Por Hernán Andrés Kruse.-
El pasado 12 de julio se conmemoró el centésimo vigésimo tercer aniversario del nacimiento de un relevante filósofo germano-austríaco de origen judío. Günther Anders nació en Breslau (actual Breslavia) el 12 de julio de 1902. Con 16 años fue soldado en la Primera Guerra Mundial. Se doctoró en filosofía con Husserl y tuvo como docentes nada más y nada menos que a Heidegger y Cassirer. Fue compañero de estudios de Hannah Arendt. En esa época publicó su primer libro de filosofía titulado “Sobre el tener. Siete capítulos sobre la ontología del conocimiento”. Además, se hizo tiempo para publicar novelas de género literario como “La marcha del hambre”, que le permitió obtener, en 1935, el premio a la novela corta de la emigración. A comienzos de esa década publicó “Las catacumbas molusias”, una novela en la que describía un país imaginario sometido al totalitarismo. Anders y Arendt se vieron obligados a abandonar Alemania en 1933. Luego de divorciarse de su esposa emigró a Estados Unidos. Las experiencias recogidas durante su estadía en ese país le permitieron elaborar su obra más relevante: “La obsolescencia del hombre”.
Anders estudió de qué manera la técnica iba ganando más poder sobre el ser humano. Luego de Auschwitz, visitó Hiroshima. Consideró que el ataque atómico fue el lógico paso posterior del tristemente célebre campo de exterminio nazi. Más poder, más capacidad para hacer daño. Para Anders la sociedad de consumo dividía al mundo en sociedades opulentas y sociedades pobres. Consideraba que luego de Auschwitz, que implicó la destrucción sistemática y anónima del ser humano, e Hiroshima, que demostró que el hombre estaba en condiciones de provocar una catástrofe con sólo apretar un botón, emergía Chernobyl como la última etapa de la destrucción de la humanidad ya que el hombre perdió todo dominio sobre el poder-violencia. En las décadas del sesenta y el setenta, en compañía de Heinrich Böll, el obispo Scharf, el teólogo Gollwitzer, el filósofo Ernst Bloch y otros, encabezó un gran movimiento pacifista alemán contra el estacionamiento, en suelo germano, de cohetes atómicos de Estados Unidos. En 1983 recibió el premio “Theodor Adorno”, el más alto galardón de la filosofía alemana. Nueve años más tarde recibió el premio Sigmund-Freud-Press für wissenschaftliche Prosa de la Academia Alemana de la Lengua y la Poesía. Falleció a los 90 años el 17 de diciembre de 1992 en Viena, Austria (fuente: Wikipedia, La Enciclopedia Libre).
Buceando en Google me encontré con un ensayo de Anna Verena Nosthoff (Universidad de Princeton) y Félix Maschewski (Universidad de Basel) titulado “Hacia una teoría crítica de la digitalidad. Günther Anders en la era del capitalismo de plataformas y las tecnocracias inteligentes” (Constelaciones-Revista de Teoría Crítica-2022). Analiza de qué manera Anders critica la tecnificación y la tecnocracia, las que conducen a un deletéreo conformismo cibernético. De esa manera, la sociedad o el mundo se verán reemplazados por la técnica como “reino milenario del totalitarismo técnico”.
“En su ensayo “La obsolescencia de la privacidad”, Günther Anders expone una tesis tan sugerente como acertada en su diagnóstico del presente: “Allí donde se utilizan dispositivos de escucha de modo naturalizado, se crea la principal condición de posibilidad del totalitarismo; y con ella, el propio totalitarismo”. Anteriormente ya decía: “que toda sociedad que se permite hacer uso de tales dispositivos [de escucha], asume e incluso tiene que asumir la práctica de considerar al hombre como alguien que puede ser totalmente entregado, incluso como alguien cuya entrega está permitida, y corre así el riesgo de deslizarse también hacia un totalitarismo político. Este peligro es tan grande porque las invenciones técnicas nunca son sólo invenciones técnicas. Nada es más engañoso que aquella […] ‘filosofía de la técnica’, que pretende que los dispositivos son, de entrada, ‘moralmente neutros’: es decir, que están disponibles libremente para cualquier uso”.
Con este telón de fondo, no es de extrañar que en tiempos en los que los gadgets inteligentes, que al menos en principio son dispositivos de escucha e impregnan la vida cotidiana con placentera naturalidad, vuelva a circular el vocablo “totalitarismo”, tanto político como tecnológico. Si además se plantea la pregunta inspirada por Anders: “¿Son los teléfonos inteligentes sólo teléfonos inteligentes, las plataformas sociales sólo plataformas sociales, los algoritmos sólo algoritmos, los wearables sólo wearables?”, queda claro que las observaciones de Anders despliegan una nueva relevancia especialmente en un presente digitalmente interconectado. En el transcurso de este ensayo –en el espíritu de Anders, no sistemático y guiado por lo ocasional– quisiéramos enlazar con este punto de partida; quisiéramos entrar primero en la niebla discursiva de un presente de post-privacy para luego no sólo acentuar la actualidad de Anders, sino también –con Anders– problematizar el papel de instancia anticipadora de las tecnologías digitales.
Tras unas cuantas clasificaciones conceptuales necesarias, que hacen comprensible a Anders como intérprete de una cibernetización integral con el que se puede enlazar en la era digital, se describirán los desarrollos críticos de la relación entre la política contemporánea y la tecnificación cibernético-digital y se hará plausible la tesis de Anders de una inminente suspensión técnica de lo político. En una sección final, se cuestionará el lugar del crítico en general “en el país de Jauja post-ideológico”–y el lugar de Anders en particular–: Lo que habla aquí, ¿es realmente el “incesante olvido de la técnica” del “sujeto inadaptable” que “reacciona contra la técnica”? ¿O no se formula más bien una crítica que siempre reflexiona sobre sus propias limitaciones y sólo es capaz de trascenderlas de esta manera –especialmente a la vista de (como Anders reconoció tempranamente) una tecnología ambientalmente integral?
La problematización que hace Anders de la dominación tecnológica y, sobre todo, su complejo concepto de tecnología, que trasciende el carácter instrumental de la tecnología que dominó la primera y la segunda generación de la teoría crítica, resultan especialmente aptos para una teoría crítica del presente digital.
LA RELEVANCIA CONTEMPORÁNEA DE G. ANDERS: SOBRE EL DEBATE ACTUAL DE LA NEUTRALIDAD TÉCNICA
“El mismo título del ensayo citado al principio de este artículo aparece hoy en muchas charlas TED [tecnología, entretenimiento y diseño] o conferencias sobre lo digital, aunque bajo otro signo. Hace unos años, Michal Kosinski, psicólogo del comportamiento y profesor de Stanford, impresionó con su conferencia “El fin de la privacidad” en el CEBIT, cuyas tesis provocan un contraste enfático en relación con las reflexiones de Anders sobre el dispositivo de escucha. El especialista en datos ha investigado no sólo que con 150 likes en Facebook se conoce a una persona mejor que sus familiares cercanos, con 300 incluso mejor que su pareja. El año pasado, según sus propias declaraciones, “tan sólo” ha demostrado además “que la bomba existe”, con lo que se refería a los métodos de selección psicométrica que había desarrollado y que la empresa de datos Cambridge Analytica utilizó en la primera campaña electoral de Donald Trump para espiar millones de perfiles de votantes, analizarlos y atiborrarlos con mensajes seductores.
