 1914 y los primeros de 1915, pero que en cualquier caso no aparece como un rayo en cielo sereno a comienzos de 1917, como cierta historiografía de los orígenes del comunismo puso de manifiesto. En esta línea de argumentación, por otra parte, Justo utilizaba argumentos muy similares a los adoptados por Karl Kautsky y un sector de la propia socialdemocracia alemana, que adoptó una postura crítica ante la guerra y responsabilizó de la misma al káiser alemán.
A mediados de octubre, La Vanguardia publicó, en dos días consecutivos, un largo artículo de Augusto Bunge, intelectual cercano al partido que acababa de volver de Europa, en el cual se sostenía una interpretación favorable a Alemania. Al día siguiente, un artículo editorial ponía de manifiesto la diferencia entre la redacción del periódico y la postura de Bunge, señalando que no podía ponerse un signo igual entre las reacciones bélicas de las potencias centrales y las de los aliados, cuya entrada en la guerra era considerada defensiva: “Si el mundo se ha vuelto contra Alemania, o mejor, contra el imperialismo alemán, es porque éste quería el mundo para sí. Y la reacción defensiva no se ha producido sino ante el peligro real, cuando los cañones alemanes de 42 centímetros probaban que un país civilizado puede ser también el que mejor cultive las artes de la barbarie, de la destrucción y de la muerte […] Aunque no creemos oportuno analizar las virtudes y los defectos de la democracia francesa comparada con la alemana, podríamos hacer notar que sólo un régimen en que un empleado del káiser (no es otra cosa el canciller del imperio alemán) puede burlarse del parlamento, permite concebir la aberración de la actual guerra, desencadenada en nombre de un pueblo que no necesitaba de ella para ser grande”.
Menos de diez días después, una nueva editorial profundizaba esta misma línea de responsabilizar a Alemania como principal culpable de la guerra. Al mismo tiempo, se avanzaba una postura que, si bien no lo decía abiertamente, sostenía que el socialismo argentino debía ser partidario de un triunfo de los aliados: “Una vez producida la guerra, su resultado no puede sernos indiferente, ni creemos que sea el mismo con la victoria de unos o de otros de los contendientes […] Queremos el triunfo que nos estorbe y amenace menos, y que evite con más seguridad otra guerra […] El triunfo de los Estados que más han dado al militarismo, y donde menos influencia política tiene el socialismo, a pesar precisamente de su poderosa organización y de su fuerza, tiene que parecernos muy peligroso para todos los pueblos”.
Recién hacia el final del artículo el editorialista abandonaba los sobreentendidos para nombrar a Alemania: “La política de los armamentos adquiriría mañana un nuevo empuje con el triunfo del imperialismo alemán. Pagado éste, más que nunca, de su superioridad y de su fuerza, ¿resistiría a la tentación de completar, en un plazo cercano, la sumisión de los vencidos del día antes? ¿Escatimaría sus rigores a los propios enemigos internos, a la democracia social, que no lo seguiría en sus nuevas aventuras sangrientas? De esa misma democracia, capaz de poner la política de Alemania a la altura de su desarrollo industrial y de su cultura, esperamos mañana la mejor contribución para los fines de la paz y de la justicia social en todo el mundo. Por eso deseamos que sea abatido el poder que se opondría mañana a los designios de aquélla, con más energía que nunca, y que perpetuaría en el mundo la pesadilla de la guerra”.
El mes siguiente, sin embargo, en La Vanguardia todavía podían leerse artículos que se oponían a este tipo de planteamientos y ponían de manifiesto la existencia de divergencias al interior del partido. El 16 de noviembre, un artículo de Augusto Kühn reproducía un planteo de los socialistas alemanes de Nueva York: “Se ha dicho que el internacionalismo no está reñido con el patriotismo. Los hechos probaron que estábamos en un error. Patriotismo es nacionalismo, es la prevalencia de los intereses del país propio contra los del extraño, y como tal, es la negación del internacionalismo”. Si bien Kühn apuntaba luego que «el escepticismo del diario neoyorkino va demasiado lejos», concluía que «destruir el nacionalismo es tarea muy larga: factible inmediatamente nos parece purificarlo, quitándole lo que pueda tener de peligroso para la unidad de la familia obrera».
Una semana más tarde, un artículo sin firma desarrollaba más abiertamente este argumento a favor del internacionalismo, con conceptualizaciones que contradecían buena parte de la interpretación justista, habitual en las páginas de La Vanguardia: “Detestamos el imperialismo alemán como detestamos los demás imperialismos. Por eso deseamos su derrota. Pero nuestra antipatía no va más allá. Para nosotros el pueblo alemán es tan digno como el francés, o cualquier otro pueblo, de las simpatías de los socialistas y de todo hombre que piensa […] Hacer recaer toda la responsabilidad de la guerra sobre el káiser, es tan ridículo como atribuírsela al papa […] hay que reconocer también que la republicana Francia y la liberal Inglaterra han contribuido con su granito de arena a este resultado […] No sólo en Alemania hay castas y clases que oprimen y explotan al pueblo […] En Alemania, como en Francia, Inglaterra y demás naciones llamadas civilizadas, hay una clase compuesta de los peores elementos sociales, que vive del robo y el engaño sobre sus respectivos pueblos […] A los causantes de la guerra, si se quiere individualizarlos, hay que buscarlos en esta clase, entre los monstruos con cara humana, de mirada metálica y entrañas de hiena”.
