Por Luis Alejandro Rizzi.-
“Los países tienen que crecer con el stock de capital, institucionalidad y el Estado que tienen en ese momento, y después, con el tiempo, se debe mejorar.” Piero Ghezzi.
Es común oír decir que la Argentina debe ser un país normal, como si no lo fuéramos, lo que nos lleva a reclamar una “normalidad abstracta o utópica”.
Existen “normalidades diferentes”.
Ortega hablaba del “hombre y su circunstancia”, pero no lo decía desde una singularidad, sino de una pluralidad de hombres y circunstancias. A una persona de 80 años no le podemos exigir el esfuerzo de una de 20 ni a una de 20 la experiencia de otra de 80.
Lo constaté; lo normal es que cada uno de nosotros hagamos nuestra vida desde el lugar que nos tocó y haciendo uso de nuestra libertad y desarrollando nuestras potencialidades, según nuestros dones o bienes naturales, tales como la inteligencia, el vigor, la salud con la que venimos al mundo.
Con los países o quizás, mejor dicho, con las sociedades, ocurre lo mismo, como se desprende de la trascripción que hicimos de Ghezzi en el inicio.
No existen precondiciones, como parecen creerlo muchos que hablan, en nuestro país, de reformas estructurales, para crecer o desarrollarnos.
Es al revés, las reformas se irán haciendo sobre la marcha y seguramente habrá muchas reformas laborales, muchas reformas fiscales, muchas reformas educativas, según vayamos avanzando, y el modo natural de hacerlo es por medio de contratos que regularán y reglamentarán, por ejemplo, según las diferentes modalidades de trabajo.
Los pilotos de aeronaves de transporte de pasajeros y carga los jornaleros de temporada de recolección de peras, manzanas o los trabajadores de una Pyme o de una fábrica de autos o un laboratorio de medicamentos no pueden estar regulados por una única y misma norma laboral o fiscal para todos ellos.
Tampoco puede haber un mismo contenido educativo para un chico de la Puna que para otro de la Patagonia o de una ciudad como Buenos Aires, Córdoba, Rosario.
Como también decía Ghezzi, la informalidad es una característica de la región, como también nuestros bajos niveles de productividad.
De acuerdo a esos hechos también somos un país normal y no debemos pretender comparar nuestra normalidad con las poblaciones de Corea del sur, China o EEUU. Esas gentes tienen otra normalidad, que guarda relación con su idiosincrasia.
Las desigualdades no son malas por sí mismas y en última instancia cada uno hace lo que puede.
La cuestión de la proactividad varía de oficio o profesión y actividades en que la productividad depone del resultado.
Un buen abogado no se mide porque atienda cien juicios a la vez o un médico 10 pacientes por hora ni un plomero por el tiempo que demora en arreglar una canilla.
En todos los casos depende de la calidad del resultado razonablemente previsto.
Es obvio que a la medicina no la ponderamos porque no puede evitar la muerte, sino por lo que se va extendiendo el promedio de vida.
Si no crecemos, no le imputemos la culpa a las reformas que no se hicieron, pensemos en el esfuerzo que no hicimos.
Argentina es un país normal; seguimos existiendo y poseemos muchos bienes intangibles y otros tangibles que no valoramos, porque son nuestra normalidad…
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