En una mesa redonda que siguió a la conferencia de Kosinski, éste no sólo dijo que la privacidad ya no es una opción hoy en día en vista de los poderes casi grandiosos de la digitalización, que por lo tanto es egoísta no “compartir los propios datos”; también explicó que la tecnología digital –con la excepción del aprendizaje automático– es en principio “tan neutral […] como un cuchillo”. Lo interesante aquí no es tanto que la tesis de la neutralidad sea diametralmente opuesta a las explicaciones de Anders, sino que las opiniones de Kosinski forman parte del sentir común en Silicon Valley –un lugar no necesariamente conocido por reforzar la autodeterminación informativa–, una especie de credo al que se adhiere todo programador que se sienta medianamente ducho en los negocios.
Mark Zuckerberg, por ejemplo, declaró en el debate sobre las llamadas fake-news que era una “locura” suponer que su empresa Facebook había influido en las elecciones de Estados Unidos; al fin y al cabo, su plataforma no es una empresa de medios de comunicación cargada de contenido, sino simplemente una empresa tecnológica neutral. Eric Schmidt, ex director general de Google, y Jared Cohen, fundador de Google Ideas, también escribieron hace unos años que la posición básica de Silicon Valley era “que la tecnología es neutral, pero las personas no. Este lema siempre se perderá en el ruido. Pero nuestro progreso colectivo como ciudadanos de la era digital dependerá de que lo recordemos una y otra vez”.
El hecho de que los productores de tecnologías digitales no estén afectados por ninguna vergüenza prometeica y sigan sintonizando con la melodía de la “ideología californiana” no parece sorprendente si se considera la lógica de explotación rentable de sus productos, pero esta desvergüenza tiene sobre todo consecuencias programáticas desde el punto de vista político. Así pues, las tecnologías calificadas de neutras, que escrutan, perfilan y cuantifican al individuo y a la sociedad cada vez más, están estrechamente relacionadas con una dinámica consciente de la desvinculación, más exactamente: una retórica de la sospecha.
En este sentido, Schmidt y Cohen escriben de forma bastante profética que incluso en una era de la post-privacidad siempre habrá personas “que rechazan la tecnología y no quieren tener nada que ver con los perfiles virtuales, el almacenamiento de datos y los smartphones. Pero las autoridades pueden sospechar que las personas que se apartan completamente del mundo virtual tienen algo que ocultar y son más propensas a comportarse de forma ilegal. En el contexto de la lucha contra el terrorismo, podrían crear un fichero de ‘personas invisibles’. Es difícil encontrar a alguien que no pertenezca a una red social o que no tenga un teléfono móvil y que pueda ser candidato a un fichero de este tipo. Podría estar sujeto a nuevas regulaciones y tendría que enfrentarse a controles más estrictos en el aeropuerto, por ejemplo, o quizás incluso a restricciones de viaje”.
Que el espíritu capitalista está íntimamente asociado a esta lógica de control ya fue descrito por Günther Anders en el ensayo anteriormente citado. Reconoció no sólo que “los poderes interesados en controlar a la población, tanto políticos como económicos, son tremendamente fuertes” y que las fuerzas contrarias son más bien débiles, sino también que el “no tengo nada que ocultar”, que últimamente se ha escuchado con demasiada frecuencia, especialmente en el caso Snowden, en última instancia sólo corrobora que “la esfera privada no es más que el pretexto para la ocultación de actos prohibidos”.
La criminalización o el desprecio de la privacidad, que también está implícito en Schmidt y Cohen y que se vende en Silicon Valley como una condición necesaria para la eficacia liberadora y cómoda de la tecnología digital, no sólo remite a una ética ingenieril de la viabilidad, en la que lo técnicamente posible además se va a llevar a efecto. Sobre todo, recuerda a Jacques Rancière cuando habla del “desastre de la promesa de emancipación”, que sólo nos saca del “sueño de la vida consumista para sumergirnos en las utopías fatales del totalitarismo”. Pues lo que implica aquí lo planteado por Schmidt es la implantación de un régimen tecnológico que ya no conoce nada fuera y que, con los medios de la ingeniería social, aplica a la sociedad la “imitatio instrumentorum”, que Anders ya atribuyó al individuo.
Günther Anders probablemente habría atribuido la visión de Schmidt a la lógica inmanente de la propia tecnología, es decir, a una dinámica inherente que está anclada ya en las aplicaciones técnicas, inscrita en ellas. Posiblemente habría puesto en el punto de mira la lógica de control del propio algoritmo –después de todo, esa instrucción matemática para la acción está definida por la fórmula de cálculo sacada de “lógica + control”. Después de todo, aplicada a lo social, la cláusula algorítmica ‘si – entonces’ fuerza mucho más sutilmente lo que los experimentos de ingeniería humana ya insinuaban en la época de Anders: un poder integral.
No importa que la programación algorítmica sea bastante variable debido a las posibilidades de ampliación de las fórmulas y a la flexibilidad de los parámetros; el propio algoritmo, como serie de pasos de acción predeterminados secuencialmente, sigue dependiendo de la ausencia de ambigüedad y de asignaciones claras. Como explica el científico de los medios de comunicación Roberto Simanowski para los algoritmos de personalización, estos obligan a un “narcisismo de distinción”, a un juego de diferencias de sí o no, de todo o nada, de persona visible o invisible. Por lo tanto, es fundamentalmente incapaz de ambigüedad, de un pero, de una vacilación o indecisión. Excluye al tercero y se basa en una totalidad que le es esencial, que se entiende a sí misma como un momento de exclusión inclusiva.
El establecimiento de esta perspectiva refleja las reflexiones de Anders sobre el “papel de instancia anticipadora” de la tecnología, mediante el que se señala el hecho de que el aparato nunca es neutral, siempre es ya su uso, y que nosotros, “no importa dentro de qué sistema político-económico hagamos uso de él, siempre estamos ya marcados”. Esto parece desarrollarse a una nueva escala debido a una infraestructura mediática troquelada por un capitalismo de vigilancia y a la “penetración constante e imperceptible de los canales de difusión en la carne social”. Simultáneamente, en el contexto de la ‘internet de todo y de todos’, se hace cada vez más evidente, por un lado, que el cuchillo no es un cuchillo –o en la expresión de Anders, que “ningún medio es […] solo un medio”. Y, además, se pone de manifiesto que la tecnología digital se explica más que nunca por su carácter sistémico.
Por último, el estatus en el que la tecnología “predispone” o “establece” las máximas de la acción” –y no tanto máximas que determinan socialmente el uso de la tecnología– condujo a un verdadero auge del pensamiento de Anders. Por un lado, el paradigma de una “máquina total” se reformula en el dogma del “solucionismo” –desde las fantasías engañosas de un “Master Algorithms” basado en la IA hasta las muy reales Social Credit Scores introducidas en China. Por otro lado, se intensifica el discurso sobre una necesaria “imaginación moral”, especialmente en relación con problemáticas tecno-políticas como el targeting algorítmico de votantes, la creciente influencia de las corporaciones tecnológicas particulares en la política, la minería de datos de los servicios de inteligencia o las distorsiones políticas cada vez más evidentes –Fake-News, Dark Ads, algorithmic biases y mensajería masiva son solo algunas palabras clave al respecto–, aunque la referencia directa a Anders es más bien rara. La matemática Cathy O’Neil reclama una “imaginación moral” para anticipar las consecuencias del uso de algoritmos, y la investigadora de IA Kate Crawford habla de un mapeo basado en la ética de efectos no deseados al tratar con Big Data, algoritmos e IA.