LIBRECAMBIO, DIVINO TESORO
“Más allá de estos artículos que parecían mostrar matices o incluso contradicciones con la línea justista, hacia fines de 1914 ya comienza a cobrar un carácter más definido el posicionamiento de La Vanguardia en favor del bloque de los aliados y en contra de las potencias centrales. Geli y Prislei apuntaron, en este sentido, que «avanzada la guerra la consternación se trastoca en una crítica del ‘pacifismo utópico’ […] y en una creciente simpatía aliadófila». Julio Godio, por su parte, planteó que «entre 1914-1916 el PS mantendrá una posición pacifista y neutralista y a favor del arbitraje», aunque «ya en 1915 Juan B. Justo comienza a deslizarse hacia posiciones favorables a la Entente».
En cualquier caso, nos parece interesante señalar que este «deslizamiento» se va a producir apelando en forma cada vez más recurrente a un argumento que había aparecido sólo en forma aislada en los artículos del comienzo de la guerra, pero que será recuperado del acervo de ideas de Justo y de la Segunda Internacional para defender una posición proaliada: nos referimos a la reivindicación del libre comercio. En los artículos de diciembre de 1914 ya pueden encontrarse muchos de los argumentos que pondrá en juego Justo y la dirección del PS en 1917, a la hora de defender la ruptura de relaciones con Alemania. “La guerra europea no es para nosotros un problema simplemente sentimental. Nos afecta profundamente en nuestras relaciones comerciales, restringe el mercado para la venta de los productos argentinos, así como limita las plazas que pueden proveernos de los artículos que necesitamos importar. Y, lo que no es menos grave, dificulta el transporte de los cereales, la carne y la lana de este país a todos los países, neutrales o en guerra, que los necesiten […] Las naves alemanas de guerra son prácticamente buques piratas, apostados en la vecindad de nuestras vías marítimas, para robar o destruir los cargamentos que vienen a este país o salen de él”.
El artículo llegaba a un punto crítico cuando admitía que aún no estaban dadas las condiciones para plantear la ruptura de relaciones con las potencias centrales, y en ese sentido planteaba la necesidad de mantener una neutralidad «vigilante y consciente», siguiendo una línea de argumentación que colocaba al PS en un rol de «consejero» del gobierno y de la clase dominante argentinos. “Por grandes que sean nuestra simpatía y solidaridad nacionales con la causa de los aliados, no podemos pensar en comprometernos en la guerra […] Pero, ¿hemos de facilitar su obra destructiva de nuestro comercio? […] El gobierno argentino, si tiene la conciencia de la situación y de sus deberes, no puede emplear subterfugios para disculpar tolerancias, manifiestamente contrarias a nuestras necesidades colectivas. Los buques mercantes alemanes deben ser sujetos a estricta vigilancia y contralor”.
Tres días más tarde, otro artículo profundizaba en la misma línea de argumentación: tomando una serie de notas de intelectuales alemanes reproducidas por un periódico brasileño, se señalaba que América del Sur se contaba entre las áreas de interés para el imperialismo alemán, lo cual implicaba que «no era vano» el peligro representado para el subcontinente por un eventual triunfo alemán.
Un artículo de comienzos de 1915 profundizaba el argumento acerca de la necesidad de distinguir entre ambos bandos de la guerra: “En la actitud cuasi unánime de los diferentes países contra Alemania y Austria, se descubre fácilmente la influencia de un espíritu pacifista más o menos inconsciente, pero espontáneo y sincero. Es un movimiento de airada protesta contra los primeros y directos provocadores de la guerra […] Los dos imperios están solos, ya que la ayuda turca no les sirve ni les honra. Rodean a Francia, en cambio, apoyándola con su esfuerzo o alentándola con su simpatía —fuera de Rusia, ese huésped incómodo—, Inglaterra, Bélgica, Portugal, Italia, España, y con afecto disimulado por la distancia, toda la América hispana”.
Geli y Prislei han señalado agudamente que los acontecimientos críticos de mediados de la década de 1910 —fundamentalmente la llegada del radicalismo al poder y el estallido de la Primera Guerra Mundial— provocan en Justo una inicial consternación que «iría prontamente a neutralizarse mediante su desciframiento desde el catálogo nocional preexistente». Se trata de un fenómeno sin duda evidente en el terreno que nos ocupa, y en particular a partir de 1915, cuando Justo comienza una operación de argumentación en torno a la guerra que, además de profundizar ese ya mencionado «deslizamiento» hacia posiciones aliadófilas, busca interpretar el nuevo contexto internacional desde la óptica de sus viejas perspectivas. Si la guerra no había sido consecuencia de los desarrollos propios del capitalismo moderno sino de pervivencias arcaicas, lo que se planteaba era una línea de acción que buscase —como antes— impulsar un desarrollo gradual de la modernidad occidental. “Restablecida la paz, ha de imponerse la vuelta a las dos viejas verdades burguesas, olvidadas un poco, y no apreciadas en todo su valor: el librecambio y la forma republicana de gobierno, entendiendo por tal la república parlamentaria —de la que nada se diferencia la monarquía inglesa—, en la que las grandes decisiones de que dependan la paz y la prosperidad de los pueblos no estén en manos de ningún hombre […] Cuando el interés de los pueblos no pueda ser sobrepujado por el capricho o el orgullo de hombres revestidos de un poder «divino», y cuando la libertad y la igualdad sean la única protección al comercio y al trabajo de todos los países, se habrán suprimido las principales causas de las guerras, y la paz quedará fuertemente afianzada”.
