Por Carlos Tórtora.-

Javier Milei ya habría asumido que el 26-O sufrirá una derrota electoral de entre 10 y 15 puntos y que perderá en los tres principales distritos del país, Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. Sólo puede esperar dos triunfos de peso, en Capital y Mendoza. Con estos números no le alcanzará para sancionar leyes, y gobernar por DNU es algo que está a punto de recortarle la Cámara de Diputados, que en estos días sancionará que para que un DNU quede vigente deberá contar con la aprobación de las dos cámaras.

Con esta realidad, es obvio que el salvataje financiero de Donald Trump y Scott Bessent quedará condicionado a que Milei reine pero no gobierne. Debería entonces designar un gabinete con fuerte presencia del PRO y también representantes de algunos gobernadores. Pero el mayor precio a pagar por la gobernabilidad que Trump le daría al recibirlo el 14 de octubre en la Casa Blanca sería el desplazamiento de Karina Milei de la Secretaría General de la Presidencia.

Si no emite fuertes señales de que disminuye la hoy desenfrenada corrupción oficial, la asistencia financiera de los EEUU se reduciría. Es que la ola de cuestionamientos internos y externos que Trump está sufriendo por salir a financiar la corrupción argentina es más que importante.

Por otra parte, en las últimas horas los mercados votaron por la opción más lógica y el dólar volvió a trepar.

En este rediseño del poder en la Argentina, La Libertad Avanza quedaría diluida casi por completo. Es obvio que un Milei intervenido y regulado ya no tendría expectativa alguna de reelección y debería contentarse con poder terminar su mandato tutelado por Marco Rubio y Bessent.

Siempre el cisne negro

Pero la jibarización de Milei no resuelve la complejidad de la política. La actual agudización de la crisis aumenta las chances de una explosión social y si ésta ocurre, lo previsible es que la Casa Blanca dé un paso al costado y simplemente lo deje caer para asumir que habrá elecciones presidenciales anticipadas el año que viene. El escenario de un juicio político, largo, sinuoso y complejo, es impensable con la velocidad que hoy tiene la crisis.

Lo importante de este cuadro es que la dirigencia peronista, por lo menos la que responde a Axel Kicillof, apuesta decididamente a que Milei reine pero no gobierne. El PJ necesita tiempo para reorganizarse y poder ganar una elección presidencial, porque todavía falta mucho para que Kicillof neutralice los estertores de Cristina Kirchner y acuerde con los gobernadores.

La reaparición en escena de Macri indica claramente que un sector del círculo rojo puso en marcha la preparación de un frente antiperonista.

El gran problema de este sector es que hoy no tiene un candidato que pueda ganar, salvo que se la proyectara a Victoria Villarruel.

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