Sin embargo, no es sólo la actualidad del pensamiento de Anders lo que es relevante, sino que también en la era digital es posible conectar desde un punto de vista sistemático con la crítica de Anders a la técnica, que todavía estaba referida a la segunda y tercera revolución industrial. De esta manera se puede descodificar en el idiolecto concentrado de los apologetas de Silicon Valley un movimiento cuya eficacia Günther Anders constató de manera más bien implícita y rara vez explícitamente. Sus inicios pueden determinarse en la década de 1940, mientras que su punto álgido discursivo coincide aproximadamente con la publicación del primer volumen de La obsolescencia del hombre. “La cibernética”, escribe Simanowski, “en esto ni siquiera los dientes y las garras pueden ayudar, ha sido siempre la palabra para enmascarar el control, al que internet –de las personas y las cosas– pone a disposición cada vez más ámbitos de la vida humana”. Como se explicará a continuación, la crítica de Anders a la tecnificación y a la tecnocracia debe leerse en este contexto sobre todo como una crítica a la cibernetización, o más exactamente: a un conformismo cibernético”.
“ADAPTADO A ADAPTARSE”: GÜNTHER ANDERS COMO INTÉRPRETE DE UNA CIBERNETIZACIÓN INTEGRAL
“Aunque los cibernéticos, así como la propia cibernética, sólo rara vez se mencionan explícitamente en la obra de Anders, la terminología de la crítica de Anders a la técnica parece estar impregnada de un vocabulario cibernético: así, el filósofo no sólo escribe que “las sociedades conformistas funcionan como sistemas armónicos preestabilizados”, sino que toda su crítica al comportamiento adaptativo puede entenderse como la preocupación central de La obsolescencia del ser humano. En esta óptica, Anders ya anticipa el avance de los procesos de retroalimentación cibernética en el primer volumen: Se habla de la “sustitución de la ‘responsibility’ por una ‘response’ mecánica”; de “máquinas informáticas cibernéticas” que “transforman lo debido en algo meramente ‘correcto’ en términos ajedrecísticos y lo prohibido en algo incorrecto en términos ajedrecísticos”; controlado sobre todo por el “círculo o proceso en espiral que sostiene a la sociedad conformista”. En la tecnosfera de Anders, las máquinas entran en relación unas con otras, por lo que se trata ya de entornos técnicos, de un “ecosistema”, o como él mismo señaló en otro lugar, de una “comunidad nacional de aparatos”. También predice que los aparatos individuales, dotados de un impulso esencial de expansión, se unirán y conectarán en red. Al fin y al cabo, el “sueño de las máquinas” es crecer juntas hasta convertirse en un sistema integral y sin fisuras, una “máquina total”.
Konrad Paul Liessmann, tomando como referencia la interpretación de la información acuñada por el cibernético social Gregory Bateson, define el concepto de “mensaje” de Anders como una “diferencia que en un evento posterior marca la diferencia”. El “dominio silencioso” señalado por Anders va acompañado cada vez más de un ruido informativo permanente, un “ruido de un millón de voces”, que constituye la condición de existencia de la máquina social: Pues “su maquinaria [nunca] funciona de manera completamente impecable […] porque está constantemente en peligro de perder de nuevo la forma que ya ha ganado, su coeficiente de conformidad, porque está constantemente necesitada de mejorar y es capaz de ello, –porque tiene, por tanto, que emplear constantemente medios para mantenerse y corregirse”.
De esta manera, Anders explica el programa de autoaprendizaje y autorregulación ya en términos de cibernética de segundo orden, la “cyibernetics of cybernetics”. En este proceso, la sociedad o el mundo serían sucesivamente sustituidos por la técnica como “reino milenario del totalitarismo técnico”. En este sentido, Anders se muestra como un diagnosticador crítico de un régimen de “naturaleza cibernética” inminente, como lo describiría Serge Moscovici unos años más tarde. También puede leerse como un analista de una gubernamentalidad cibernética que se refleja actualmente en la cuantificación generalizada tanto de lo social como de lo político, es decir, que culmina en ideas que pretenden traducir o sustituir la primacía de la política por los suaves murmullos de los sistemas.
Bajo esta óptica, una de las pocas declaraciones de La obsolescencia del hombre que recurre explícitamente a la cibernética puede descifrarse como una tendencia general que irrumpe con nueva vehemencia, especialmente en la era digital. Así pues, como dice Anders en el capítulo Sobre la bomba, con el ordenador “se han construido criaturas a las que se puede trasladar la responsabilidad, por tanto, máquinas oraculares, es decir, autómatas electrónicos de conciencia –pues no otra cosa son las máquinas de computación cibernética, que ahora, en cuanto encarnaciones de la ciencia (y con ello del progreso y de lo moral en cualquier circunstancia), asumen susurrantemente la responsabilidad mientras el ser humano se mantiene al margen y, medio agradecido y medio triunfante, se lava las manos”.
En el transcurso de este movimiento, según Anders en el segundo volumen de La obsolescencia, los ordenadores cibernéticos se volverían a continuación cada vez más pequeños, más silenciosos, más conectados en red y discretos, casi invisibles, y precisamente por ello más influyentes, más eficaces y, de manera fatal, más poderosos. Junto a esta desaparición superficial de los aparatos, que se hace especialmente “patente” en el presente configurado mediáticamente, se establece otro penetrante mecanismo que Anders ya describió antes de la “silenciosa revolución” digital: la retroalimentación socio-cibernética. Porque “no se dice”, escribe Anders, “que nuestra existencia actual sea exclusivamente un sistema de procesos de aprovisionamiento o incluso un único aprovisionamiento monstruoso. […] hay un proceso complementario que configura nuestra existencia de forma no menos decisiva que el ‘aprovisionamiento’, a saber, la ‘entrega del hombre al mundo’”.
Hoy en día, la relación de entrega recíproca de las “máquinas oraculares” cibernéticas –un término especialmente adecuado para la plataforma ‘social’ Facebook, donde lo pos-fáctico se impone a veces, sobre todo en los ‘closed groups”– se traduce principalmente en un modo de estandarización algorítmica: En el caso de las redes ‘sociales’, aunque la persona singular sea perfilada individualmente, sin embargo, es comisariado algorítmicamente, abastecido ininterrumpidamente y “cebado” a través del newsfeed, para que la máquina pueda saturarse provechosamente de los likes preinstalados, las reacciones y emociones (emoticons) predefinidas y los datos individuales. Es precisamente aquí donde cristaliza el punto descrito por Anders, en el que “nuestro manejo de la máquina y el funcionamiento de la máquina forman un único proceso”. Finalmente, un proceso en el que “la existencia de la conformización”, es decir, el mecanismo de ser adaptado en su “forma circular (o […] espiral)” cibernética, se vuelve él mismo invisible, de modo que el individuo, adaptado a adaptarse, se sabe no sólo dichosamente cortejado sino también técnicamente atrapado.