A mediados de mayo de 1915, cuando Italia entró en la guerra, Justo señalaba que a pesar de que ello implicaba una extensión de las hostilidades y una ampliación del conflicto, «no podemos, sin embargo, maldecir el momento». Desde su perspectiva, la intervención italiana podía contribuir a «abreviar» la duración de la guerra, o conducir a una «solución más general y permanente». Es interesante observar cómo Justo, sin abandonar formalmente su neutralismo, ya comienza a valorar la intervención en la guerra, en el bando de los aliados, como un paso positivo: “Será que en la lucha intestina que desgarra a Europa, el pueblo italiano ha creído deber ocupar también su puesto; que ha visto comprometidos en la contienda, más que el predominio en ciertos pedazos de territorio, grandes principios de humanidad y de política; que espera contribuir a su propia salud y asegurarse mejor porvenir, sacrificando su tranquilidad del momento al triunfo de la paz y la solidaridad entre los pueblos europeos. ¡Nuestros más fervientes votos por el triunfo del pueblo italiano si tales son los propósitos que lo llevan a la guerra!”
Pocos días después, La Vanguardia creía llegada la hora de manifestar su posición sobre el debate que dividía a los socialistas italianos, y reforzaba la posición planteada en el artículo anterior. «A priori», y en tiempo de paz, condenamos siempre la guerra. Sabemos que el proletariado nada tiene que ganar con ella […] Producida la guerra, que los socialistas, a pesar de su poder político, no han sabido o podido evitar, las cosas cambian. En tiempo de guerra, no se siente ni se piensa como en tiempo de paz […] Nació así en Italia la efervescencia que dividió la opinión de los mismos socialistas […] Ahora, ante el hecho de la intervención italiana, después de diez meses de horrenda lucha que desangra y devasta a Europa, ¿vamos a incurrir en la ligereza de condenar en absoluto esa intervención? […] Producida la guerra, que fatalmente ha de terminar, fuerza es que aspiremos, no tanto a que termine, como a que termine bien. Es de un sano optimismo pensar que no todo ha de ser perdido en el tremendo sacrificio y afirmar nuestra esperanza de la mejor solución posible […] La guerra es un hecho ajeno a nuestra voluntad y que se sobrepone a nosotros. No es normal ni sensato sentir y pensar en tiempo de guerra como en tiempo de paz […] El antimilitarismo de Hervé era mirado como una extravagancia en los congresos socialistas internacionales, antes de la guerra. ¿Qué decir de ese antimilitarismo, ahora que Hervé está de voluntario en las trincheras?”
A mediados de julio, un artículo criticaba a los socialistas europeos, que «no parecen por el momento los más capaces de prever las ulterioridades del conflicto», y en particular al congreso de los socialistas franceses que había «ignorado la faz fundamental» de los problemas. Justo le criticaba al socialismo francés haber «preconizado la democracia para evitar las guerras de origen dinástico», en tanto consideraba que reducía el problema a un aspecto puramente político y no tenía en cuenta las causas de fondo que habían llevado al conflicto y que debían considerarse para sostener una paz duradera: las relaciones comerciales entre los Estados. Un año después del inicio de la guerra, Justo desarrollaba ahora una explicación de sus causas que podía entroncar plenamente con sus interpretaciones previas a la contienda: era el proteccionismo lo que había llevado al conflicto y era por tanto a partir del librecambio como debía pensarse cualquier tipo de reconstrucción a futuro de la paz.
“Aun cuando, a consecuencia de la guerra, todas las naciones de Europa se constituyeran como repúblicas, la sola forma política no bastaría, pues, para consolidar entre ellas la paz […] La terrible guerra actual proviene de que naciones populosas, encerradas en reducidos territorios colindantes, armadas del moderno arsenal industrial y de una organización económica tan compleja que cada una de ellas cree indispensable recorrer el mundo entero en busca de mercados para vender y comprar, han preferido aislarse recíprocamente y reducir al mínimum posible sus relaciones comerciales, por medio de leyes bárbaras y absurdas […] No habrá paz en Europa mientras no se extiendan en ella y se consoliden libremente las relaciones comerciales, hasta el punto de hacer de todo aquel continente un solo mercado”.
El proteccionismo, entendido como una rémora del pasado y de la falta de desarrollo, era visto como el causante del conflicto; para superarlo se proponía una profundización del librecambio. Al no advertir que ese proteccionismo no era sino una consecuencia contradictoria de la profundización de la competencia entre los rivales comerciales del mundo desarrollado, Justo veía en lo viejo lo que en realidad era nuevo, y se aferraba más que nunca a su antigua interpretación cuando se apagaban en todo el mundo las luces de ese «largo siglo XIX» que había sido su época”.
(*) Lucas Poy (Profesor-Instituto de Investigaciones Gino Germani-UBA) titulado “Juan B. Justo y el socialismo argentino ante la Primera Guerra Mundial (1909-1915)” (Política y Cultura-Número 42-México-2014).
20/08/2025 a las 3:22 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Los eternos vicios de la casta
Joaquín Morales Solá
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
20/8/025
Cualquier duda se disipó. Las copias de los cuadernos del chofer Oscar Centeno son auténticas, según la conclusión de un peritaje de la Gendarmería Nacional. Esos cuadernos, precisos y minuciosos, se parecen a las meticulosas memorias de Adolfo Bioy Casares sobre su relación con Borges. La enorme diferencia es que Bioy Casares tomó nota de una larga amistad personal e intelectual, mientras Centeno se convirtió en el mejor biógrafo de la corrupción kirchnerista. Anotó con precisión el momento, el lugar y la cantidad de dinero (dólares) que un funcionario kirchnerista, Roberto Baratta, el segundo en los hechos del exministro Julio De Vido, recogió como sobornos fundamentalmente de la obra pública entre 2003 y 2015, pero no solo de la obra pública.
La duda la plantaron los propios acusados del kirchnerismo. Aunque no está acusado, Alberto Fernández hablaba despectivamente cuando era presidente de la Nación de “la causa de las fotocopias”, y Cristina Kirchner, ella sí acusada, llegó a pedir en los tribunales la nulidad de la causa porque, argumentaba, estaban respaldadas por “fotocopias”. Esas fotocopias son las que las Gendarmería acaba de señalar como auténticas copias de los cuadernos originales de Centeno. Discusión terminada.
