Por Luis Américo Illuminati.-

«Un pesimista es un optimista con experiencia» (François Truffaut).

Digo lo que digo porque ya soy bastante viejo y veo con disgusto y pesimismo que los comunicadores, sobre todo, los de grandes medios hoy difunden febrilmente noticias que no son noticias sino versiones sin confirmar que escucharon y les dijeron astutos operadores que las han hecho rodar, y dígase lo que se diga, no hay manera de verificarlas si no tienen riguroso respaldo en los hechos. Abusándose del derecho de libre expresión y con la excusa que no pueden revelar su fuente de información, hablan a diestra y siniestra como si fueran jueces «ad hoc», emitiendo juicios en base a trascendidos y meros indicios; en algunos casos ni siquiera hablan en tiempo condicional. En nuestro país, la circunspección no es un don natural o adquirido que tengan muchos periodistas. Tenemos en el rubro una amplia galería de personajes que no vale la pena mencionarlos porque todos los conocen. El grave problema cultural es que hoy día todo se comenta hasta el hartazgo por las redes sociales. En la década de los sesenta Marshall Mc Luhan en su libro «La Galaxia Gutenberg» anunciaba que «el medio es el mensaje», lo que en la actualidad se ha transformado en «el mensaje es el medio y el fin al mismo tiempo». Un fin para nada plausible. Dicho sector gustoso adheriría a la política del periódico «The Inquirer» (El Inquiridor) de propiedad de Charles Foster Kane, protagonista de la película de Orson Welles «El Ciudadano Kane» cuyo argumento gira sobre un periodismo que de la verdad hace un amasijo. Digamos que, en general, el universo de la iconosfera del periodismo audiovisual, en rigor, es una galería de diletantes presuntuosos que después APTRA los nomina -al más extravagante o bizarro- para un Martín Fierro, que yo les daría en su lugar el Viejo Vizcacha, con la honorable excepción de Jorge Lanata, justo ganador de un Martín Fierro de Oro para envidia de muchos que lo abuchearon en aquella inolvidable noche de entrega de los premios. Pero más disgusta ver jovenzuelos irreverentes que se ponen el traje de periodistas. Y como si fueran oráculos ambulantes de Delfos propalan noticias que son habladurías y acompañadas de bromas y chistes banales, tratan al oyente como si fuera un párvulo o un pazguato caído del catre.

Los medios de comunicación pueden hacer mucho daño.

Recordemos algunas noticias de los medios que enviaron un mensaje deletéreo a la sociedad, por ejemplo, el paradigmático caso del ataúd quemado de Herminio Iglesias que le costó la elección al peronismo en 1983, dado que todos los medios de comunicación batieron el tambor de hojalata en su contra, lo que favoreció al candidato Raúl Alfonsín. Recordemos que el caso de Enrique Olivera a quien en 2005 le adjudicaron cuentas en el extranjero. Luego se probó que era una operación política.

Recuérdese el caso Pontaquarto en el 2000 -con ribetes muy parecidos al caso Spagnuolo- sobre su denuncia de los presuntos sobornos en el Senado para la reforma laboral, los acusados terminaron siendo absueltos por la Justicia que consideró que no fue probado el presunto pago los $5 millones de pesos para la aprobación de la ley de reforma laboral, a pesar de la confesión del secretario parlamentario Mario Pontaquarto, quien también fue absuelto. Recordemos también los sucesos por la desaparición de Santiago Maldonado en las elecciones legislativas durante el gobierno de Macri. Estas cosas organizadas, fraguadas y direccionadas por el kirchnerismo resultan poco controlables y no provocan mayor prudencia en los medios de comunicación y -oh casualidad- siempre saltan cerca de las elecciones. Yo no pongo las manos en el fuego por nadie. Pero por ahora, creo que a Milei por lo menos hay que otorgarle el favor de la duda. Si es culpable, que se lo juzgue y se lo sentencie como corresponde, como a muchos funcionarios kirchneristas corruptos. El caso es que más allá de la veracidad o falsedad de lo que dice Spagnuolo sobre las supuestas coimas de las que habla privadamente, hay que reconocer que hay muchos lobos y vampiros K dando vuelta, interesados en voltearlo a Milei desde el primer día que asumió, gente «non sancta» que ha probado su absoluto desinterés por la verdad, hoy paradójicamente son los primeros en señalarlo con el dedo, cual severos Catones de la Justicia. Es evidente que Milei ha subestimado al kirchnerismo. Cristina es astuta y no perdona, y no permite que nadie le gane, sirva como ejemplo como lo bajó de un hondazo a Macri -que se sentía muy seguro- perdió las elecciones frente a Alberto Fernández. Presa y todo, no se da por vencida. Está convencida -y eso hace creer- que es una presa política. Podríamos aquí extrapolar una frase repetida en una serie policial sobre el temperamento irlandés (Blue Blood) aplicable a la memoria de los que acusan y olvidan metódicamente sus tropelías, es una clase inclasificable de amnesia: olvidan todo, menos los rencores.

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