Las observaciones de Anders sobre la mecánica de retroalimentación del conformismo pueden leerse fácilmente como el signo de una estructura cibernética de control. Apuntan a un cambio sistémico; una lógica de gobierno que circula de forma recursiva y cerrada en sí misma, reflejada en la doble función del consumidor como productor, del exhibicionista como informante o del abastecerse como entregase. El propio Anders describe esta lógica como una “pérdida de categorías” o como un sistema de “diferencias que desaparecen”, que se presenta sobre todo como una programática totalitaria. Sin embargo, no debe leerse como una machine à gouverner unidireccional que mueve masas con sólo pulsar un botón. Porque Anders reconoce ciertamente que, junto a los mecanismos de acción masificadores de la radio o la televisión, en el “capitalismo cibernético” se hacen palpables reflejos de control más sutiles, más suaves, más agradables, pero más amplios; mecanismos, en otras palabras, que están casi necesariamente ligados a las promesas publicitarias liberales, a la “pasividad bajo el disfraz de la actividad”, a la “ilusión de libertad”.
En una época en la que uno se asoma a los mismos constructos inteligentes en casi todos los rincones del mundo, en la que sigue los mismos esquemas de presentación del yo ‘individual’ y participa en el murmullo conformista de las valoraciones en las omnipresentes plataformas sociales, las promesas de eficiencia total parecen instalar un instrumento de poder más eficaz que cualquier uniformización del pensamiento, lo que se concreta con Anders a partir de los recientes desarrollos tecnopolíticos. En un presente formalizado por el capitalismo de vigilancia, en el que la “brecha entre participación y democracia, participación e igualdad” es cada vez más evidente y en el que el solucionismo marca cada vez más profundamente el imaginario político, se perfila finalmente un movimiento que reclasifica al Estado como red social y (mal) entiende la política como mera logística. Además, pretende someter lo político mismo a tratamiento a través del pensamiento calculador, es decir, cancelarlo; en él se refleja, en última instancia, una concisa observación de Anders: que la significación de las aplicaciones técnicas, una vez que comienzan a colonizar lo político, “aumenta de tal manera que los acontecimientos políticos acaban teniendo lugar en su marco”.
07/09/2025 a las 4:06 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Milei, de la gloria al suplicio
Joaquín Morales Solá
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
7/9/025
La saga del tormento no ha concluido. La grabación clandestina (¡otra más!) de una conversación del ministro de Economía, Luis Caputo, le agregó inquietud a un gobierno ya inquieto. Un periodista que prefirió no difundir ese audio se lo entregó a la Justicia. El audio de Caputo llegó al juez Julián Ercolini y al fiscal Carlos Stornelli en el marco de la causa abierta por la denuncia del Gobierno sobre espionaje ilegal tras la difusión de conversaciones de Karina Milei, grabadas supuestamente en su despacho.
Ercolini delegó en Stornelli la investigación, y el reconocido fiscal escribió en su primer dictamen que quiere llegar a la “génesis” de los audios y reconstruir la trama hasta su difusión. Esto es: no se quedó hurgando entre los chismes sobre quiénes los difundieron y por qué; quiere investigar hasta saber quiénes urdieron la maniobra, quiénes horadaron los anillos de seguridad que deberían rodear a los gobernantes y quiénes tramitaron su difusión. El nuevo audio de Caputo se grabó aparentemente en un lugar público (bar o restaurant) porque no se corresponde con una pinchadura telefónica. En esa grabación, el ministro de Economía no dice nada que pueda inculparlo o que pueda comprometer su gestión al frente de la cartera económica.
Otro funcionario tuvo acceso a los 50 minutos de grabación de conservaciones de Karina Milei (anunciados enigmáticamente por el canal de streaming Carnaval, que difundió los primeros audios del exfuncionario Diego Spagnuolo) y tampoco encontró nada que inculpe a la hermana del Presidente. El funcionario hasta le aconsejó a la señora Milei que sea ella quien haga público esos audios para despejar la ansiedad y la sospecha que viborean entre políticos y empresarios. Pero nadie decidió llegar a tanto.
Por el momento, el único audio que planteó la posibilidad de que existiría una danza de compras de medicamentos por parte del Estado y de sobornos pagados por empresarios es el de Spagnuolo, el examigo de Milei, exasesor jurídico del Presidente y excontertulio del mandatario en las noches de óperas y empanadas en Olivos. Sin embargo, la difusión de conversaciones grabadas de dos de los tres funcionarios más importantes del gobierno, Caputo y Karina Milei (falta solo Guillermo Francos), tiene la forma, el color y el aroma de un mensaje mafioso. ¿Qué dice ese mensaje? Que existirían más audios y que algunos podrían no ser tan inocentes como los últimos que se conocieron, el de Karina y el de Caputo.
Dice algo más: que una innegable ineptitud del oficialismo dio vuelta la historia de las grabaciones clandestinas: ahora hay un gobierno que es grabado, mientras antes eran los gobiernos los que grababan. La alteración del viejo orden no habla bien del gobierno mileísta. Pero tampoco habla bien, ni mucho menos, de los gobiernos anteriores. Con todo, es necesario destacar hasta dónde se perforó en la administración de Milei la seguridad de los más altos funcionarios públicos sin que nadie sepa nada sobre sus autores ni de los motivos de los autores. Solo se le ocurrió al Gobierno pedir la censura previa para los anunciados audios de Karina Milei que, según la versión predominante, no decían nada. Y encontraron al juez necesario en el momento oportuno, Alejandro Patricio Maraniello, quien escribió que no debía difundirse el contenido de los audios “anunciados” por el canal Carnaval. Según reveló más tarde la periodista Paz Rodríguez Niell, el juez Maraniello les asegura a sus interlocutores que él solo prohibió la difusión de los audios que ya se conocían, no los “anunciados”. ¿Quién lo entiende a ese juez? ¿Es cierto lo que dice o lo que escribió? Seguramente solo huía del ojo del huracán en el que estaba desde que ordenó la censura previa, “groseramente inconstitucional”, como la calificó el constitucionalista Antonio María Hernández.
Vale la pena repetirlo: lo realmente grave, además de la censura previa de Maraniello, está en los audios de Spagnuolo. Inmejorables fuentes judiciales señalaron que la investigación en los tribunales podría concluir en que se cometieron delitos de corrupción en el Estado, aunque es temprano, precisaron, para señalar quiénes los habrían perpetrado. Tal conclusión no será inminente, de todos modos. Los supuestos sobornos pagados a funcionarios de Milei, según Spagnuolo, por la droguería Suizo Argentina está en el juzgado del magistrado Sebastián Casanello, quien delegó la investigación en el fiscal Franco Picardi, un exfuncionario del Ministerio de Justicia de Cristina Kirchner.