El caso de los cuadernos fue una revelación del periodista Diego Cabot en LA NACION en 2018 que provocó un inmenso revuelo en la política y, sobre todo, en el empresariado. Varios de los principales empresarios argentinos están entre los 74 imputados. El juicio oral y público que comenzará el 6 de noviembre próximo examinará más de 500 hechos de corrupción, que refieren en su mayoría al pago de sobornos. El paso del tiempo, siete años, tiende injustamente a disolver la magnitud de lo que sucedió entonces.
El curso posterior de la política indicó que desde los dos polos ideológicos de la grieta argentina descalificaron el trabajo periodístico en general y se olvidaron de las contribuciones que hizo −y hace− a la transparencia pública, como sucedió con el caso de los cuadernos de Centeno. También se dijo que algunas correcciones en los cuadernos descalificaban toda la investigación y la causa. Falacias. La Gendarmería aclaró que no está en condiciones de asegurar que esas correcciones no son de Centeno. Asunto concluido.
Otra leyenda urbana suele asegurar que los empresarios declararon como arrepentidos luego de ser extorsionados por el extinto juez Claudio Bonadio, porque este los amenazaba con la más dura de las cárceles comunes. Es una falacia que no resiste ninguna prueba. El trámite de los arrepentidos es largo y cargado de testigos. En este caso, el empresario arrepentido lo hizo ante el fiscal del caso, Carlos Stornelli, y siempre delante de un abogado defensor. Stornelli le enviaba luego al juez Bonadio el documento de la declaración del arrepentido; el magistrado debía aprobar la gestión del fiscal. Luego, y una vez consumada la aprobación, el juez citaba al empresario arrepentido, a sus abogados defensores y al fiscal para que ratifiquen el contenido el testimonio original.
Bonadio comenzaba preguntándole al empresario si había actuado con total libertad y si contaba con la debida asistencia de un letrado. En esas reuniones nunca había menos de siete u ocho personas, porque estaban los secretarios letrados del juez, los ayudantes del magistrado y del fiscal y los escribientes, además del empresario en cuestión y su abogado defensor. Algunos empresarios cuentan con varios abogados que los asisten. El procedimiento se repitió con todos los hombres de negocios que aceptaron contar cómo y quién les reclamaba un soborno para hacer negocios relacionados con el Estado. ¿Cómo podría extorsionar el juez a poderosos personajes de la economía en semejante contexto? Imposible.
La verdad es que Bonadio y Stornelli llegaron a los empresarios cuando ya estaban al tanto de todo. Habían investigado el trabajo de Cabot y recibían un testimonio invalorable: el de Víctor Manzanares, una figura clave del caso de los cuadernos, porque fue el histórico contador de los Kirchner. Manzanares, un arrepentido consecuente, ya les había contado a los magistrados cómo la poderosa familia política le pedía crear empresas fantasmas, convertir abundantes cantidades de dinero en negro y acumular una fortuna que no podían explicar.
Manzanares le relató a Bonadio y Stornelli que varias veces lo alertó a Néstor Kirchner de que “los números no cerraban”. El contador, descendiente de una vieja familia de contables de Río Gallegos, dice ahora que se alejó de los Kirchner, que su “toxicidad me consumió” y que está ansioso por declarar en el juicio oral y público que comenzará en noviembre. “Manzanares ha hecho un acto de contrición fenomenal, porque puso las cosas blanco sobre negro”, destacó Stornelli. Ese juicio oral tiene a una fiscal también intachable, Fabiana León, y a tres jueces que son respetados en los tribunales: Germán Castelli, Enrique Méndez Signori y Fernando Canero. Con más de 600 testigos, se prevé que el juicio dure entre dos y tres años, por lo menos.
Los Kirchner confirmaron que llegaron al poder nacional no para cambiar las prácticas de la vieja política, sino para construir una fabulosa fortuna. La obra pública es una necesidad nacional, pero fue utilizada por la política para hacer políticos ricos en un país con grandes núcleos de pobreza. La vieja y mala reputación de Vialidad, uno de los principales organismos de construcción de obra pública, llegó al extremo de que el actual presidente, Javier Milei, decidió eliminarla.
El uso corrompido de Vialidad no empezó con los Kirchner, sino mucho antes. Sin embargo, economistas importantes subrayaron en los últimos días que su eliminación no era necesaria; lo que se necesitan, puntualizan, son nuevos mecanismos de control y reglamentos claros para la ejecución de las obras públicas por parte de Vialidad. La Cámara de Diputados ya rechazó el decretó que eliminó Vialidad, y es probable que ese tema se trate mañana en el Senado. Si la Cámara alta consigue rechazarlo también, la eliminación de Vialidad quedará sin efecto. Sea cual fuere el resultado, debe consignarse que el desprestigio de Vialidad y los manejos deshonestos de ese organismo precedieron a su eliminación.
La casta política tiene taras que se prolongan en el tiempo, y al mismo tiempo se perfeccionan. Una de ellas es la de las candidaturas testimoniales que comenzaron con las elecciones legislativas de 2009. En el principio estuvo el peronismo; ahora, también. Se trata de candidatos que dicen que ocuparán los cargos para los que se proponen, pero luego desisten de hacerlo. En rigor, nunca pensaron cumplir con su palabra ante el electorado. La diferencia de 2009 con lo que está pasando ahora, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, es que hace 16 años los principales candidatos, el entonces gobernador Daniel Scioli y el también entonces intendente de Tigre, Sergio Massa, mintieron; ahora, una vicegobernadora bonaerense, Verónica Magario, y más de una docena de intendentes se pavonean aceptando que no cumplirán con su promesa. El único candidato de 2009 que pareció testimonial pero no lo fue resultó Néstor Kirchner, que asumió su banca y la ocupó hasta que murió, un año después.
