Por Luis Américo Illuminati.-
«¡Fue un esfuerzo tan grande fundar Roma! Juno, temiendo que Eneas y su pueblo, que habían huido de la destrucción de Troya, dieran origen a una nación que destruiría a su amada Cartago, puso muchos peligros contra Eneas, cuyos descendientes fundarían Roma y posteriormente provocarían la ruina que Juno temía» (Virgilio, La Eneida, I:33).
Fue un gran esfuerzo para el General San Martín y su glorioso ejército lograr la emancipación de España, que oprimía a los hijos nacidos en este suelo bendito. Luchó siendo casi un niño contra los ejércitos napoleónicos y después dirigió el Ejército de los Andes contra las fuerzas invasoras de España. No es exagerado comparar el general San Martín con Eneas. San Martín jamás se mezcló en luchas intestinas, antes bien, desde el primer momento consagró su espada al servicio de la libertad de medio continente, proeza -magnífica epopeya- por la cual sin dudas es simiente -como Padre de la Patria- de una estirpe de hombres valientes y nobles: los Granaderos a caballo. San Martín nunca aprobó un crimen o una venganza. Sabía bien que Grecia destruyó a Troya y Roma destruyó a Cartago y después los turcos arrasaron a Roma. Para San Martín todo crimen es execrable. Detestaba el odio entre compatriotas. Lavalle fusiló en forma inmisericorde y sin motivo justo al coronel Dorrego, gobernador de la provincia de Buenos Aires, sin cuya muerte no habría existido la dictadura de Juan Manuel de Rosas, hombre de muchas agallas, pero tan fanático y cruel como Lavalle. Más tarde la historia vuelve a repetirse. Un año después del derrocamiento del General Perón, el general Aramburu en 1956 hace fusilar al jefe de los amotinados, General Juan José Valle. Y catorce años después, los Montoneros asesinaron ignominiosamente a Aramburu, cuyo cadáver apareció en un oscuro sótano de una casa de la localidad de Timote. Un crimen que dividió más aún la grieta entre antiperonistas y peronistas. Dos países, dos Argentinas enfrentadas a muerte. Desatándose a partir de ese momento una vorágine de odio, violencia y venganzas que la sangre derramada ensombreció el cielo, una guerra ideológica sin cuartel dentro del mismo peronismo que ni el mismo General Perón pudo ponerle fin al regresar a su patria diecisiete años después. Hoy se cumplen 184 años de la muerte del General Lavalle en San Salvador de Jujuy, donde fue asesinado y queremos recordarlo, no para juzgarlo ni condenarlo -para eso está Dios- sino para repetir con el poeta latino: «Tantae molis erat… (Fue un esfuerzo tan grande fundar Roma). Lo mismo la República Argentina. Parafraseando a Leopoldo Marechal: «La patria es aún un dolor sin nombre».
Muerte del General Lavalle, soldado de la independencia. Texto de Josué Igarzabal y Capitán Rubio Larreta. (Fragmento)
«En medio del profundo silencio de la noche comenzó a despuntar el alba del sábado 9 de octubre de 1841. En la madrugada trágica, una partida federal con unos 30 hombres, al mando del teniente coronel Fortunato Blanco, llegó al paso de sus cabalgaduras cerca de la casa donde se alojaba Lavalle. Al ruido, salió Damasita, cabellera rubia, ojos color cielo 25 esplendorosos años, e interrogada por el paradero de Lavalle, contestó que, efectivamente, habíase alojado allí, más que, en ese momento, se encontraba en el campo de La Tablada. Cerróse la puerta de calle enseguida; Lacasa, que se hallaba durmiendo en la habitación de enfrente, ala derecha, en compañía de Félix Frías, se despertó y prestamente salió al zaguán, y por la puerta que no se había cerrado todavía alcanzó a divisar una partida de federales. Las huestes enemigas parecían completamente desorientadas y no aprovecharon la circunstancia favorable de hallarse abierta la puerta de calle.
Ignoraban, por otra parte, que en ella se encontraba el general Lavalle. Lacasa hizo poner de pie a los soldados que se encontraban en el patio y corriendo al fondo de la casa se dirigió al general para pedirle órdenes. Lavalle salió al segundo patio cubierto con una bufanda de vicuña, dado lo temprano de la hora y estado de salud. Al llegar a la siguiente puerta, que estaba cerrada, el general observó la partida por el ojo de la cerradura; en ese momento sonó un balazo…, luego dos más, tirados contra la fuerte y tosca puerta de cedro que guardaba la entrada principal de la casa. Una de las balas hirió mortalmente al general Lavalle, quien se dobló hacia adelante. La bala, que luego conservaría el general Bartolomé Mitre como una reliquia, se alojó en su garganta. La herida era mortal. El general cayó cerca del zaguán. Su sangre, que manaba en abundancia, empapó su bufanda de vicuña. El autor de su muerte era un mulato llamado José Bracho. Lacasa, que había precedido a su jefe penetrando en la habitación, salió precipitadamente y encontró a Lavalle en el suelo en los estertores de la agonía» * [Es posible que en ese instante supremo recordara o viera el rostro de Dorrego].
* La frase entre las llaves no pertenece al texto, sino que es un agregado mío.
10/10/2025 a las 9:39 AM
Los motivos para fusilar a Dorrego, se lo dieron al general Lavalle el grupo unitario de Buenos Aires, entre ellos Salvador maría del Carril, Segundo Julián Agüero, Florencio Varela, entre otros. El propio Lavalle lo reconocería más tarde ante un grupo de oficiales, que los hombres de casaca negra – los comerciantes del puerto- lo convencieron de la responsabilidad de Dorrego como causante de los males de la república, para luego desentenderse del tema cuando la suerte le fue adversa. Pero el crimen obró como un bumerang para el unitarismo, pues tendra como fatal efecto propiciar le figura del ganadero Rosas.
10/10/2025 a las 3:03 PM
EXCELENTE NOTA MAESTRO ILLUMINATI.
CONOCIMOS LA CASA DONDE MURIO, AUN SE CONSERVA LA PUERTA AGUJEREADA POR LA BALA
QUE LO MATO.
LUEGO SU CUERPO FUE DESCARNADO (HERVIDO PREVIAMENTE) Y SUS HUESOS FUERON TRANSPORTADOS A BOLIVIA.
10/10/2025 a las 3:22 PM
Basura de un impostor que jamás leyó la Eneida en latín
Próstata ante un latinista , tu viejo gagá
Tantae molis erat romanam condere gentem!