Debe señalarse que no es Casanello quien elige al fiscal, sino un sorteo. Stornelli, que investiga la denuncia de Patricia Bullrich, y Picardi, que indaga si hubo corrupción en el mileísmo, son dos fiscales muy distintos. Stornelli sentó al kirchnerismo en el banco de los acusados y también investigó la causa de los cuadernos, en cuyas hojas se escribió la mejor biografía de la corrupción durante los gobiernos de los Kirchner; Picardi, en cambio, fungió como autoridad del gobierno de la señora de Kirchner. El juez Casanello ordenó los inmediatos allanamientos de las casas y las oficinas de la familia Kovalivker, dueña de la droguería Suizo Argentina, y el secuestro de sus teléfonos celulares. Fuentes judiciales señalaron que el asunto había tomado estado público por la difusión de los audios de Spagnuolo y que, por eso, los teléfonos celulares debían ser incautados cuanto antes. De hecho, no se pudieron recuperar los chats borrados por Spagnuolo, que es abogado y sabía que podían secuestrarle rápidamente el teléfono. El celular es en los tiempos que corren el elemento más preciado por la Justicia. “Ahí están las conversaciones, los chats, los mails, las fotos y hasta los movimientos bancarios. Está la vida de una persona”, describió un funcionario judicial. Cerca del juez Casanello se considera legal que se haya utilizado una grabación, que indicaba que podía existir un delito, para iniciar una investigación. Recuerdan, incluso, que las Naciones Unidas estipuló que cualquier “noticia”, venga de donde venga, sobre la supuesta corrupción de funcionarios del Estado debe ser investigada por la Justicia.
La saga del martirio de Milei siguió también otros senderos. El Congreso le hizo saber al Presidente en la semana que terminó que está decidido a ponerle fin a lo que un legislador de la oposición llamó la “vetocracia” gobernante. Se refería a que el Presidente tiene más vocación por aplicar el veto a proyectos de leyes aprobados por el Congreso, que es un derecho excepcional del jefe del Estado, que para construir mayorías parlamentarias. Las dos cámaras lograron reunir los dos tercios necesarios como para voltear el veto de Milei a un proyecto que mejora la asistencia del Estado a los discapacitados. Los dos tercios de ambas cámaras es el requisito constitucional para dejar sin efecto un veto presidencial. Quedó sin efecto. El tema de las personas con discapacidad es especialmente sensible en los tiempos que corren porque fue en la agencia estatal que se ocupa de ellas, cuando la conducía Spagnuolo, donde habrían ocurrido los intercambios de medicamentos por sobornos.
La insoportable intolerancia mileísta quedó expuesta cuando el senador Luis Juez, que tiene una hija con discapacidad, fue calumniado y ofendido por tropas de tuiteros simpatizantes de Milei.
Nada de lo que dijeron esos tuiteros es cierto. Juez fue siempre un padre solidario y cariñoso con su hija Milagros. Juez, que es amigo personal del Presidente, había cometido la herejía de votar a favor de anular el veto de Milei a la ayuda a los discapacitados. Algunos mileístas son liberales estalinistas, porque Stalin injuriaba también a sus aliados cuando se diferenciaban mínimamente del jefe. Nadie podría explicar un oxímoron como es la categoría política de liberales estalinistas, pero no es el primer absurdo (ni será el último) en el que derrapan los mileístas. Guillermo Francos salió en defensa de Juez (también Karina Milei, pero en privado) y, por un momento al menos, el jefe de Gabinete debió tolerar el asedio de los trolls mileístas.
Si Francos no existiera, la vida de Javier Milei como Presidente sería mucho más complicada. Francos dejó de intentar construir mayorías legislativas cuando percibió que el Presidente no estaba dispuesto a frenar sus insultos a los legisladores. “Nido de ratas” o “degenerados fiscales” eran los agravios frecuentes del mandatario a los legisladores. ¿Qué puede esperar el Gobierno entonces del Congreso, aunque Milei haya puesto en pausa las palabras agresivas contra sus adversarios? El pasado no se borra. Sea como fuere, el Congreso le anunció que puede tumbar los vetos y, más aún, que podría convertir el sistema presidencialista, que es el que manda en la Argentina, en un gobierno parlamentario de hecho. Un paseo mareante desde la “vetocracia”, que es el poder absoluto del Presidente, hacia el gobierno del Congreso, que significaría la negación del poder presidencial.
Ese mismo día, el Senado modificó la ley reglamentaria de los decretos de necesidad y urgencia. La ley vigente, que reglamenta una disposición de la Constitución agregada en la reforma de 1994, fue una creación de la entonces senadora Cristina Kirchner cuando su marido era presidente de la Nación. Según esa reglamentación, ahora es más fácil rechazar un proyecto de ley que un decreto de necesidad y urgencia, que es una decisión exclusiva del Poder Ejecutivo. ¿La diferencia? Un proyecto de ley debe ser aprobado por las dos cámaras del Congreso; es rechazado, por lo tanto, si una sola de ellas vota en contra de ese proyecto. El decreto de necesidad y urgencia requiere, en cambio, de la aprobación de una sola cámara o, dicho de otra manera, solo puede ser rechazado con el voto negativo de las dos cámaras. La ley de Cristina Kirchner sostenía que si el Congreso no trataba los decretos de necesidad y urgencia durante 10 días hábiles estos se convertían automáticamente en ley. La modificación del Senado de la semana que pasó fija, al revés, un plazo de 90 días corridos para que el Congreso lo apruebe; si no lo tratara en ese plazo, el DNU quedará sin efecto.
Este último cambio había provocado en principio cierta preocupación en círculos políticos y jurídicos porque podía significar que un decreto de necesidad y urgencia no instalara nunca reglas del juego permanentes si corriera el riesgo de caerse en tres meses. Pero el texto aprobado por el Senado señala que no cesarán nunca los derechos adquiridos mientras el decreto haya estado vigente. Atenúa ese riesgo, aunque no lo elimina. La ley de Cristina Kirchner cambió radicalmente, en verdad, el sentido de la incorporación a la Constitución de los decretos de necesidad y urgencia. La reforma de 1994 se propuso amortiguar el poder presidencial con los decretos de urgencia porque ya antes Raúl Alfonsín había creado una moneda nacional, el austral, mediante un simple decreto, y Carlos Menem usó también un decreto para hacer la más profunda reforma del Estado que se conoce hasta ahora. La señora de Kirchner aprovechó la necesaria ley reglamentaria de ese mandato constitucional para darle más poder al presidente, no menos. Ahora, el cristinismo cambió de opinión porque ni ella ni su marido están al frente del Poder Ejecutivo. La hipocresía del kirchnerismo no puede ocultar la necesidad cierta de eliminar ese poder enorme y excepcional que Cristina Kirchner les dio a los presidentes.
Debe precisarse que la aprobación fue solo del Senado y que para que se convierta en ley requiere que la Cámara de Diputados homologue la decisión senatorial. Es probable el voto favorable de la mayoría de los diputados, porque el nuevo proyecto de ley significa devolverle facultades al Congreso que son propias del Poder Legislativo. Hace solo poco más de un año, Milei consiguió mayorías parlamentarias para aprobar decretos de necesidad y urgencia que le daban super poderes al Presidente en muchísimos rubros. Perdió esas mayorías, obsesionado con el insulto y el desprecio. Ahora está aprendiendo que el camino entre la gloria y el tormento es dolorosamente breve.