“El estado de derecho exige una sanción para la mentira a la sociedad, pero el problema es que la ley no prevé esas sanciones”, asegura una alta fuente judicial. Esto es: la picaresca de los políticos argentinos es tan prolífica que ninguna ley puede predecir todo lo que son capaces de hacer. Ante una presentación judicial en 2009, la Cámara Nacional Electoral, la máxima autoridad electoral del país, se pronunció en duros términos contra las candidaturas testimoniales, pero no pudo establecer ninguna sanción. En ese documento, la Cámara señaló, además, que tanto Scioli como Massa habían asegurado que asumirían sus cargos como diputados nacionales para los que se proponían. Mintieron. Los jueces Santiago Corcuera y el ya fallecido Rodolfo Munné, ambos de la Cámara Electoral, describieron las candidaturas testimoniales como “una inaceptable manipulación de las instituciones de la república” y “una grave lesión al proyecto de Nación al que todos deben tributar”. A su vez, el tercer juez de la Cámara Electoral, Alberto Dalla Vía, apuntó que las candidaturas testimoniales son prácticas que “este tribunal no admite ni tolera por resultar contrarias a la Constitución Nacional”. La novedad es que la indignación pública de 2009 no se registró ahora. Ni siquiera es motivo de debate entre los opositores a los candidatos testimoniales. “Nos hemos degradado, y no es una cuestión menor”, explica aquella fuente judicial.
Otra información no menor es la aparición entre las recientes candidaturas de exdeportistas (un exjugador de fútbol y un extenista se proponen como legisladores nacionales) y también de dos exvedettes y de una exmodelo que aspiran a llegar al Congreso nacional, la mayoría en nombre de La Libertad Avanza. Ser diputado o senador nacional requiere de la formación necesaria como para saber hacer una ley, y también para descifrar el contenido de proyectos de leyes a la luz de la Constitución y de la legislación vigente.
Los legisladores deben saber, al mismo tiempo, leer un presupuesto, la principal ley que el Congreso tiene que considerar cada año. Su misión es modificarlo, aprobarlo o rechazarlo. Aquellos candidatos con un pasado en el deporte o en el espectáculo deberán demostrar que están en condiciones de cumplir con los menesteres para los que se proponen ante la sociedad argentina. El problema no consiste en esos candidatos, sino en los renovados actos de la casta política, que revelan que no está dispuesta a abandonar su vieja rutina ni sus gastados vicios.
20/08/2025 a las 4:16 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
La gobernabilidad libertaria y la apuesta a los soldados de Milei
Luciana Vázquez
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
20/8/025
Sin la macro ordenada no se puede; con la macro ordenada no alcanza. Lo que falta, ¿quién lo representa? ¿Quién interpreta mejor lo que el ordenamiento macroeconómico por ahora deja afuera? Esa constatación y ese interrogante ordenarán la elección de septiembre en PBA y sobre todo, la elección nacional de octubre. Es decir, ¿qué oferta política representa más acabadamente una demanda insatisfecha que este año empezó a consolidarse? Por el momento, el Gobierno, a pesar de todo, tiene mejores chances que cualquier oposición: ése es un triunfo político de Milei y sus libertarios.
Aunque no ofrezca mucho para responder a las nuevas demandas ciudadanas, los otros ofrecen menos todavía: fragmentación e inconsistencia. El cierre de listas para las elecciones de octubre del fin de semana y antes, el cierre de alianzas dejó en claro que Milei cuenta al menos con una ventaja competitiva: la de haber desregulado a todo el arco opositor hasta dejarlo lejos del triunfo electoral.
Por supuesto no hay nada dicho todavía. Y desde 2023, la capacidad predictiva de la historia política quedó desmantelada. La hipótesis más fuerte es que Milei sigue interpretando mejor un cambio de época en la relación entre política y gente. Con voluntad de poder, proyecto político y lapicera, por ahora le alcanza: Milei dejó vacante la capacidad de la oposición para convertirse en alternativa electoral. Al menos por el momento. Mientras las otras coaliciones y partidos se deshilachan, La Libertad Avanza puso todo para tener armado partidario y la cara de Milei en cada distrito: ésa también es una lección de 2023. Sin partido no hay paraíso.
¿La gente va a penalizar al Gobierno en estas elecciones o lo va a ver como el underdog, el desvalido al que hay que cuidar para mantener baja la inflación? ¿La percepción de obstáculos en el camino anti inflación puede incentivar la participación electoral y el voto pro Milei?
UNA VICTORIA Y SUS RIESGOS
Milei fue capaz de educar al soberano en la lógica causal entre déficit fiscal e inflación. El éxito máximo de esa pedagogía llegó con la decisión del votante de votar en contra de sí mismo en el corto plazo privilegiando el mediano y largo, el fin de la inflación y el ordenamiento macro. Los beneficios llegaron antes de lo pensado. Pero también los problemas pendientes. ¿El shock extremo de Milei es sostenible o los efectos positivos de ese shock empiezan a quedar cortos para el votante? Eso es lo que se va a ver en la elección de octubre.
Milei avanza hacia las elecciones con dos victorias en su haber. La que cosecha más reconocimiento transversal es la baja sostenida de la inflación. Pero hay otra que también aumenta sus probabilidades electorales, aun cuando crecen las críticas a la marcha de la economía: debilitar e incluso desmembrar, en casos clave, a todo el espectro opositor. Sobre todo, Milei sumó poder a su partido cuando contribuyó a la implosión de Juntos por el Cambio y sus fuerzas, la coalición que lo ayudó a llegar al poder. El lugar periférico de Pro en la lista libertaria porteña y bonaerense es la evidencia de ese desconcierto.
Pero ahí también está su riesgo: que la demanda electoral de centro derecha se fragmente al ritmo de la fragmentación de la oferta electoral de ese cuadrante. El Gobierno insiste con acaparar la representación antikirchnerista: el argumento es que todo voto “Corea centrista” perjudica a ese objetivo. Es una falacia: una elección legislativa no es excluyente como lo es una elección ejecutiva, donde gana uno y pierde el otro, que queda afuera. En una legislativa, el triunfo se socializa: con la suficiente cantidad de votos, cada fragmento tiene su triunfo relativo. Eventualmente, toda la oferta electoral de centro derecha que ponga diputados o senadores aporta a esa causa anti kirchnerista que propone el Gobierno.
No es lo que el mileísmo quiere. Para el Gobierno, el desafío de octubre es ganar la elección, y por mucho, es decir ganar casi como si se tratara de una elección presidencial y monopolizar al antikirchnerismo. El desafío post octubre: que los votos en las urnas se confirmen con votos en el Congreso, aunque todavía no le alcancen para obtener mayorías.
DE BULLRICH A REICHARDT
De nada a todo: el camino hacia las elecciones de octubre muestra de movida un primer triunfo de Javier y Karina Milei. La rosca política que desdeñan en el Congreso este año les acaba de dar resultado para la nacionalización de su propuesta en base a una rosca llevada al extremo: la negociación política hasta límites bizarros. La táctica mileísta para cerrar listas integró ambos objetivos: una oferta organizada en torno a “soldados de Milei”, algunos previsibles y otros, no.
Bullrich es un caso testigo de los candidatos esperados: una dirigente incondicional al poder al que responde y con capacidad de convocatoria electoral. Karen Reichardt o Virginia Gallardo, por su lado, son el arquetipo del “soldado desconocido” para la política pero no para los medios y el televidente-votante: son soldadas de Milei que nacen a la militancia política de su mano y en semejantes cargo, en los primeros puestos de listas libertarias para diputados nacionales. No tienen una orilla de pertenencia política a dónde saltar, para irse o volver, con la garrocha.
Con esos dos tipos de soldado, el armado mileísta pretende garantizar disciplina partidaria acrítica en el Congreso. Con Bullrich, además, contar con una espada clave en el Congreso cuando saben que Victoria Villarruel no estuvo dispuesta a aportar en ese sentido a la estrategia libertaria.
Quieren evitar lo que La Libertad Avanza vivió en la Provincia de Buenos Aires desde 2023: de los dieciocho legisladores bonaerenses, trece diputados y cinco senadores, que entraron alineados con Milei, la mitad viene votando con bastante consistencia a favor de proyectos de Kicillof. Y no se demoraron mucho en ese garrochismo: desde diciembre de ese año que cerca de nueve diputados libertarios empezaron a desoír la disciplina libertaria. Lo que se une tan forzadamente se desune con la velocidad de un rayo.
Por eso también los límites impuestos al aporte de Pro en la alianza libertaria: lo suman al armado electoral pero de forma acotada y siempre que se trate de figuras pragmáticas, acostumbradas a bajar banderas si la negociación política lo exige, u obedientes a La Libertad Avanza o al menos, disciplinables. El objetivo de esa alianza no fue compartir el poder sino mantener controlado a Pro: evitar que se cortara solo e infligiera una división peligrosa para el Gobierno al voto de derecha.
DEMANDA INSATISFECHA
Con la gobernabilidad en base a soldados parlamentarios, Milei quiere minimizar el riesgo de que le pase lo que le pasa ahora con el tema fentanilo: ver diputados de Pro que se mueven con autonomía respecto de los lineamientos del Gobierno. Entre las demandas insatisfechas, hay guantes que el Gobierno se resiste a recoger. En política, todo vacío de poder o de representación, tiende a llenarse: en el caso dramático del fentanilo, Pro empieza a ocupar ese espacio.
En el caso del fentanilo, el 31 por ciento de los argentinos le atribuye más responsabilidad al ministerio de Salud nacional, y otro 29 por ciento, a todos los actores, a las autoridades nacionales y a la ANMAT pero también a laboratorios que lo fabricaron y a los hospitales que lo aplicaron. “El accionar” del ministerio de Salud en esta crisis es evaluada como “mal” o “muy mal” por el 64 por ciento. Así surge de una encuesta nacional de Poliarquía realizada entre el 13 y 15 de agosto.
La diputada Silvana Giudice de Pro, viene asumiendo la representación de esa preocupación social a pesar de su acompañamiento a Bullrich y al proyecto libertario. Quieren conformar una comisión investigadora. Buscan alinear voluntades con diputados de la oposición, incluso, con Unión por la Patria. A los ojos mileístas, un sacrilegio. El Gobierno, en cambio, busca disipar la responsabilidad del ministerio de Salud de Mario Lugones mientras kirchneriza el debate: el caso del fentanilo como otro capítulo electoral de “Kirchnerismo Nunca Más”.
Si no es la política, es la Justicia la que asume la representación de demandas que suenan fuerte pero el Gobierno esquiva. Ayer la justicia federal de Campana declaró inconstitucional el veto a la ley de Emergencia Nacional de Discapacidad, surgida de una de las derrotas legislativas más resonantes del Gobierno. En la campaña electoral también juegan los otros y la realidad: habrá que ver la capacidad del Gobierno para manejar el tablero de la percepción pública.