07/09/2025 a las 4:10 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Los 50 días en que Milei juega su futuro
Eduardo van der Kooy
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
7/9/025
A Javier Milei parece sucederle lo contrario de aquello que en su tiempo supo escribir Madeleine L’Engle. La conocida escritora estadounidense, prolífica en las décadas del 60-70, sostuvo que primero se debe conocer la oscuridad para saber valorar la luz. El Presidente supuso, tal vez, que su primer año largo con aciertos, sin obstáculos sociales y una oposición disgregada se iba a prolongar para siempre. La realidad cambió, en gran medida estimulada por errores libertarios. Está confundido en la oscuridad. En esas condiciones inaugura en Buenos Aires un recorrido electoral crucial que concluirá con las legislativas nacionales del 26 de octubre.
¿Por qué razón una elección local como la bonaerense adquiere ahora tanta importancia? Entre varios motivos se podrían rescatar dos que atañen al oficialismo y a la oposición. El desenlace de hoy en el principal distrito electoral determinará las condiciones bajo las cuales el Gobierno deberá desarrollar su gestión, ahora muy complicada, hasta el último domingo de octubre. Serán 50 días de incertidumbre. También los resultados servirán para observar cómo se encamina el desafío político que Axel Kicillof planteó a Cristina Fernández con el desdoblamiento electoral.
El Gobierno no logra desactivar ninguna de las dificultades que lo dejaron en esta situación incómoda. El Senado terminó de dar el golpe de gracia insinuado por Diputados. También rechazó el veto de Milei contra la emergencia por discapacidad. Otra vez aconteció una paliza: 63 votos contra 7. La administración libertaria asegura que continuará su pelea por el tema en la Justicia. Nadie conoce con qué argumentos valederos. Los derechos ejercidos por el Congreso son claros y resultan constitucionales. Las presentaciones judiciales no vienen siendo un activo del oficialismo.
La denuncia penal contra periodistas formulada por Patricia Bullrich a raíz de la difusión de los audios de Karina y de Diego Spagnuolo, el ex titular de la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) chocó contra la intervención del fiscal Carlos Stornelli, quien se dispuso a abrir una investigación -la está desarrollando- con dos límites: no hará, como se había pedido, allanamientos contra los hombres de prensa ni los intimará para que revelen sus fuentes. Le quedaría desentrañar el otro nudo descripto por la ministra de Seguridad. La presunta actividad de espías rusos ligada a confabulaciones urdidas por Claudio Tapia, el titular de la AFA, y Pablo Toviggino, su mano derecha. Un entrelazado insólito.
Después figura el amparo que el Gobierno obtuvo de parte del juez Civil y Comercial, Alejandro Maraniello, que prohibió en un acto de censura previa la difusión de los audios de Karina. Un texto extremadamente confuso que reivindica los antecedentes de la Corte Suprema en la materia, aunque concluye dando la derecha al reclamo del poder. En ese quiebre podría descubrirse la debilidad del magistrado: arrastra cinco denuncias por acoso sexual que tramita el Consejo de la Magistratura.
La resolución fue apelada por los abogados Ricardo Gil Lavedra y Roberto Gargarella. El ex integrante de la Corte Suprema, Juan Carlos Maqueda, sostuvo a los cuatro vientos que se trata de un fallo “lamentable”. Prólogo, a lo mejor, de lo que podría suceder si el máximo Tribunal se ve obligado a intervenir. Es probable que la pirueta de Maraniello naufrague en instancias intermedias.
Sobre aquellas presentaciones judiciales parecieron basarse los fundamentos expuestos por Milei en las últimas apariciones públicas para denunciar que está siendo víctima de “operetas”. Buscarían dañarlo en el proceso electoral. El foco acostumbra a colocarlo sobre el kirchnerismo. La estrategia, sin embargo, podría derrumbarse con pocos interrogantes. Si las cosas son como se cuentan: ¿Por qué motivo resultó echado Spagnuolo de la ANDIS? ¿Por qué también su segundo, Daniel Garbellini? ¿Por qué los audios en los cuales hablaba de supuestas coimas que recibirían Karina y Eduardo “Lule” Menem abrieron un proceso volcánico en la cima libertaria?
En la estación del escándalo sobre las coimas habría otro indicio para no perder de vista. Además de defender de modo recurrente a Karina, el Presidente anunció que iniciaría una denuncia judicial contra Spagnuolo. Ha pasado más de una semana del anuncio y no se formalizó. Algunos asesores dijeron que el líder libertario se apresuró. Otros opinaron que había que ser cuidadosos para no repetir los errores precedentes. Tal vez la demora o el paréntesis se vincule con novedades de la realidad. Los peritos de Investigación Penal informaron al juez Sebastián Casanello y el fiscal Franco Picardi que resultó imposible recuperar los textos y audios del teléfono del ex titular de la ANDIS en los cuales hablaba de supuestas coimas producto de la venta de medicamentos de la droguería Suizo Argentina. El ex abogado personal de Milei habría utilizado un sistema de “borrado especial” que dificulta su recuperación.
Si la situación no logra destrabarse se presentaría una dificultad para Casanello y Picardi. Esos mensajes ahora inhallables fueron el motor de su acción judicial mediante la cual hicieron decenas de allanamientos. Entre ellos en la casa de Spagnuolo y de la familia Kovalivker, propietarios de la droguería. En cualquier momento podría aflorar una impugnación de las defensas. El escándalo deberá transitar un camino más pedregoso para la investigación: comprobar irregularidades en los contratos de la empresa con el Estado. Una pregunta: ¿de qué manera logrará verificarse con dicho mecanismo el pago de las supuestas coimas?. El juez y el fiscal son conscientes de las dificultades: mantienen el secreto del sumario; aceptaron a Poder Ciudadano como parte querellante para exhibir un certificado de transparencia.
El atascamiento del caso explica la reticencia de la denuncia y un inocultable alivio oficial para transitar el sendero de la campaña electoral. Su comienzo, de todos modos, dejó traslucir señales de peligroso desorden. Fue incomprensible, por ejemplo, el lugar elegido para el cierre bonaerense en Moreno que puso como eje del debate la seguridad presidencial antes que otra cosa. Indignante la presencia de barras brava entre las huestes libertarias que emparenta cada vez más al oficialismo con “la casta” que denuesta. Las imágenes tuvieron muchísima más significación que cualquier relato. No hubo más de mil personas en el acto libertario. No fueron más de 30 o 40 las que se acercaron para hostilizar. Un bajísimo interés que siguen reflejando las encuestas. Según un trabajo de la consultora ARESCO, 4 de cada 10 consultados siguen diciendo que no concurrirían a votar ni hoy ni en octubre.
El Gobierno observa todo ese panorama sin el optimismo desbordante de tiempo atrás. Parece tener conciencia sobre dos cosas. Hace rato que extravió el control de la agenda pública. La campaña en Buenos Aires, como había ocurrido en la Ciudad, se terminó nacionalizando. Aunque en fases distintas: en mayo los libertarios aún atropellaban; ahora están en retaguardia y sembrados por la desconfianza.
El mayor problema para el Presidente no radica en ninguna de aquellas escaramuzas. En todo caso debería estar atento a si terminan influyendo en el ancla que ha empezado a moverse. Esa que le permite conservar un importante caudal de expectativas sociales: la estabilidad económica. Resultan evidentes los gestos del Gobierno, aunque la narrativa fluya por otro andarivel, que estarían indicando que Nada Marcha de Acuerdo al Plan (NMDAP).