LA ILUSIÓN ÓPTICA DE LA HEGEMONÍA
Por eso crece la incertidumbre en el camino hacia octubre. Milei viene gobernando con dos datos sobre la mesa: el peso del legado kirchnerista y el problema de su condición de minoría parlamentaria extrema. En relación a la pesada herencia kirchnerista, el oficialismo tiene como estrategia destacarla hasta usarla como lema de campaña en este 2025: eso de “Kirchnerismo Nunca Más”. Pero respecto del otro dato, el escaso margen de maniobra política con el que llegó al poder, prefiere sepultarlo. Milei gobierna basado en la ilusión óptica del balotaje, como si tuviera una hegemonía cuando en realidad ganó con votos prestados. En octubre, Milei tendrá que mostrar que puede ganar solo o con alianzas en las que doblegó a sus aliados.
Del lado del peronismo y del kirchnerismo, la resistencia a Milei es la pieza clave. Así sobrevive en el principal distrito electoral del país. La cuestión es la medida de esa sobrevivencia: ¿octubre será la demostración de su capacidad de triunfo o de un proceso de extinción que se agudiza?
Por ahora, el perokirchnerismo va unido pero no ofrece mucho a sus votantes: el kirchnerismo en modo supervivencia sólo tiene a mano la Victorinox del “Freno a Milei”. El perokirchnerismo bonaerense está atento a lo que Milei no ofrece pero sigue sin ver lo que Milei tiene y buena parte de la ciudadanía le reconoce. En esa ceguera se juega el futuro del kirchnerismo, y del peronismo.
¿Qué tienen los argentinos en la cabeza hoy? ¿Cuántos beneficiarán al Gobierno con sus votos? ¿Cuántos dispersarán su insatisfacción en la oferta de centro derecha? ¿Cuántos se mantendrán resignados pero leales al perokirchnerismo? La boleta única de papel por un lado y por el otro, la suspensión de las PASO en este año suman incertidumbre: nunca se votó con boleta única en una elección nacional y hace años que la ciudadanía se hacía oír en las Paso para definir candidaturas. Esos dos factores hacen todavía más difícil predecir las respuestas a esas preguntas.
20/08/2025 a las 4:36 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
La polarización avanza
Sergio Crivelli
Fuente: La Prensa
(*) Notiar.com.ar
20/8/025
Juntos por el Cambio desapareció y el PRO fue absorbido por Javier Milei. Los dirigentes que todavía resisten la orden de romper filas dada por Mauricio Macri, por ejemplo María Eugenia Vidal, van a dejar de vivir del Estado según propia confesión. Sus dos precandidatos a presidente en 2023, Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta partieron hace rato.
Bullrich cambió la camiseta amarilla por la violeta y Rodríguez Larreta se tomó vacaciones por tiempo indeterminado. Los macristas tienen dos futuros posibles: la absorción o la desaparición.
A la UCR le ocurre algo parecido. El gobernador de Mendoza de notorio perfil antipopulista acordó con La Libertad Avanza que llevará de candidato a otro radical que se cambió de camiseta, Luis Petri.
En sentido contrario, para conseguir una candidatura a diputado, el presidente del partido, Martín Lousteau, armó una coalición con Graciela Ocaña, invento político de Elisa Carrió, y el hoy “schiarettista” y anteriormente “sciolista” Gustavo Marangoni.
Manes, estrella fugaz del radicalismo antiMilei se peleó con Lousteau, y Margarita Stolbizer, exradical, entró en la lista de Randazzo, exministro de Cristina Kirchner.
Carrió, también exradical, no participó de estas aventuras porque le vio poco futuro y, más importante, porque no hay nada para ella.
El centenario partido parece haber entrado en una centrifugadora de la que sus dirigentes salen expelidos en cualquier dirección. Tienen dos problemas graves: carecen de identidad y de liderazgo ordenador. Son indistinguibles de peronistas como Randazzo, Monzó o Pichetto. Hablan de un “ajuste con la gente adentro”, un animal que no existe.
Es tan crítica la situación de los herederos de Alem e Yrigoyen que irán a la elección en la provincia de Buenos Aires sin una boleta encabezada con su sello.
Capítulo aparte merecen los cinco gobernadores que quisieron eludir la polarización. Dos radicales, un peronista, uno del PRO y otro provincial armaron un frente, Provincias Unidas, que a la primera de cambio se desunió. Habían acordado que sólo lo presentarían en sus respectivas provincias, pero Juan Schiaretti lo armó en otras sin avisar.
De todas maneras, las cosas no le salieron bien al exgobernador que viene desde hace años tratando de escaparle a la grieta profunda que el kirchnerismo ha venido cavando en la lucha política desde el 2003 y que Milei por conveniencia electoral profundiza.
Schiaretti había conseguido mantener a su provincia libre de kirchnerismo, pero en la presentación de listas del domingo, la peronista Candelaria de la Sota anotó una propia, que le restará votos y lo debilitará frente a los libertarios. Con su decisión, la diputada detonó el “cordobesismo”. Era poco probable que ocurriera de otra manera, porque nada crece entre dos líneas de trincheras.
20/08/2025 a las 6:00 PM
KA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Avances y retrocesos camino a octubre: el poder de la “lapicera” y el estreno de la Boleta Única de Papel
Eduardo Aulicino
Fuente: Infobae
(*) Notiar.com.ar
20/8/025
El oficialismo y la oposición ajustan las piezas para la campaña y repasan el nivel de daños después de un cierre de listas que dejó heridas en casi todos los espacios, algo que ya asoma en el Congreso y en la relación de Olivos con gobernadores. Como sea, tapado por esos ruidos y los de la campaña, el camino a octubre expone un contrapunto más de fondo entre algún avance y un claro retroceso político: por un lado, la próxima elección nacional estrenará la Boleta Unica de Papel y, por el otro, la definición de candidaturas volvió a ser un tema lejano para el común de la gente. Se destacó el poder de la “lapicera”, especialmente en manos de Karina Milei y Cristina Fernández de Kirchner. Una en ascenso, otra declinante, y las dos con diferentes limitaciones.
Ese cuadro es obra de intereses variados y mezclas políticas. En octubre del año pasado, la coronación del nuevo sistema de papeleta electoral, la BUP, había mostrado un corte hasta entonces más repetido, que enfrentaba a una convergencia de oficialistas, aliados y dialoguistas con el PJ/K. Eso fue cambiando, y no solo por cuestiones temáticas. La suspensión de las PASO, en pleno verano, expuso internas y fisuras más extendidas, sobre todo en el peronismo/k, que mantuvo un puñado en contra, una porción abiertamente a favor y otra que acompañó discretamente con el recurso de las abstenciones. Los crujidos de estas horas en el Congreso hablan de otros reacomodamientos.
La suspensión de las elecciones primarias para este capítulo de octubre fue una fórmula intermedia frente al planteo de la eliminación, una manera de sintonizar con la fatiga social por la sucesión de elecciones pero sin abordar la cuestión central, es decir, el modo más abierto para la coronación de candidatos. A la tradición de Olivos, se añadió el plan mileísta para extender el color violeta distrito por distrito. Y, más allá de la formulación pública, el juego kirchnerista, que nunca utilizó el mecanismo de las PASO para la integración de listas. Nunca hubo voluntad de mejorar el sistema -por ejemplo, haciéndolo optativo- y nada indica que vaya a sobrevivir con nuevo formato.
Las miradas se concentraron entonces en la afirmación del poder de Karina Milei, como instancia superior en el armado electoral del oficialismo, y el papel de CFK, a pesar del visible deterioro de su jefatura, expuesto en las dificultades para contener a su propio núcleo y en los desaires de gobernadores. En el oficialismo nacional, quedó saldada al menos en este terreno la interna del círculo de Olivos, que relegó al menos en este terreno a Santiago Caputo. Es una tensión que en parte disimula la campaña.
El mileísmo tejió o forzó acuerdos con el PRO en una decena de distritos. El caso porteño fue quizá el más significativo, porque reprodujo la suspensión de las primarias -y dejó así al macrismo sin el mecanismo utilizado para definir alianzas, en sus mejores momentos- y porque marcó el camino de subordinación amarilla impulsado desde Olivos, después del desgaste en las relaciones con Mauricio Macri y la derrota de mayo. Eso mismo alimentó la negociación en territorio bonaerense, con el terceto -Cristian Ritondo, Diego Santilli y Guillermo Montenegro- que ya jugaba fuerte a pesar del ex presidente para septiembre y octubre.
Karina Milei impuso su criterio para definir lugares en las listas y nombre y color de la sociedad electoral. Finalmente, anotó acuerdos con el PRO en una decena de distritos, conjunto en el que se destaca, además de los casos porteños y bonaerense, el entendimiento en Entre Ríos, con Rogelio Frigerio. Entre las provincias donde no avanzó se cuenta Chubut, gobernada por Ignacio Torres, que apostó con otros cinco jefes provinciales a un armado con vistas al 2027.
El tema de los gobernadores es un renglón pobre en la cosecha de Karina Milei y, además, aparece como un ingrediente principal de enojos provinciales, con efecto en el Congreso antes de llegar a las elecciones. En rigor, además de los casos referidos, suma la reedición del trato con el radical chaqueño Leandro Zdero y el acuerdo con el mendocino Alfredo Cornejo, también de la UCR. En cambio, habrá pelea en las otras tres provincias en manos de alianzas que encabeza esa marca: Santa Fe, Jujuy y Corrientes, que a fines de este mes elige gobernador.
Para CFK, todo resultó en escala descendente, detenida en su departamento de Constitución y con crisis incluso en el núcleo kirchnerista, una disputa ilustrada por Axel Kicillof y Máximo Kirchner, pero que tiene estribaciones entre jefes territoriales. La ex presidente debió jugar al límite para sellar un acuerdo de compromiso entre su círculo, el gobernador, el massismo y hasta Juan Grabois, para octubre. Y para septiembre, tuvo que atender el juego de los intendentes.
Las intervenciones de la ex presidente alcanzaron a otros distritos, pero con decreciente intensidad. El caso más notorio fue el de Santa Fe, para lograr una lista de unidad, que de todos modos no convoca a todo el peronismo provincial pero evitó la fractura. En cambio, la mayoría de los gobernadores del PJ hizo valer su peso: fueron “lapiceras” propias o acuerdos internos locales los que terminaron definiendo candidaturas, sin peso de CFK.
Fuera del repetido y agravado trasiego político, la elección de octubre presenta al menos una novedad: el externo de la BUP. Es un cambio al menos en tres puntos. El primero: el manejo de las boletas -distribución y disponibilidad en los centros de votaciones- es responsabilidad del Estado. Eso podría diluir o moderar el peso de los aparatos partidarios, que en algunas provincias se confunde además con la estructura de gobierno. El segundo: impediría viejas prácticas fraudulentas (voto en cadena, el más conocido) y maniobras como el robo de boletas de alguna fuerza política. Y el tercero: desarmaría negocios con la impresión de boletas, además de reducir presupuesto.
Viejos hábitos de poder que hicieron más fatigante la definición de alianzas y listas, estreno de la boleta única y un agregado que fue creciendo con la sucesión de capítulos provinciales: la incertidumbre sobre el nivel de participación ciudadana. La respuesta llegará el último domingo de octubre.