Una cronología asoma ilustrativa de tal realidad. Luego de la salida del cepo en abril, con el acuerdo del Fondo Monetario Internacional (FMI), Milei anunció que el dólar valdría $ 1.000 o incluso $ 600. Está ahora rozando la banda superior de $ 1.400. La libre flotación acordada acaba de dejar paso a la intervención del Tesoro (US$ 450 millones en tres días) para frenar la cotización de la moneda estadounidense. En mayo Luis Caputo, el ministro de Economía, comunicó el envío de un proyecto al Congreso para que los argentinos pudieran volcar al mercado “los dólares del colchón”. No pasó nada. El balance de los ocho primeros meses indica que los ciudadanos adquirieron alrededor de US$ 14 mil millones. Cerca de la mitad quedó atesorado en los colchones. El resto se derivó a gastos.
Ensimismado con esa evolución el Gobierno perdió noción sobre otras cosas. Se empeñó en resistir la emergencia por discapacidad que de ninguna manera afectaría el equilibrio fiscal. La ley sancionada aconseja tres formas de financiarla. Nadie calibra la onda expansiva que un tema de esa índole expande sobre la sociedad. Tampoco el Presidente prestó atención a otro reto del Senado. La media sanción para la modificación de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) que, si lo convalida Diputados, privaría al Gobierno de un mecanismo excepcional para gobernar. Salvo que en octubre consiga un número de legisladores que le permita autonomía a la hora de sancionar leyes.
Es cierto que los DNU reglamentados en 2006 por Cristina Fernández son absurdos. Quedan convalidados con muchísima mayor facilidad que una ley. Es cierto también que desde 1994 los utilizaron todos los mandatarios. ¿Es esta la coyuntura adecuada para transformarlos ante el Gobierno más débil surgido desde 1983?
La virtud no parece un valor que rija ahora la política. Un amigo de Milei (el llamado Gordo Dan) escribió un texto execrable contra el senador Luis Juez porque votó a favor de la emergencia por discapacidad. El peronista José Mayans calificó de mafioso al Presidente al exponer en el recinto. Es incondicional de Gildo Insfrán, el gobernador de Formosa. También leal a Cristina, arrestada por corrupción. Apenas misceláneas de un presente descompuesto.
07/09/2025 a las 4:14 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
PBA: la aldea que pretende pintar al mundo
Roberto García
Fuente: Perfil
(*) Notiar.com.ar
7/9/025
Un mundo atento a lo que esta noche se conozca de las elecciones bonaerenses, inquieto en parte por lo que mañana se produzca en los mercados a partir de los resultados. Nunca el latiguillo “es la economía, estúpido” tuvo más relevancia. ¿Rige o no en esta ocasión? Esa es la pregunta, ya que la porfía parece un limitado e insensato desafío geográfico a la marcha de un proceso económico que, para el Gobierno, es correcto por la disminución del gasto público, el logro del superávit fiscal y la baja inflacionaria.
Hasta hace dos meses, muchos lo creían: esas tres banderas eran suficientes para atravesar victoriosas la Provincia. Hoy se duda. Al menos los consultores. Los números se empantanaron, según las encuestas. Contribuyeron en 60 días la ansiedad por la inestable cotización del dólar, el daño por un bombardeo de denuncias de corrupción, una interna oficial inexplicable y, sobre todo, la acción proselitista que se les reconoce a quienes juegan pellejo, poder, ingresos y figuración en este día: los intendentes. Los mismos que, personalmente o en familia, vienen con el expertise del conteo de votos –entre otras habilidades–, cuando ellos mismos introdujeron la frase: “Si no me controlan, me obligan a cometer fraude”. O: “En mi territorio, nosotros pesamos los votos, no los contamos”.
Pésimo cálculo del Gobierno para este factor clave, interesado, por permitir transformar en nacional un tema municipal casi por arte de birlibirloque. O porque aceptó una frase común de Tolstói: “Pinta tu aldea y pintarás el mundo”. Demasiada obediencia a este pase de magia: la conversión del comicio de hoy en un episodio trascendental para la vida de los argentinos. Tan absurdo como la interpretación última sobre la conducta electoral de las ocho comarcas en disputa: si empatan 4 a 4, si uno pierde 5 a 3, o si gana 6 a 2.
Con un adicional: la distancia en la Tercera Sección entre un partido y otro ya constituye una discusión internacional, cuando casi nadie sabe cómo está formado ese distrito, salvo que la influyente y populosa La Matanza, que lo integra, está repleta de pobres. Y a esa franja no la captura Javier Milei.
El Presidente ya bajó un cambio antes del comicio: dijo que estaban “cabeza a cabeza” con la oposición. Casi una resignación, cuando su cabeza no está en juego en la naturaleza de la elección. Tampoco compite realmente uno de los beneficiarios presuntos, Axel Kicillof, quien tal vez culmine como doble triunfador: por vencer a Cristina Fernández de Kirchner, que se opuso con maledicencia a este comicio anticipado, y de paso a una Casa Rosada que no supo arrebatarle intendentes ni fue pródiga en constituir alianzas, invocando una pureza partidaria que no supo lograr durante su mandato. En el Congreso, por lo menos.
Si la fotografía de esta noche favorece al gobernador, Kicillof igual no dará una vuelta olímpica: su liderazgo sigue difuso, apaleado, y la viuda de Kirchner se asumirá como vencedora en su lugar. No va a perderse esa oportunidad, tampoco su hijo Máximo ni La Cámpora. Extraño fenómeno en la Provincia: hay carteles (Quilmes, por ejemplo) en los que se postula un candidato local junto a la fotografía de una señora que está presa y a quien le pueden endosar más años de prisión en otras causas. Solo en la política se puede venerar a quien la Justicia mandó a la cárcel por corruptelas de índole diversa.
Otra paradoja: los pobres de La Matanza que se rebelan contra la situación económica, de acuerdo con las encuestas, entienden que el tipo de cambio debe ser más alto (como predicaba Guido Di Tella, “re contra alto”), un deseo que implica la pérdida del propio poder adquisitivo, la baja del salario blanco o informal. Como si quisieran ser más pobres. Poco explicable este reclamo del peronismo.
El “día después” ya está asumido por los concertistas del mercado en materia de precios (se desprendieron de títulos y acciones). Suelen generalizar ahora con un “no va a pasar nada, pase lo que pase”, como si los niveles no fueran a caer mucho más. Obvio: siempre se anticiparon a los hechos, ya hicieron la diferencia y, en todo caso, avizoran la conducta de los votantes para octubre, momento en que quizá deban volver a entrar en la plaza.
En esa fecha se juega por los puntos en todo el país. Milei requiere cierta estabilidad económica y una merma del tremendo internismo que lo acosa. Inclusive, su voluntad de no modificar el Gabinete hasta diciembre, tal vez se apresure: muchos tornillos flojos y una falta evidente de conducción. También porque es indivisible, y lo será, de su propia hermana, que pena por tareas en las que reemplazó a su hermano perezoso.
El caso de las coimas o Spagnuolo –con recorrido por todas las administraciones, pasadas y actuales, provinciales e intendencias, “en un mismo lodo, todos manoseados”, según la decepción discepoliana– revela no solo posibles cohechos, también un sórdido reinado de grupos u organizaciones dedicados al espionaje y que han penetrado en el mismo Gobierno. Y lo dañaron más que los opositores.
Ya mandó a avisar Milei que solo quiere amor entre sus fieles, desechar las intrigas, la deportación de los “traidores”, quizá hasta revolver las aguas de Nordelta con multitud de celulares anónimos en el fondo. Como los que desenterraban el Sur en busca del tesoro de los Kirchner. Y, lo más importante, que el libre albedrío no implique la autodestrucción de su fuerza.
Tardío el mensaje o no llegó a tiempo para uno de sus voceros –el “Gordo Dan”, de la marginalidad radial– quien, para defenestrar a un adversario, Luis Juez, se valió de recursos innobles en relación con los discapacitados. Hasta los cordobeses que desprecian a Juez se sintieron avergonzados. Casi una patología el criterio, atribuido a Santiago Caputo, para derruir rivales internos y purificar la raza mileísta. Cuanto más chicos, mejor, deben pensar. Como si conciliar con intendentes bonaerenses no les hubiera reportado hoy un mejor desarrollo electoral.
Prejuicios o intereses, pero hay que traducir al “Gordo” según el nuevo decálogo que impuso su jefe, Caputo, en su cuenta de redes: un monotributista de Milei que promete, con fe religiosa, la bienvenida a todos como titular de las “Fuerzas del Cielo”. Aunque después de ciertas inspecciones, claro: análisis de sangre, pulmones, vínculos familiares, enfermedades previas, etc. Quizás hasta dejarían ingresar a Karina.
Consignas de Perogrullo esas diez verdades del filofuncionario, casi todas un plagio a las Tres, Diez o Veinte Verdades que dicen pertenecer a Juan Perón. Y que justificaron cualquier medida del Consejo Superior.
Punto de partida lo de hoy para una larga marcha de casi dos meses hasta el match electoral de octubre. Milei empieza a entender que esa fecha es fundamental no solo para sus propósitos de renovación en 2027, sino también para sostenerse hasta llegar a ese acontecimiento futuro. No todos los que escuchan ópera, como Spagnuolo, son útiles para la causa. Son apenas amigos del Campeón. Por más que esa palabra la tenga prohibida el ministro Luis “Toto” Caputo.
07/09/2025 a las 4:21 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
¿Cuántos votos tienen que sacar Axel Kicillof y Javier Milei para quedar contentos?
Marcos Novaro
Fuente: TN
(*) Notiar.com.ar
7/9/025
Hace dos años, Axel Kicillof y el kirchnerismo hicieron una muy buena elección en la provincia de Buenos Aires. En parte porque La Libertad Avanza (LLA) y Juntos por el Cambio (JxC) dividieron al resto del electorado casi en mitades, y ninguno de los dos tuvo chances de conquistar la gobernación, por lo que desalentaron a posibles adherentes. En parte también porque el plan platita de Sergio Massa ahí funcionó muy bien: hubo una enorme transferencia de recursos desde la Nación al distrito en los meses previos a la votación.
Así fue que Kicillof consiguió su reelección con casi el 45% de los votos, contra 26,6% de Grindetti (JxC) y 24,6% de Píparo (LLA). Fue uno de los resultados más asombrosos de un año electoral lleno de sorpresas, lo que hizo pensar que Milei tendría pocas chances de llegar a la presidencia en la segunda vuelta de un mes después. Porque había quedado demasiado lejos como para poder ganar en la provincia más importante del país, donde se habían venido dirimiendo las elecciones presidenciales por años.
Sin embargo, en el balotaje, Milei ganaría por amplio margen, aunque volvió a perder entre los bonaerenses. Otra sorpresa más.
Este año, la elección bonaerense vuelve a ser una caja de sorpresas. El que más desalentó a sus potenciales votantes una vez más fue LLA, con una campaña cargada de desaciertos y escándalos. Pero al menos corrigió, parcialmente, el error de dos años atrás de dividir el voto no peronista: la incorporación de la mayoría del PRO a la lista violeta le permitió polarizar la elección y dejar al resto de los contendientes en un lejano tercer lugar. Sin embargo, no es fácil predecir qué tan lejano.
Si Somos Buenos Aires (SBA) logra quedarse con una porción significativa del 25% de los votos que en 2023 reunió JxC, Milei y su gente no podrán acercarse al 40% que necesitan para estar cabeza a cabeza con el kirchnerismo. Y si este no pierde muchas de sus adhesiones de entonces, volvería a ganar. Lo que sería un gran mérito, dado que ya no hay más plan platita y la gestión provincial deja mucho que desear en todos los rubros, desde la seguridad en las calles a la posibilidad misma de usarlas cuando llueve.
Si, en cambio, todo o casi todo ese cuarto del pastel que era cambiemita se va con LLA. El voto peronista no crece y hasta declina un poco con respecto a dos años atrás, a favor de la izquierda o de SBA o de la abstención. Entonces, LLA podría estar cerca o incluso quedar un poco por encima del peronismo oficial.
En cualquier caso, se habrá pasado de un escenario de tres a uno de dos. Y de una competencia con un ganador seguro a una con final abierto, más o menos como sucedía en los años de oro del macrismo. ¿No será eso suficiente para que los libertarios festejen?
Sucede que el propio Milei se puso metas muy exigentes cuando encaró esta elección: dos o tres meses atrás, cuando no había todavía corrida tras el dólar, ni tasas de interés por las nubes, y nadie sabía quién cuernos era Diego Spagnuolo, se propuso liquidar a Kicillof, hacer de esta la batalla decisiva para “enterrar al kirchnerismo”, liquidarlo en su casa matriz. No contó con ninguno de esos imprevistos. Tampoco valoró la importancia de los intendentes en este tipo de elecciones.
Porque ellos gravitan decisivamente en la elección de legisladores distritales, dado que está en juego, en ese mismo acto, el control de sus consejos deliberantes, y por, por tanto, suerte de su gestión y de su eventual reelección. Sucede que Kicillof tiene decenas de intendentes atados a la suerte de sus listas, mientras que Milei no tiene más que un puñado atados a la de las suyas. Esa fue la lógica detrás de la apuesta del gobernador por el desdoblamiento de estos comicios respecto a los nacionales: hacer pesar el poder territorial tanto contra sus enemigos externos como contra los internos. Está a la vista que era su mejor opción.
Ahora, ya es tarde para que Milei se arrepienta o se desdiga de su “Kirchnerismo Nunca Más”. Así que es seguro que este domingo va a estar en el búnker violeta y dirá, cualquiera sea el resultado, que él también ganó, y que la libertad sigue avanzando. Porque será, es cierto, todo un éxito haber pasado de menos de un cuarto del electorado, y ninguna estructura territorial, a competirle el control del territorio al partido allí todavía hegemónico y hacer a un lado al resto de los competidores.
Además, necesita hacerlo porque el programa económico se lo exige: él no tiene otro recurso para sobrevivir, que agarrarse de un movimiento de opinión que todo el tiempo esté dando muestras de vitalidad, de que va para adelante. Porque el día que deje de crecer no se sabe hasta dónde puede hundirse. Estas son las muy precarias condiciones con que elegimos gobernarnos.